jueves, 25 de abril de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 17 (segunda parte)



BATALLA DE GARSBURGO


Sandos estaba esperando a su padre como le había ordenado en aquella posición. No había tenido ninguna noticia de él. Sabía por sus informes de inteligencia que el ejército de Jawet venía directo hacía su situación y que sabía de su existencia. Unos shinigamis con el uniforme a rayas habían estado expiándoles. No había tardado mucho en averiguar las intenciones de su enemigo. Un minúsculo grupo de fuerzas se acercaba por el sur a enfrentarle. Los vigías que había posicionado le habían informado hacía unos minutos. Dedujo que si habían mandado tan pocos shinigamis contra él era que ya sabían del ejercito de su padre en su retaguardia. Aquello sería un triunfo total. No tenían nada que hacer, eran solo doscientos. Había ordenado a sus soldados esperarlos en una explanada a las afueras del pueblo.

Al cabo de dos horas empezó a ver a los soldados de Alasthor. ¿En verdad pretenden ganar?  Se preguntó. Aquello era un suicidio en toda regla. Enfrente, Alasthor comandaba las tropas. Sandos le reconoció al instante y se adelantó con cuatro guardias y su homólogo hizo lo mismo. Se encontraron en medio de la explanada. Sandos educadamente hizo una reverencia y Alasthor le imitó.

     ─No creo que sea un buen día para morir. Es ridículo que me enfrentes no sois ni la mitad que mis shinigamis ─dijo Sandos con confianza.

Alasthor observaba todos sus movimientos. Se tomó su tiempo y respondió al hijo del general con respeto.

     ─No dudo de tus dotes para el mando ni de la profesionalidad de tu ejército, pero estás ante las mejores tropas de shinigamis. Uno de los míos es como dos de los tuyos. Por lo que yo no veo desigualdad en esta batalla.

Sandos sonrió con ironía. Había oído hablar de él aunque nunca habían coincidido. Cuando escuchó que por amor se había unido a una humana y había desobedecido a su padre, él que nunca osaría revelarse contra el suyo sintió cierto respeto hacia aquella persona.

Sabía de la dificultad de realizar lo que uno quiere cuando eres manejado como una marioneta.

     ─Espero Alasthor, que sea una buena lucha. Sentiré asesinaros. Siempre he sentido respeto por ti.

     ─Si hemos de morir, moriremos con honor. Espero que al final de esta guerra que consume nuestro mundo podamos hablar con tranquilidad. Tenía una imagen equivocada de ti. Salud y respeto.

     ─Salud y respeto ─contestó Sandos mientras daba la vuelta y volvía a su formación.

Alasthor llegó ante sus tropas y empezó a hablarles.

     ─ ¡Mirad! Mirad delante de vosotros con la cabeza bien alta. Veis; sólo es un patético ejército temblando de miedo ante la visión de las mejores tropas. Pues es verdad que ni sois la mitad que ellos, pero ellos tiemblan porque saben que van a morir. Vosotros tembláis por la emoción de matarlos. Porque ahí, delante, a pocos kilómetros en el castillo está la esperanza. La verdadera sucesora del primer shinigami. La salvaremos y restaurará el equilibrio. ¡POR LA REINA!

     ─ ¡REINA! ¡REINA! ─gritaban las tropas al unísono.

Sandos los veía desde su posición en la retaguardia. Sentía tener que destruirlos, pero era su deber. Con una mano ordenó a su cuerpo de animales pesados que fuese invocado. Cientos de cajitas de música sonaron y surgieron elefantes, bueyes y rinocerontes.

     ─Atacad ─ordenó Sandos.

 Clarent comandaba el centro de la formación. Miró a su derecha y vio a su amigo Rudyt que alzó su puño y él le respondió de la misma manera con confianza.

     ─ ¡Quietos! ¡No os mováis! ─gritó Clarent.

Los animales cogían velocidad y estaban a cien metros, cincuenta metros, diez metros.

     ─ ¡AHORA!

La formación se abrió como un abanico. Todos en sincronización dejaron pasar a las bestias que, confundidas, consiguieron alcanzar algún shinigami, aunque las bajas fueron mínimas.

     ─ ¡Mandad a vuestros espíritus! ─gritó Clarent

Cincuenta animales rápidos, tigres, panteras y leones salieron  como centellas hacia el enemigo. Sandos cuando vio que sus fuerzas pesadas fueron burladas ordenó con furia.

     ─ ¡Qué den la vuelta esos animales! ¡RÁPIDO!

Aunque fueran espíritus, eran bestias pesadas y torpes que tardaban en darse la vuelta cuando lo consiguieron desaparecieron.

Los espíritus de los shinigamis de Alasthor ya habían llegado a la formación de Sandos y los soldados perdieron la concentración, ya que estaban ocupados defendiéndose. Éste ordenó movilizar los dos flancos con sus propios animales rápidos.

En el lado derecho de la batalla, los tigres, leones y lobos de Sandos se encontraron con los pesados que dirigía Rudyt. Los que no eran aplastados por su peso, eran destruidos por las espadas de los shinigamis de primera fila, que luchaban a destajo cortando cabezas. Peor lo  llevaban los soldados de las fuerzas de ataque  con  armas en el flanco izquierdo que dirigía con maestría el sargento Elian. El encontronazo los desequilibró al principio, pero rápidamente formaron una muralla donde se iban relevando mientras se cansaban en destruir animales salvajes. Alasthor vio que ese flanco tenía que aguantar y ordenó a Clarent que redirigiera a sus animales al lado izquierdo. Los cogieron por detrás y entre unos y otros empezaron a mermar. Sandos vio que le habían dejado libre el centro de la batalla ya que  habían desplazado a la izquierda las tropas centrales y ordenó a sus tropas frescas que relevarán a los anteriores. Rudyt vio que volvían los animales pesados a atacar y dio orden sin consultar a nadie de mover sus tropas al centro. El encontronazo de animales de la misma especie fue gigantesco. Alasthor vio la rapidez de reflejos de Rudyt que había parado el avance del enemigo y se sintió aliviado de haberle dado esa responsabilidad.

La batalla era una carnicería. Era un auténtico caos justo lo que Alasthor quería. Una batalla ordenada sería la victoria para sus enemigos. Les doblaban en número. Ahora la cosa se había igualado. Sandos no sabía dónde estaban sus líneas y su superioridad se había reducido. En el lado izquierdo Elian mantenía a raya con la ayuda de Clarent a los animales rápidos. El centro de la formación era un espectáculo de lucha de animales pesados que intentaban destruirse unos a otros y el lado derecho de Sandos había sido muy mermado por los animales pesados de Rudyt. Por lo que las pocas tropas que quedaban estaban siendo contenidas por los pocos elefantes que Rudyt había dejado en su movimiento al centro de la batalla.





Flanco Izquierdo



     ─ ¡Vamos aguantad! ¡Si no os matan esas bestias yo con mi espada os ensartaré por el culo! ─decía Elian a sus shinigamis mientras le cortaba la cabeza a un lobo. Sus soldados veían que él estaba el primero dándolo todo y siguieron a su sargento con orgullo de estar bajo su mando. Habían conseguido con la ayuda de los animales de Clarent mermar mucho a su enemigo.

     ─ ¡Clarent! ─éste se acercó a su antiguo sargento─. No rompas la formación. Sostén a los espíritus contrarios mientras nosotros acabamos con sus amos.

Clarent afirmó con la cabeza y  volvió a redirigir sus tropas para abrir un pasillo para que Elian pudiera pasar.

     ─ ¡ADELANTE!

El sargento encabezó a sus hombres que corrieron con sus espadas en alto hacia el enemigo. Los tigres y leones que iban a impedir su paso eran neutralizados con los propios de Clarent.

Sandos no podía creer lo que estaba viendo cuando vio la maniobra. Inmediatamente llamó a sus últimas tropas de reserva de ese flanco, pero aunque estaban haciéndole daño a ese sargento loco, éste seguía avanzando sin que sus espíritus pudieran pararle.

Alasthor sonreía desde la retaguardia. Ahora se verá porque fuisteis mi primera elección.

Las tropas de Elian llegaron a donde estaban los shinigamis. Éstos sin sus espíritus estaban en clara desventaja contra aquello soldados que habían entrenados para luchar cuerpo a cuerpo. Las espadas se empaparon de sangre. Sin compasión uno a uno fueron exterminados y sus cuerpos sin vida llenaron la explanada.



En el centro de la batalla



Aunque Rudyt estaba en menor número sus shinigamis aguantaban las envestidas de sus enemigos.

     ─Hay que darles tiempo para rodearles. ¡Aguantad!.

Los soldados veían como el lado izquierdo del enemigo estaba cayendo y eso les infundió más valor. Sandos en una maniobra desesperada intentó tapar su flanco derecho, pero una desorganización de sus tropas le llevó a crear una fisura en sus líneas. Cuando Rudyt la vio, dio orden de atacar avanzando.

     ─ ¡Ahora! ¡Aprovechemos!

Todos los shinigamis se movieron como si de un sólo ser se tratará y entraron en el caos de las filas enemigas. Sandos se unió a la batalla invocando un águila gigantesca que atacaba desde el aire con piedras enormes que recogía del suelo, pero cuando estaba subiendo con una, un dragón le atacó por detrás mordiéndola del cuello y tirándola al suelo. Sandos reconoció a Alasthor que se había unido a la contienda y supo que aquella batalla estaba perdida. Sus hombres, cuando vieron la derrota de su comandante, empezaron a huir. Sandos hizo lo propio y al cabo de unos minutos la explanada estaba repleta de cuerpos y shinigamis del ejército de Alasthor que gritaban.

      ─ ¡VICTORIAAAAAAA!

 Los soldados saltaban de alegría. Nadie hubiera dado nada por ellos antes de aquella batalla. Alasthor se situó en medio y sus tropas le observaron como a un dios guardando silencio con admiración.

     ─Esta victoria es vuestra y de los que han caído por ella ─todos agacharon la cabeza con respeto─. Partiremos al castillo. Hay una reina que debemos liberar.

     ─ ¡REINA! ¡REINA! ─gritaron todos a la vez mientras partían para intentar liberarla.

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