BATALLA DE GARSBURGO
Sandos estaba esperando a su padre como le había ordenado en aquella
posición. No había tenido ninguna noticia de él. Sabía por sus informes de
inteligencia que el ejército de Jawet venía directo hacía su situación y que
sabía de su existencia. Unos shinigamis con el uniforme a rayas habían estado
expiándoles. No había tardado mucho en averiguar las intenciones de su enemigo.
Un minúsculo grupo de fuerzas se acercaba por el sur a enfrentarle. Los vigías
que había posicionado le habían informado hacía unos minutos. Dedujo que si
habían mandado tan pocos shinigamis contra él era que ya sabían del ejercito de
su padre en su retaguardia. Aquello sería un triunfo total. No tenían nada que
hacer, eran solo doscientos. Había ordenado a sus soldados esperarlos en una
explanada a las afueras del pueblo.
Al cabo de dos horas empezó a ver a los soldados de Alasthor. ¿En
verdad pretenden ganar? Se
preguntó. Aquello era un suicidio en toda regla. Enfrente, Alasthor comandaba
las tropas. Sandos le reconoció al instante y se adelantó con cuatro guardias y
su homólogo hizo lo mismo. Se encontraron en medio de la explanada. Sandos
educadamente hizo una reverencia y Alasthor le imitó.
─No creo que sea un buen día para morir.
Es ridículo que me enfrentes no sois ni la mitad que mis shinigamis ─dijo
Sandos con confianza.
Alasthor observaba todos sus
movimientos. Se tomó su tiempo y respondió al hijo del general con respeto.
─No dudo de tus dotes para el mando ni de
la profesionalidad de tu ejército, pero estás ante las mejores tropas de
shinigamis. Uno de los míos es como dos de los tuyos. Por lo que yo no veo
desigualdad en esta batalla.
Sandos sonrió con ironía.
Había oído hablar de él aunque nunca habían coincidido. Cuando escuchó que por
amor se había unido a una humana y había desobedecido a su padre, él que nunca
osaría revelarse contra el suyo sintió cierto respeto hacia aquella persona.
Sabía de la dificultad de
realizar lo que uno quiere cuando eres manejado como una marioneta.
─Espero Alasthor, que sea una buena lucha.
Sentiré asesinaros. Siempre he sentido respeto por ti.
─Si hemos de morir, moriremos con honor.
Espero que al final de esta guerra que consume nuestro mundo podamos hablar con
tranquilidad. Tenía una imagen equivocada de ti. Salud y respeto.
─Salud y respeto ─contestó Sandos mientras
daba la vuelta y volvía a su formación.
Alasthor llegó ante sus
tropas y empezó a hablarles.
─ ¡Mirad! Mirad delante de vosotros con la
cabeza bien alta. Veis; sólo es un patético ejército temblando de miedo ante la
visión de las mejores tropas. Pues es verdad que ni sois la mitad que ellos,
pero ellos tiemblan porque saben que van a morir. Vosotros tembláis por la
emoción de matarlos. Porque ahí, delante, a pocos kilómetros en el castillo
está la esperanza. La verdadera sucesora del primer shinigami. La salvaremos y
restaurará el equilibrio. ¡POR LA
REINA!
─ ¡REINA! ¡REINA! ─gritaban las tropas al
unísono.
Sandos los veía desde su
posición en la retaguardia. Sentía tener que destruirlos, pero era su deber.
Con una mano ordenó a su cuerpo de animales pesados que fuese invocado. Cientos
de cajitas de música sonaron y surgieron elefantes, bueyes y rinocerontes.
─Atacad ─ordenó Sandos.
Clarent comandaba el centro de la formación.
Miró a su derecha y vio a su amigo Rudyt que alzó su puño y él le respondió de
la misma manera con confianza.
─ ¡Quietos! ¡No os mováis! ─gritó Clarent.
Los animales cogían velocidad
y estaban a cien metros, cincuenta metros, diez metros.
─ ¡AHORA!
La formación se abrió como
un abanico. Todos en sincronización dejaron pasar a las bestias que,
confundidas, consiguieron alcanzar algún shinigami, aunque las bajas fueron
mínimas.
─ ¡Mandad a vuestros espíritus! ─gritó
Clarent
Cincuenta animales rápidos,
tigres, panteras y leones salieron como
centellas hacia el enemigo. Sandos cuando vio que sus fuerzas pesadas fueron
burladas ordenó con furia.
─ ¡Qué den la vuelta esos animales!
¡RÁPIDO!
Aunque fueran espíritus, eran bestias pesadas y torpes que tardaban en
darse la vuelta cuando lo consiguieron desaparecieron.
Los espíritus de los shinigamis de Alasthor ya habían llegado a la
formación de Sandos y los soldados perdieron la concentración, ya que estaban
ocupados defendiéndose. Éste ordenó movilizar los dos flancos con sus propios
animales rápidos.
En el lado derecho de la batalla, los tigres, leones y lobos de Sandos
se encontraron con los pesados que dirigía Rudyt. Los que no eran aplastados
por su peso, eran destruidos por las espadas de los shinigamis de primera fila,
que luchaban a destajo cortando cabezas. Peor lo llevaban los soldados de las fuerzas de
ataque con armas en el flanco izquierdo que dirigía con
maestría el sargento Elian. El encontronazo los desequilibró al principio, pero
rápidamente formaron una muralla donde se iban relevando mientras se cansaban
en destruir animales salvajes. Alasthor vio que ese flanco tenía que aguantar y
ordenó a Clarent que redirigiera a sus animales al lado izquierdo. Los cogieron
por detrás y entre unos y otros empezaron a mermar. Sandos vio que le habían
dejado libre el centro de la batalla ya que
habían desplazado a la izquierda las tropas centrales y ordenó a sus tropas
frescas que relevarán a los anteriores. Rudyt vio que volvían los animales
pesados a atacar y dio orden sin consultar a nadie de mover sus tropas al
centro. El encontronazo de animales de la misma especie fue gigantesco.
Alasthor vio la rapidez de reflejos de Rudyt que había parado el avance del
enemigo y se sintió aliviado de haberle dado esa responsabilidad.
La batalla era una carnicería. Era un auténtico caos justo lo que
Alasthor quería. Una batalla ordenada sería la victoria para sus enemigos. Les
doblaban en número. Ahora la cosa se había igualado. Sandos no sabía dónde
estaban sus líneas y su superioridad se había reducido. En el lado izquierdo
Elian mantenía a raya con la ayuda de Clarent a los animales rápidos. El centro
de la formación era un espectáculo de lucha de animales pesados que intentaban
destruirse unos a otros y el lado derecho de Sandos había sido muy mermado por
los animales pesados de Rudyt. Por lo que las pocas tropas que quedaban estaban
siendo contenidas por los pocos elefantes que Rudyt había dejado en su
movimiento al centro de la batalla.
Flanco Izquierdo
─ ¡Vamos aguantad! ¡Si no os matan esas
bestias yo con mi espada os ensartaré por el culo! ─decía Elian a sus
shinigamis mientras le cortaba la cabeza a un lobo. Sus soldados veían que él
estaba el primero dándolo todo y siguieron a su sargento con orgullo de estar
bajo su mando. Habían conseguido con la ayuda de los animales de Clarent mermar
mucho a su enemigo.
─ ¡Clarent! ─éste se acercó a su antiguo
sargento─. No rompas la formación. Sostén a los espíritus contrarios mientras
nosotros acabamos con sus amos.
Clarent afirmó con la cabeza
y volvió a redirigir sus tropas para
abrir un pasillo para que Elian pudiera pasar.
─ ¡ADELANTE!
El sargento encabezó a sus
hombres que corrieron con sus espadas en alto hacia el enemigo. Los tigres y
leones que iban a impedir su paso eran neutralizados con los propios de
Clarent.
Sandos no podía creer lo que estaba viendo cuando vio la maniobra.
Inmediatamente llamó a sus últimas tropas de reserva de ese flanco, pero aunque
estaban haciéndole daño a ese sargento loco, éste seguía avanzando sin que sus
espíritus pudieran pararle.
Alasthor sonreía desde la retaguardia. Ahora se verá porque
fuisteis mi primera elección.
Las tropas de Elian llegaron a donde estaban los shinigamis. Éstos sin
sus espíritus estaban en clara desventaja contra aquello soldados que habían
entrenados para luchar cuerpo a cuerpo. Las espadas se empaparon de sangre. Sin
compasión uno a uno fueron exterminados y sus cuerpos sin vida llenaron la
explanada.
En el centro de la batalla
Aunque Rudyt estaba en menor número sus shinigamis aguantaban las
envestidas de sus enemigos.
─Hay que darles tiempo para rodearles.
¡Aguantad!.
Los soldados veían como el
lado izquierdo del enemigo estaba cayendo y eso les infundió más valor. Sandos
en una maniobra desesperada intentó tapar su flanco derecho, pero una
desorganización de sus tropas le llevó a crear una fisura en sus líneas. Cuando
Rudyt la vio, dio orden de atacar avanzando.
─ ¡Ahora! ¡Aprovechemos!
Todos los shinigamis se
movieron como si de un sólo ser se tratará y entraron en el caos de las filas
enemigas. Sandos se unió a la batalla invocando un águila gigantesca que atacaba
desde el aire con piedras enormes que recogía del suelo, pero cuando estaba
subiendo con una, un dragón le atacó por detrás mordiéndola del cuello y
tirándola al suelo. Sandos reconoció a Alasthor que se había unido a la
contienda y supo que aquella batalla estaba perdida. Sus hombres, cuando vieron
la derrota de su comandante, empezaron a huir. Sandos hizo lo propio y al cabo
de unos minutos la explanada estaba repleta de cuerpos y shinigamis del
ejército de Alasthor que gritaban.
─ ¡VICTORIAAAAAAA!
Los soldados saltaban de alegría. Nadie
hubiera dado nada por ellos antes de aquella batalla. Alasthor se situó en
medio y sus tropas le observaron como a un dios guardando silencio con
admiración.
─Esta victoria es vuestra y de los que han
caído por ella ─todos agacharon la cabeza con respeto─. Partiremos al castillo.
Hay una reina que debemos liberar.
─ ¡REINA! ¡REINA! ─gritaron todos a la vez
mientras partían para intentar liberarla.
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