lunes, 1 de abril de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 15 (primera parte)


Capítulo 15 de “Jantaro en el mundo de los Shinigamis”. Este capítulo al ser muy largo lo dividiré en diferentes entregas para haceros más fácil la lectura.

PREPARATIVOS

El sol ya asomaba por las montañas en la mansión de Jawet. Jantaro se había  acostado tarde aquella noche, pero los rayos diurnos que entraban por la ventana le despertaron. Gatira, a su lado en el sofá todavía estaba durmiendo. Habían estado hablando de Amelia, de su pelea durante horas y él había decidido arreglar las cosas a primera hora de la mañana. Además, debían de partir hacia donde se encontraba el ejército de Jawet, acampado. Según creía, era por su seguridad, aunque lo llevaba claro si pretendía utilizarle a él o a su nieta como armas en una guerra que no tenía nada que ver con su persona. Su decisión era irrevocable. No lucharía por los deseos de poder de un viejo corrompido por la amargura. Ahora podía defenderse y Amelia era aún más poderosa que él. No debían de temer a nada ni a nadie. Se presentarían ante el Señor de los Shinigamis y le explicarían claramente sus intenciones. Le pediría que remitiera el sello y los dos juntos con la madre de Amelia partirían a su realidad. Allí serían felices, pero sus pensamientos se esfumaron cuando oyó a una mujer gritar.
     ─ ¡Amelia! ¿Dónde estás? ¡Hija!
Es la voz de Esther. ¿Qué habrá ocurrido? Pensó asustado.
Salió de la habitación y se encontró con ella.
     ─ ¿Qué pasa Esther?
     ─Ah, Jantaro venía a buscarte. ¿Amelia está contigo?
     ─No. No la veo desde ayer ─dijo preocupado─. ¿Está bien?
     ─No la encuentro por ninguna parte. Cuando me he despertado no estaba en la habitación, pensé que podía estar a tu lado, que había salido para  reconciliarse.
Jantaro negó con la cabeza. Esto podría ser peligroso. Ese demonio puede estar ahí afuera todavía. Gatira apareció detrás de ellos con cara de dormida.
     ─ ¿Qué pasa? ¿A qué viene tanto escándalo? Él la respondió sin darse la vuelta.
     ─Es Amelia, parece que ha desaparecido.
     ─ ¿Qué…? ─Gatira se espabiló en un segundo.
     ─Rápido, debemos despertar a todos para que nos ayuden a buscarla.
     ─Sí. Vamos ─dijo Jantaro y cada uno fue a una habitación de la mansión para avisar a los otros.
Todos estaban ya enterados y se reunieron en el salón principal. Jawet  estaba nervioso, era obvio que esto no entraba en sus planes.
     ─Debemos dividirnos. Yo y Alasthor iremos a buscarla por los terrenos de afuera. Vosotros tres revisar la casa. También avisaremos a todos los criados para que nos ayuden a buscarla.
     ─Eso no será necesario Jawet. Ella está prisionera en el palacio del Señor de los Shinigamis ─una voz brotó de repente y apareció un hombre de unos cuarenta años vestido de negro y con un bombín.
     ─Retir, hijo de un chacal. ¿Qué haces aquí? ─preguntó el abuelo mientras todos se preparaban para atacarle.
     ─Tranquilos, he venido a ayudar.
Al instante, la espada de Vladimir estaba en su cuello.
     ─Habla rápido sino quieres que derrame tu sangre en el suelo.
 Retir ni se inmutó.
     ─Que violencia por los dioses. Encima que vengo a deciros lo que ha pasado esta noche…
     ─ ¿Quién eres? ─preguntó.
     ─Yo te lo diré ─interrumpió Jawet
     ─Él es Retir, jefe de información del cuerpo de shinigamis y sólo obedece a uno; su amo y señor.
     ─Que presentación más austera. Vengo a avisaros y ayudaros. Anoche vuestra compañera fue secuestrada y llevada al palacio. Yo vengó a ayudaros a rescatarla.
     ─ ¿Por qué? ─preguntó Alasthor.
     ─Bueno, os podría contar mil historias, aunque no me creeríais. Sólo os diré que sin mí, ella morirá. El Señor de los Shinigamis pretende absorber sus poderes y  cuando acabe, ella dejará de existir ─un escalofrío recorrió la espalda de Jantaro─. Chico para que veas que vengo de buena fe a ayudar, tengo un mensaje de ella para ti. Dice  que fue una tonta con eso de los celos, que te ama y que siente haber intentado golpearte con la lámpara.
     ─No le escuches, es un maldito espía a las órdenes de nuestro enemigo ─dijo Jawet con aire amenazante.
     ─ ¿Le corto la cabeza? ─preguntó Vladimir.
Si sabe lo de la lámpara es que ha hablado con ella. Ni siquiera se lo conté a Gatira.
     ─No. Déjale hablar.
Retir dio un paso hacia atrás, mientras Vladimir retiraba su espada. Se tocó el cuello y río con malicia.
      ─Ha estado cerca. ¿Verdad?
     ─Menos cháchara y cuéntanos todo lo que sabes ─dijo Gatira enojada.
     ─Ya os lo he dicho, fue secuestrada anoche y encarcelada en una torre. Sin mí nunca la rescataréis.
     ─No te necesitamos para nada.
     ─ Jawet, si te refieres al ejército que tienes acampado en la puerta norte, estás muy equivocado si crees que llegarás a tiempo para salvarla. Se necesitan tres días para que el conjuró de absorción de Ki empiece y si eso ocurre ella estará perdida. Aunque consiguieras derrotar a las tropas rivales, deberás tomar después el castillo. No sé, pero los cálculos no me salen.  Muy justo diría yo.
     ─ ¿Qué propones?
     ─ ¡Alasthor! ─le gritó Jawet
     ─Calla padre, es mi hija ─y le miró con severidad mientras sentía la mirada de Esther detrás de él─. ¡Dinos, responde!
     ─Yo propongo que el ejército ataque para movilizar sus tropas mientras un grupo de cuatro nos infiltramos en el palacio.
     ─ ¿Cómo vas a hacer eso? No se puede entrar en el mundo shinigami sino es por una puerta.
     ─A no ser que tengas esto ─y sacó de su bolsillo del pantalón el amuleto con forma de shinigami.
     ─Un pase especial para ir sin control. Muy agudo ─dijo Alasthor.
     ─Jantaro, ¿qué piensas? ─preguntó Gatira.
     ─ Que éste tipo no me gusta. Que estoy harto de que me metan contra mi voluntad en batallas y que no voy a permitir que le hagan daño a Amelia. Seguiremos su plan de momento, pero si veo que nos traiciona o que nos lleva a una trampa, le cortaré en tantos pedazos que no habrá diferencia entre su oreja y su pierna. ¿Me ha entendido? ─y esto último lo dijo lentamente para que Retir lo comprendiera claramente.
     ─Está bien, la amenaza sutil está captada. Nos veremos en el campamento que tenéis dentro de unas horas. Yo debo ir a una reunión de mando. Será más fácil para todos saber la estrategia del Señor de los Shinigamis en el campo de batalla.
Desapareció al  instante y todo se quedó en silencio. Al fin Esther se movió y le dio un abrazo a su antiguo marido.
     ─Paul, tráemela de vuelta ─dijo mientras lloraba sin soltarle. La expresión de Alasthor era totalmente sincera.
     ─Te prometo que no la pasará nada. También es mi hija.
Jantaro los observaba con el corazón en un puño. Unas lágrimas también afloraron en sus ojos. Gatira cogió la mano de Vladimir y éste la apretó con fuerza.
     ─Debemos partir ─interrumpió Jawet─. Aunque antes toma. Si te enfrentas al Señor de los Shinigamis la necesitarás.
Extendió sus brazos y le entregó la espada Ilander. Jantaro la recogió con sus manos.
La cara de Vladimir cambió cuando la vio y eso no le pasó desapercibido a Jawet ni tampoco por desgracia a Gatira.El plan del señor del inframundo estaba siendo demasiado perfecto. Si la espada está aquí, el príncipe Asino está muerto, pensó. Miro de reojo a Gatira y vio como ésta no le quitaba el ojo de encima y notó una sequedad en la garganta, una sequedad que le impedía tragar.
     ─Bien partamos de inmediato. La guerra por el mundo de los shinigamis va empezar…─ Jantaro le interrumpió.
      ­─Tú haz lo que quieras anciano. Yo sólo voy a salvar a Amelia, lo demás no me importa y además, te diré otra cosa, acabaré con aquel que se interponga en mi camino.
Jawet calló, pero eso era exactamente lo que él quería: Un loco vengador.

El palacio del Señor de los Shinigamis

Amelia oyó unos pasos que se acercaban y dejó inmediatamente de controlar su Ki. La puerta se abrió y un shinigami de  más dos metros de altura tuvo que agachar su cabeza para poder pasar por ella, vestía una túnica negra roída y su corona le hizo pensar que podría ser el Señor de los Shinigamis. Temblaba de miedo ante la presencia de aquel ser espeluznante.
     ─Hola Amelia ─le saludó con cortesía, aunque ella no podía pronunciar palabra alguna.
     ─Veo que sabes la gravedad de tu situación y supongo que habrás adivinado quien soy ─Ella se arrinconó más a una esquina─. Tu silenció me confirma que sí. Quiero que quede clara una cosa. Nunca saldrás de aquí. Tus amigos serán destruidos y Jantaro terminará trabajando en mi provecho. Tus poderes serán míos y tu nombre será borrado de la historia de nuestra raza, pues con tu desaparición la descendencia del primer shinigami habrá finalizado.
Empezó a andar por la sala como un profesor que le explica la lección a un niño.
     ─ Por si no lo sabes, tú desciendes del primero. De aquel que gobernó nuestro mundo hasta que yo, su mano derecha, lo asesiné. Tomé el trono pero nunca conseguí lo que yo más anhelaba. Controlar al  Haborym, el espíritu más poderoso que uno de nuestra raza haya podido convocar.
Tuve que desterrarle, y ahora tú me darás la llave que me brindará su poder y así podré hacer frente a los otros tres inmortales que gobiernan todas las realidades.
Amelia escuchaba atenta la explicación y sacó valor para hacer una pregunta.
     ─ ¿Si mi descendiente era tan poderoso como pudiste acabar con él?
El señor de los Shinigamis paró de andar y la observó con curiosidad.
     ─Así que sabes hablar. Bien, te lo diré, ya que de aquí a tres días morirás. Tuve ayuda. El Señor de los Cuatro Elementos se alió conmigo y me dio el poder para derrotarle.
Amelia se quedó de piedra, era la segunda vez que escuchaba ese nombre.
     ─ ¿Quién es el Señor de los Cuatro Elementos?
     ─Es unos de los cuatro inmortales. A mi entender el más peligroso de todos ellos. Aunque basta ya de hablar de lo que ya fue. Hablemos de lo que será. ¡Menfist ven! Hay que empezar el ritual.
El mayordomo del Señor de los Shinigamis apareció por la puerta con un cuchillo en la mano. Amelia lloraba de miedo; mientras éste, se acercaba a ella con una mirada opaca y sin emociones. Cogió su brazo y ella intentó defenderse pero no pudo zafarse. Menfist sacó un frasco pequeño y vacío, e hizo una incisión en la piel de ella con precisión. Amelia soltó un grito de dolor, más por el terror que sentía que por la minúscula herida. Gotas de Sangre cayeron dentro del tarro hasta llenar la mitad y el shinigami la soltó. Ella miró su brazo dolorido, pero el corte era insignificante.
El Señor de los Shinigamis empezó a reír.
     ─ ¡Ja, ja, ja! Te necesito fuerte tonta. Esto es solo para dibujar el símbolo en el haremos el conjuro dentro de tres días para arrebatarte tus poderes.
Se  acercó a la asustada Amelia y señaló el brazalete.
     ─Es una obra de arte. ¿Verdad? Lo construyó mi mejor herrero. No esperes escapar, pues ni yo mismo podría liberarte.
Salió de la celda con aire decidido dejándola sola, aterrada, pero Amelia sabía que tenía una posibilidad si conseguía rebajar su energía al cero por ciento. Se secó las lágrimas con la manga de su camiseta y valientemente volvió a su propio entrenamiento.
El Señor de los Shinigamis bajaba la escalera que llevaba a la sala del trono, unos pasos atrás le seguía su leal mayordomo.
     ─Menfist, ve con la sangre y mezcla ésta con la pócima, después con el resultado, dibuja el símbolo para la ceremonia. Hazlo con mucho cuidado y siguiendo al pie de la letra las especificaciones que te di. Luego cierra la sala de ceremonias para que no se perturbe su poder. En tres días estará listo y yo podré al fin tener lo que llevo más de diez mil años esperando.
     ─Sí, mi señor. Así lo haré ─y con una reverencia se dirigió por el camino contrario al de su amo.
El Señor de los Shinigamis abrió una puerta doble y se encontró con cinco hombres y una mujer que al verle al unísono se arrodillaron ante él. Estaban en el salón del trono y allí fue a sentarse con la convicción de sentirse el más poderoso de los presentes.
     ─Levantaos. Os he llamado para ultimar los preparativos para eliminar esta rebelión. Retir, como jefe de información danos un avance.
     ─Mi señor, se está congregando un ejército de más de mil shinigamis  leales a la causa de Jawet.  Tienen a su servicio según mis espías: espíritus de animales pesados, unos doscientos, animales rápidos como tigres, leones y lobos, unos trescientos más del tipo superior de los cuales desconocemos su poder. Se habla de un cuerpo especial, pero no sabemos exactamente  cual es. Varios agentes nuestros han muerto en su campamento intentando averiguarlo. Sólo la mano derecha de Retir, un shinigami llamado Softor que es además el comandante en jefe, sabe exactamente cual son sus cometidos en el campo de batalla. Lo más probable es que crucen la puerta norte mañana por la mañana.
Todos los presentes guardaron silencio con la exposición de Retir. Cuando acabó, el Señor de los Shinigamis miró al hombre que estaba su derecha. Tendría unos cincuenta años y su cara estaba surcada por varias cicatrices que le hacían tener un aspecto curtido y altanero. Vestía un uniforme azul con pantalones verdes que  sujetaba con un cinturón negro de tela. Ésta era la vestimenta de las tropas regulares del ejército de su raza. Los shinigamis.
     ─General Kalmin ¿en qué estado están nuestras tropas y nuestras defensas?
El general dio un paso adelante mientras miraba con  desdén a Retir.
     ─Tenemos trampas caza espíritus en la puerta norte, lo que hará mermar sus efectivos. Nuestro ejército cuenta con dos mil shinigamis fieles a tu causa mi señor, entrenados por mis oficiales. Son los mejores, sin duda y no tenemos miedo a ningún cuerpo especial inexistente que habrá sido utilizado para desinformarnos ─aquí se detuvo unos segundos dejando claro su posición clara ante Retir─. Nuestras tropas se componen de quinientos espíritus de animales pesados, otros quinientos de animales rápidos y unos mil de nuestras fuerzas especiales.
 Son shinigamis que ya han tenido más de una batalla y sus espíritus pueden controlar el agua, la tierra y el viento. La victoria está asegurada
El Señor de los Shinigamis sopesó lo que había oído y volvió a preguntar a su general.
     ─ ¿Qué tipo de formación de combate utilizarás Kalmin?
     ─Yo tomaré el mando del bloque central mandando primero a los animales pesados para hacer más estragos en el enemigo. El flanco derecho será dirigido por mi hijo Sandos ─indicó señalando a un joven de unos veinticinco años que estaba a su lado con el mismo uniforme que él─. Estará formado con los animales más rápidos para intentar rodear al enemigo. El flanco izquierdo lo dirigirá mi sobrino Paris ─y se dio la vuelta hacia a un joven de igual edad que el otro pero con la faz de la cara  más gris, como si hubiese pasado por muchos más infortunios en la vida que su primo─. Con el mismo cometido que mi hijo. Las segundas, terceras y cuartas líneas del bloque central estarán compuestas según experiencia y poder en combate. Haciendo así que el enemigo se desgaste, mientras mis mejores tropas queden frescas en la retaguardia para la lucha. Mientras, las de Jawet estarán ya sin fuerzas.
     ─Un plan magnifico, general. Buen trabajo. ¿Y tú Partus? ¿Qué opinas?
Un hombre alto, moreno, de dos metros, con unos músculos muy desarrollados y que vestía un uniforme parecido al del general, con la diferencia de que llevaba un escudo bordado con un águila, habló.
     ─Como jefe de vuestra guardia no soy quien para opinar sobre las tácticas de tan gran estratega como es el General ─e hizo un gesto con la cabeza hacia el otro como signo de respeto─. Pero no debemos olvidar que Retir es el jefe de información más competente que habido nunca en nuestro mundo ─y repitió el mismo gesto con el otro─. Si él dice que hay un cuerpo especial con poderes que no entendemos, debemos hacer todo lo posible para hallar más información y así tener todas las posibilidades cubiertas, mi señor.
El señor de los Shinigamis sonrió.
     ─Tu siempre tan correcto, aunque tienes razón, no debemos dejar ningún dato al azar. Así se hará. Seguiremos el plan del General, mientras que Retir partirá al campamento enemigo a obtener la información. Tienes hasta mañana.
El otro se arrodilló y con un gesto inexpresivo dijo.
     ─Partiré cuando acabe la reunión, me encontraré por la mañana con el general Kalmin para darle un informe detallado.
El Señor de los Shinigamis miró ahora a Partus y a los otros dos que le acompañaban. Una era una chica morena con el pelo largo y de una belleza poco común. Se llama Lisandra. El otro, un hombre, era en cambio delgado, con las facciones demacradas, iba encorvado y sus ojos eran de un color negro intenso. Su nombre era Fearer. Los dos vestían el águila en su uniforme.
     ─Sabed todos que la nieta de Jawet está prisionera en el palacio. Seguramente intentarán rescatarla mientras la batalla se produce. Sartus, Lisandra y Fearer, vosotros guardaréis el castillo. Traeréis a mi presencia al muchacho que va con ellos y eliminaréis al resto. Responde por el nombre de Jantaro.
Los tres se arrodillaron y al unísono respondieron.
     ─ ¡Sí, mi señor!
     ─La reunión ha terminado, id  y cumplid  vuestro cometido, sabed que el futuro de nuestra raza está en vuestras manos.
Los seis se inclinaron y partieron. El Señor de los Shinigamis se quedó solo en su trono saboreando ya los poderes de Amelia, la destrucción de Jawet junto con su asqueroso clan y la utilización de Jantaro para devolverle la jugada al señor de Larimar.
Retir andaba complacido por lo bien que había sabido manejar la reunión. Había estado dudando en dar el dato de las  fuerzas especiales de Jawet, pero al final se decidió a utilizarlo. Si no hubiera mencionado Partus el ir a investigarlo, él mismo lo hubiera propuesto. Ahora si algún espía  del general le estaba vigilando, tendría una excusa. En estos momentos debía convencer a esa rata de Jawet de que movilizara sus tropas en la puerta sur, donde el enemigo no le esperaba.
Es tan retorcido que sólo con la verdad se le podrá convencer, pensó mientras se trasportaba al campamento 

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