Campamento del ejército de Stalet, puerta norte.
Jantaro, Gatira, Vladimir, Alasthor y Jawet se
aparecieron en un valle. El ruido
ensordecedor que les recibió les preparó para lo que iban a ver. Miles de
tiendas de campaña blancas se asentaban en el horizonte. Soldados con uniformes
grises con franjas negras se movían por el sitio también a miles.
El movimiento era desenfrenado. Algunos estaban
trasformados en shinigamis y utilizaban sus espíritus en entrenamientos y
tácticas de batalla. Había animales con forma etérea que luchaban contra otros
de distintas especies. Unos tigres corrían en línea recta para luego dar un
salto en el aire todos al unísono. Jantaro nunca había visto una cosa igual. El
ejército de Jawet era sin duda grandioso. La disciplina se notaba en el
campamento, no había ni un soldado tumbado o sentado, todos estaban haciendo
alguna tarea y el ambiente denotaba un férreo propósito de lucha.
Jawet cogió una bocanada de aire con orgullo y después
de soltarla dijo.
─Os presento al ejército de Stalet.
Todos miraron sorprendidos al abuelo menos Alasthor,
que tenía la vista perdida hacia donde estaba la puerta que llevaba al mundo de
los shinigamis. Gatira preguntó lo que todos estaban pensando.
─ ¿Por qué se llama el ejército de Stalet?
Se llama así en honor a mi descendiente,
el primer shinigami. Ese era su nombre ─respondió con orgullo hinchando el
pecho─. Seguidme, debemos de prepararnos para una guerra.
Se adentraron en el campamento. Los soldados se
inclinaban ante Jawet cuando pasaba cerca de ellos y miraban con curiosidad a
sus acompañantes. Jantaro se fijó en unos soldados que luchaban a espada
descubierta, a diferencia de sus compañeros que utilizaban espíritus. De
repente se pararon y Jantaro volvió a mirar hacia delante para ver que un
hombre de unos cuarenta años, de estatura media y cara agradable se acercaba a
ellos con paso marcial. Vestía igual que los otros soldados, con la diferencia
de que llevaba una casaca de color verde. Se inclinó ante el abuelo y echó una
mirada a sus acompañantes, pero Vladimir pudo ver que se detenía más tiempo en
Alashtor. Al fin, con una voz ronca habló.
─Mi señor Jawet. Todo está preparado como usted me indicó.
La cara del abuelo denotaba felicidad.
─Excelente. Os presentaré, él es el comandante en jefe de mis tropas, su
nombre es Softor. Ellos son Gatira, Vladimir, Jantaro y ya conoces a mi hijo
Alasthor.
A todos sonrió menos al último, al que
sólo le dedicó un leve movimiento de cabeza.
Dos soldados habían parado de practicar con la espada
y miraban en dirección a ellos. El más joven se llamaba Clarent y era un
muchacho de unos dieciocho años, de pelo rubio y actitud altanera. Su
acompañante, más mayor y de unos treinta años, se llamaba Rudyt. Era moreno y
muy alto.
Se llevó la espada al hombro y con curiosidad le
preguntó a su amigo.
─ ¿Quién será el muchacho que estaba observándonos? Tú perteneces a la
nobleza, deberías saberlo.
─Ni idea. No le había visto en mi vida, aunque debe ser alguien importante
para ir con el Señor Jawet ─respondió Clarent.
─ ¿A los otros tres tampoco los conoces?
─Uno de ellos; mira, el más mayor ─y señaló a Alasthor─. Es el hijo de
Jawet.
Rudyt se fijó bien y afirmó con la cabeza.
─Sigamos con las prácticas ─le dijo a Clarent.
─Estoy harto. No entiendo porque yo, un poderoso shinigami pertenezco a
un escuadrón de perdedores que lo único que hacen es jugar con estos
cuchillitos ─y se detuvo a mirar su espada con cara de asco.
─Perdone su excelencia, creo recordar que cuando llegaste al campamento
con tu sangre noble de la que tanto alardeas, le dijiste al sargento que por la
causa harías cualquier cosa.
Rudyt se tapó la cara riéndose y cuando Clarent le
vio, le soltó un mandoble con su espada que él otro rápidamente le paró.
─Sí, es verdad, pero yo no sabía ni de la existencia de…─y dejó un
momento de luchar. Para volver al instante─. Sí, ya me acuerdo como dijo el
sargento, “fuerzas de ataque con armas”. Además mírate tú, eres un mercenario.
─Es cierto que me mueve el pago de almas que
nos han prometido al final de la contienda, además tengo mis razones
personales. El Señor de los Shinigamis decidió un día que todos fuéramos sus
esclavos y como tales, no pudiéramos tener ningún derecho. Mi familia murió de
hambre por las nuevas leyes promulgadas por él. Mi hija sólo tenía siete años y
ese bastardo nos acribillaba a impuestos. Daría lo que fuera para tenerle
delante y enseñarle lo que es justicia.
Con rabia empezó arrinconar a su compañero
que terminó en el suelo sin su arma. Le tendió la mano a su amigo y le ayudó a
levantarse.
─Perdona, es que me hierve la sangre cada vez que me acuerdo de mi
pequeña.
─Tranquilo amigo. Mira; el grupito de elegidos están entrando en la
tienda de mando ─y los siguieron con la mirada mientras Vladimir que iba el
último pasó al interior franqueando a dos shinigamis que la guardaban.
Todos se reunieron alrededor de un mapa
que señalaba el terreno donde se iba producir la batalla. Jantaro, a la derecha
de Gatira estaba nervioso. Él no quería perder el tiempo, Amelia estaba en
peligro. ¿Dónde estaba el hombre del bombín? Se preguntaba una y otra
vez. Fue Softor el que interrumpió sus
meditaciones.
─Tenemos un plan que debería aplastar al enemigo. Nuestro cuerpo
especial ya está preparado.
Alasthor, con curiosidad por primera vez
desde que había llegado al campamento preguntó.
─ ¿Cuál? ¿Los shinigamis que estaban luchando con la espada?
Softor no pudo contener la risa y Alasthor le lanzó
una mirada de odio y con una voz cargada de ira se dirigió a él.
─ ¿Qué te hace tanta gracia? Si puedo saberlo, yo también quiero reírme.
Jawet, que sabía que las peleas internas
no eran buenas, le interrumpió.
─No creo que él se riera de ti, hijo, pero pensar que esos desgraciados
que van a ser carne de cañón puedan ser nuestra arma secreta contra el enemigo.
¿Cómo decirlo? Es un poco ridículo.
Softor siguió con la explicación de Jawet.
─Yo me refería a un grupo de verdaderos shinigamis que han sido
entrenados en la creación de ilusiones ─miró a Vladimir y señalándole─. Invocan
a espíritus de brujos que tienen un poder parecido al tuyo. Según creo
─Vladimir afirmó con una pequeña inclinación─. Estarán en los flancos derecho e
izquierdo de nuestra formación para crear la confusión en nuestros enemigos.
─Deberás hijo, familiarizarte con
ellos. Pues tú mandarás el flanco izquierdo de nuestra falange. El derecho lo
comandará Softor y yo el bloque central.
─Me parece una idea genial.
Todos miraron a su alrededor hasta que de la nada
surgió Retir, quitándose el bombín para saludarlos.
─Buenas tardes a todos.
Softor fue el que más asombrado quedó del grupo allí
reunido. Ya se estaba convirtiendo en shinigami cuando Retir le tocó el hombro
y le hizo un gesto negativo con su cabeza. Éste volvió a su forma humana.
─ ¿Cómo ha entrado aquí?, es imposible. Hay trampas en todos los niveles
─dijo inquieto Softor.
─Bueno, yo nunca revelo mis secretos, pero deberíais atacar por la
puerta sur. La del norte está plagada de trampas que sin duda reducirán
vuestros efectivos en gran medida. Y el ejército del general kalmin os está
esperando con sus dos mil shinigamis.
Softor se río a cargada limpia.
─ ¡Ja, ja, ja! De veras cree este imbécil que vamos a hacerle caso. ¡Al
jefe de información del enemigo!
─Eso es exactamente lo que vamos a hacer, moveremos las tropas a la
puerta sur de inmediato ─dijo Jawet
La cara de Softor parecía un poema.
─Con todos mis respetos mi señor,
pero no creo que eso sea razonable.
─ ¡Basta! ¡Mis órdenes no se discuten!
─Gritó con indignación.
Éste se cuadró, mientras Alasthor le
miraba sonriéndole.
─Sí, señor. Enseguida ordenaré los preparativos. Y salió de la tienda a
toda prisa.
─Creías que me ibas a engañar Retir. Tú nunca nos dirías la verdad.
Pensaste que yo sabría que nos estabas mintiendo y tú contabas con ello. Lo has
hecho para que fuera con todo hacia la puerta norte, aunque no te ha salido la
jugada.
Retir no movió un gesto de su cara. Sabía que ahora todos
estaban observando su reacción. Se inclinó hacia Jantaro.
─ Si queremos salvar a tú novia deberíamos partir ya.
Jantaro tocó el brazo de Gatira con excitación, había
llegado el momento. Vladimir también la estaba
agarrando. Una forma literal de sentir la presión del momento.
Jawet observó a Retir esperando cualquier reacción de su
rostro, sin embargo el otro era un genio cuando se trataba de ocultar sus
emociones. Lo que estaba claro, dedujo Jawet era que debía partir el primero
por si se le ocurría avisar al general Kalmir de su posición o de su estrategia de cara al combate que se
avecinaba. Con autoridad y en un tono rotundo dijo.
─Lo siento, pero deberéis esperar.
Todos a la vez se dieron la vuelta hacia él.
─Perdone, ¿Qué quiere decir con eso? ─dijo Jantaro con una media
sonrisa.
─No puedo permitir que partáis ahora. Si sois capturados nuestro plan
podría verse en peligro y si Retir sólo está jugando con nosotros por orden del
Señor de los Shinigamis irá corriendo a infórmale de nuestros planes.
La sangre se le estaba subiendo a la cabeza a Jantaro.
Gatira, que notó que su amigo iba a explotar se
adelantó a él.
─Disculpé, pero nosotros tenemos que rescatar a alguien. ¿Recuerda?
─Jantaro se relajó un momento al ver que no
estaba solo─. Y si no lo recuerda, es su nieta.
─Crees que no quiero salvarla, eso es estúpido. Nosotros no podemos
partir hasta mañana cuando amanezca. Sólo con los primeros rayos del sol
podremos abrir la puerta. Normalmente no sería de esta forma, pero han puesto
barreras que debemos de romper para poder entrar.
Jantaro escuchó
pacientemente recordando que no debía perder el control. Hizo un gran esfuerzo
y habló tranquilo y pausado.
─Jawet, no me concierne su guerra, no es mi problema. nosotros sólo
queremos que Amelia sea liberada. Cuanto más tiempo perdamos aquí, hará que el
plazo de los tres días vaya agotándose. No necesitamos su permiso. Nos vamos
ahora.
Softor apareció
por la puerta de la tienda, Jawet le vio y sopesó sus posibilidades. Podía
obligarles a quedarse aunque eso le llevaría a una lucha estúpida y sin
sentido. Se decantó al fin por intentar razonar.
─Mira Jantaro, debes de entender que todavía hay tropas del enemigo
establecidas cerca del palacio. Con nuestra entrada en el mundo de los shinigamis,
el general Kalmin tendrá que utilizar hasta su último hombre, entraremos por la
puerta contraria a la que nos está esperando. Sólo por esperar unas horas más,
harás aumentar potencialmente las
posibilidades de salvarla. La paciencia
es una virtud y atacar en el
momento preciso puede ser la diferencia
de encontrarla con vida a perderla para siempre.
Retir leyó entre líneas la pomposa explicación del
abuelo, quizá lo que él decía era lo más razonable. El General de esta manera,
tendría que movilizar a todo hombre disponible para contrarrestar al enemigo.
─Jantaro espera, creo que Jawet tiene razón. Debemos partir después de
ellos.
Éste no quería creer lo que le decían y buscó apoyo en
Vladimir, Alasthor y Gatira, pero cuál sería su sorpresa cuando Vladimir puso
su mano sobre su hombro y dijo.
─Yo también estoy de acuerdo con ellos. Tendremos más posibilidades si
esperamos.
Gatira afirmó con la cabeza y Alasthor se mantuvo en silencio. Jantaro al
fin tuvo que rendirse.
─Está bien. Claudicaré por una vez.
Jawet se dio la
vuelta hacia Softor. Éste vio que esperaba su informe.
─Mi señor, las tropas están formadas y dispuestas.
─Bien, que se vayan congregando en la otra puerta en grupos de
doscientos. En tres horas debemos de levantar el sitio.
Softor se
cuadró e hizo una pequeña reverencia, saliendo para trasmitir las órdenes a sus
soldados.
Clarent y Rudyt
estaban solos en el río lavándose la cara después del duro entrenamiento,
cuando su sargento llegó apresurado.
─ ¿Dónde estabais vosotros dos? Se ha dado orden de formar y no os
encontraban en el campamento.
Rudy le señaló el río y con desdén dijo.
─Pues refrescándonos. ¿Qué vamos a hacer?
─Menos bromas o pasaréis una temporada arrestados. Se ha decidido
levantar el sitio, nos vamos a la puerta sur. Coged vuestras cosas ¡rápido!,
debéis ayudar a cargar el material y daros prisa u os meteré mi garra por el
culo. ¡Moveos!
Los dos
soldados salieron corriendo hacia el campamento.
─ ¿Tú entiendes algo? ─preguntó Clarent.
─Seguramente será una táctica para desorientar al enemigo ─se quedó unos
segundos en silencio.
─ ¿Qué pasa amigo?
─Estaba pensando, ojalá los otros no hayan llegado a la misma conclusión
y esto se convierta en una emboscada.
Clarent siguió corriendo en silencio.
Ojalá,
pensó
Campamento del ejército del General Kalmin.
La noche ya
había llegado en el mundo shinigami y en
la puerta norte que daba entrada al mismo se veían miles de fogatas encendidas. Un numeroso ejército
estaba acampado a dos kilómetros de ella. Los soldados, algunos en su forma
humana y otros como shinigamis cenaban doble ración de comida. El general había
dado orden de repartir más alimentos aquella noche para que sus tropas
estuvieran fuertes al día siguiente, el día de la batalla. El alcohol se había
prohibido bajo pena de muerte. Aunque no se pudiera beber los soldados
agradecieron el poder comer más. Últimamente era difícil encontrarse algo que
llevarse a la boca y muchos campesinos se habían tenido que enrolar en esta
guerra para poder sacar a sus familias adelante. Los niños y los viejos, como
siempre, eran los primeros en perecer. Las nuevas leyes que había impuesto el
Señor de los Shinigamis les prohibían ir al mundo humano, dejándoles sin forma
de subsistir ya que todo lo que se producía era solo para unos cuantos que
tenían todos los derechos sobre ellos.
De todas formas
el ambiente era festivo. El general había prometido grandes recompensas a
aquellos que demostrasen su valía en el
campo de batalla. Y una cosa era cierta y todos lo sabían, éste nunca faltaba a
su palabra.
La tienda de
mando estaba en el centro del campamento. Afuera, dos shinigamis gigantescos
guardaban sus puertas. Éstos no hicieron ningún movimiento por impedir a Sandos,
el hijo de Kalmin, pasar a la tienda de su padre.
─Mi general, los preparativos de la puerta norte han sido finalizados.
Sus cuerpos quedarán calcinados cuando la crucen mañana.
Kalmin miró a
su vástago con orgullo y le hizo un gesto para que se sentase. El otro obedeció
y se puso a su derecha.
─Bebamos por la batalla de mañana ─dio una palmada y un hombre de
cincuenta años vestido de uniforme apareció ante él─. Trae una botella de vino
─le ordenó
El otro haciendo un gestó de respeto desapareció, para
volver enseguida para servir a su señor.
─Brindemos por la victoria y por el nombre de nuestra familia. Después
de mañana será la más influyente y poderosa.
Las copas de cristal sonaron al golpearse la una
contra la otra, pero no llegaron a llevárselas a la boca porque Paris, el
sobrino de Kalmin, entró corriendo y sin aliento en la estancia.
─General, traigo noticias preocupantes ─Kalmin se le quedó mirando
mientras el otro respiraba agitadamente─. Según nuestra última información, el ejército
de Jawet se está movilizando en la puerta sur ─el general arrojó con fuerza la
copa contra el suelo, haciéndola añicos, mientras se levantaba agitado y
furioso.
─Dime, deprisa. ¿De quién es esa información? ¿De un espía de Retir o de
uno nuestro?
Paris respondió
confiado, sabedor de la veracidad de las noticias que traía.
─Es de los nuestros. Él es mi mejor agente, respondo con mi vida por él.
Acaba de llegar de allí.
─Que pase enseguida.
Un soldado con el uniforme de las tropas de Jawet cruzó la puerta,
cuando los dos soldados que la custodiaban oyeron la orden de su general
Era un hombre de treinta años con el pelo moreno y
facciones vulgares. Pasaría inadvertido en cualquier lugar; lo que era una
cualidad en su trabajo.
─Cuéntame. ¿Qué eso de que están
levantando el campamento?
El hombre respondió breve y conciso.
─Sobre la seis de la tarde llegó Jawet acompañado de su hijo y tres
personas más que no conocía. Entraron con Softor a la tienda de mando y a la media
hora salió el comandante que nos dio orden de movilizarnos. Íbamos a partir,
pero le escuché mascullar algo sobre Retir ─el general escuchaba atentó. Habían
capturado a esa rata y había informado sobre nuestros planes, pensó. El
espía continuó hablando─. Al fin se nos dijo que iríamos a la puerta sur y
comenzamos a marcharnos en grupos de doscientos. Yo no pude escabullirme hasta
tres horas después. Creó que el sargento de mi compañía sospecha de mí.
Kalmin no daba
crédito a lo que oía, aunque conocía a su sobrino lo suficiente para saber que
si avalaba a ese hombre, éste no mentía. No había tiempo, había que mover al
ejército y ellos no se podían trasportar de un lugar a otro dentro del mundo de
los shinigamis sólo lo podían hacer en el humano. Levantando el campamento
ahora, tardarían varios días en llegar, aquello era una catástrofe. El general se quedó en blanco, sin saber que
hacer por primera vez en su vida. Todos esperaban sus órdenes en silencio.
Entonces Paris se atrevió a hablar.
─Si me dejáis mi señor, yo tengo una idea ─los ojos de Kalmin se
abrieron como platos. Con un movimiento de su mano, impaciente, le dio orden de
proseguir─. Es un plan arriesgado, aunque creó que puede funcionar. Yo abogo
por entrar en el mundo humano por la puerta norte cuando ya todas las tropas de
Jawet se hayan materializado en la del sur. Esperamos que ingresen en nuestro
mundo mientras nosotros los cogemos por detrás y los sorprendemos por su
retaguardia. Podíamos mandar mensajes a nuestras reservas en esa zona para que ataquen
por el norte, entreteniéndoles hasta que nosotros lleguemos sorprendiéndoles
por detrás.
La cara del General cambió radicalmente. Aquello era
una genialidad. Miró a su hijo y deseó que se le hubiera ocurrido a él. Sandos
se dio cuenta y lanzó una mirada de odio a su primo.
─Rápido, traedme un mapa de la zona sur ─un sirviente llegó
instantáneamente con uno en la mano y lo puso sobre una mesa. Luego se retiró
con cautela.
─Bien, veamos ─se acercaron los tres a mirar─. Aquí está la entrada a
nuestro mundo ─y señaló a un valle dibujado─. Si la puerta sur tiene puestas las barreras, sólo se puede
cruzar con la primera luz de la mañana y por el lado humano no se pueden
romper. Deberemos esperar un día para cruzar.
El
general se alejó del mapa y se dirigió a su sobrino.
─Muy bien Paris, se nota que eres de mi sangre. Empezad los
preparativos. Lo primero, desactivad las trampas y quitad las barreras para que
podamos viajar de noche.
Que
todas las tropas estén preparadas para entrar en el mundo humano en tres horas.
Mandad un mensaje a la guarnición del sur que se vayan preparando para la batalla. No les contéis nuestros
planes ─y se dio la vuelta hacia su hijo─.
No, mejor. Toma ─le lanzó un
talismán con forma de shinigami─. Parte hacia el mundo humano y después
ve a comandar la guarnición. Sandos lo cogió en el aire y supo al instante que
su padre le estaba dando una oportunidad para sentirse orgulloso de él.
Kalmin volvió a
acercarse al mapa y le señaló un pequeño
pueblo llamado Karsburgo.
─Nos encontraremos a las afueras en esta llanura dentro de dos días. Les
cogeremos en medio y les aplastaremos.
Se cuadró y sin
decir nada desapareció de la tienda utilizando el talismán. Paris hizo una
reverencia y se dio la vuelta para seguir las órdenes. Detrás iba el espía,
pero al verle, el general avisó a su guardia. Los dos shinigamis se presentaron
ante él.
─Matadlo. Sabe demasiado.
Éste se quedó
de piedra cuando lo oyó y no pudo reaccionar. Una espada se clavó en su
corazón. Uno de los guardias se agachó y rebuscó entre sus ropas. Encontró un
talismán con forma de shinigami y se lo dio a su general. Paris se paró un
segundo y siguió su camino...
No hay comentarios:
Publicar un comentario