jueves, 4 de abril de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 15 (segunda parte)

Comienzan a movilizarse los ejércitos de Jawet y del Señor de los Shinigamis.


Campamento del ejército de Stalet, puerta norte.

Jantaro, Gatira, Vladimir, Alasthor y Jawet se aparecieron en un valle.  El ruido ensordecedor que les recibió les preparó para lo que iban a ver. Miles de tiendas de campaña blancas se asentaban en el horizonte. Soldados con uniformes grises con franjas negras se movían por el sitio también a miles.
El movimiento era desenfrenado. Algunos estaban trasformados en shinigamis y utilizaban sus espíritus en entrenamientos y tácticas de batalla. Había animales con forma etérea que luchaban contra otros de distintas especies. Unos tigres corrían en línea recta para luego dar un salto en el aire todos al unísono. Jantaro nunca había visto una cosa igual. El ejército de Jawet era sin duda grandioso. La disciplina se notaba en el campamento, no había ni un soldado tumbado o sentado, todos estaban haciendo alguna tarea y el ambiente denotaba un férreo propósito de lucha.
Jawet cogió una bocanada de aire con orgullo y después de soltarla dijo.
     ─Os presento al ejército de Stalet.
Todos miraron sorprendidos al abuelo menos Alasthor, que tenía la vista perdida hacia donde estaba la puerta que llevaba al mundo de los shinigamis. Gatira preguntó lo que todos estaban pensando.
     ─ ¿Por qué se llama el ejército de Stalet?
Se llama así en honor a mi descendiente, el primer shinigami. Ese era su nombre ─respondió con orgullo hinchando el pecho─. Seguidme, debemos de prepararnos para una guerra.
Se adentraron en el campamento. Los soldados se inclinaban ante Jawet cuando pasaba cerca de ellos y miraban con curiosidad a sus acompañantes. Jantaro se fijó en unos soldados que luchaban a espada descubierta, a diferencia de sus compañeros que utilizaban espíritus. De repente se pararon y Jantaro volvió a mirar hacia delante para ver que un hombre de unos cuarenta años, de estatura media y cara agradable se acercaba a ellos con paso marcial. Vestía igual que los otros soldados, con la diferencia de que llevaba una casaca de color verde. Se inclinó ante el abuelo y echó una mirada a sus acompañantes, pero Vladimir pudo ver que se detenía más tiempo en Alashtor. Al fin, con una voz ronca habló.
     ─Mi señor Jawet. Todo está preparado como usted me indicó.
La cara del abuelo denotaba felicidad.
     ─Excelente. Os presentaré, él es el comandante en jefe de mis tropas, su nombre es Softor. Ellos son Gatira, Vladimir, Jantaro y ya conoces a mi hijo Alasthor.
A todos sonrió menos al último, al que sólo le dedicó un leve movimiento de cabeza.   
Dos soldados habían parado de practicar con la espada y miraban en dirección a ellos. El más joven se llamaba Clarent y era un muchacho de unos dieciocho años, de pelo rubio y actitud altanera. Su acompañante, más mayor y de unos treinta años, se llamaba Rudyt. Era moreno y muy alto.
Se llevó la espada al hombro y con curiosidad le preguntó a su amigo.
     ─ ¿Quién será el muchacho que estaba observándonos? Tú perteneces a la nobleza, deberías saberlo.
     ─Ni idea. No le había visto en mi vida, aunque debe ser alguien importante para ir con el Señor Jawet ─respondió Clarent.
     ─ ¿A los otros tres tampoco los conoces?
     ─Uno de ellos; mira, el más mayor ─y señaló a Alasthor─. Es el hijo de Jawet.
Rudyt se fijó bien y afirmó con la cabeza.
     ─Sigamos con las prácticas ─le dijo a Clarent.
     ─Estoy harto. No entiendo porque yo, un poderoso shinigami pertenezco a un escuadrón de perdedores que lo único que hacen es jugar con estos cuchillitos ─y se detuvo a mirar su espada con cara de asco.
     ─Perdone su excelencia, creo recordar que cuando llegaste al campamento con tu sangre noble de la que tanto alardeas, le dijiste al sargento que por la causa harías cualquier cosa.
Rudyt se tapó la cara riéndose y cuando Clarent le vio, le soltó un mandoble con su espada que él otro rápidamente le paró.
     ─Sí, es verdad, pero yo no sabía ni de la existencia de…─y dejó un momento de luchar. Para volver al instante─. Sí, ya me acuerdo como dijo el sargento, “fuerzas de ataque con armas”. Además mírate tú, eres un mercenario.
     ─Es cierto que me mueve el pago de almas que nos han prometido al final de la contienda, además tengo mis razones personales. El Señor de los Shinigamis decidió un día que todos fuéramos sus esclavos y como tales, no pudiéramos tener ningún derecho. Mi familia murió de hambre por las nuevas leyes promulgadas por él. Mi hija sólo tenía siete años y ese bastardo nos acribillaba a impuestos. Daría lo que fuera para tenerle delante y enseñarle lo que es justicia.
Con rabia empezó arrinconar a su compañero que terminó en el suelo sin su arma. Le tendió la mano a su amigo y le ayudó a levantarse.
      ─Perdona, es que me hierve la sangre cada vez que me acuerdo de mi pequeña.
     ─Tranquilo amigo. Mira; el grupito de elegidos están entrando en la tienda de mando ─y los siguieron con la mirada mientras Vladimir que iba el último pasó al interior franqueando a dos shinigamis que la guardaban.
Todos se reunieron alrededor de un mapa que señalaba el terreno donde se iba producir la batalla. Jantaro, a la derecha de Gatira estaba nervioso. Él no quería perder el tiempo, Amelia estaba en peligro. ¿Dónde estaba el hombre del bombín? Se preguntaba una y otra vez. Fue Softor  el que interrumpió sus meditaciones.
     ─Tenemos un plan que debería aplastar al enemigo. Nuestro cuerpo especial ya está preparado.
Alasthor, con curiosidad por primera vez desde que había llegado al campamento preguntó.
     ─ ¿Cuál? ¿Los shinigamis que estaban luchando con la espada?
Softor no pudo contener la risa y Alasthor le lanzó una mirada de odio y con una voz cargada de ira se dirigió a él.
     ─ ¿Qué te hace tanta gracia? Si puedo saberlo, yo también quiero reírme.
Jawet, que sabía que las peleas internas no eran buenas, le interrumpió.
     ─No creo que él se riera de ti, hijo, pero pensar que esos desgraciados que van a ser carne de cañón puedan ser nuestra arma secreta contra el enemigo. ¿Cómo decirlo? Es un poco ridículo.
Softor siguió con la explicación de Jawet.
     ─Yo me refería a un grupo de verdaderos shinigamis que han sido entrenados en la creación de ilusiones ─miró a Vladimir y señalándole─. Invocan a espíritus de brujos que tienen un poder parecido al tuyo. Según creo ─Vladimir afirmó con una pequeña inclinación─. Estarán en los flancos derecho e izquierdo de nuestra formación para crear la confusión en nuestros enemigos.
     ─Deberás hijo,  familiarizarte con ellos. Pues tú mandarás el flanco izquierdo de nuestra falange. El derecho lo comandará Softor y yo el bloque central.
     ─Me parece una idea genial.
Todos miraron a su alrededor hasta que de la nada surgió Retir, quitándose el bombín para saludarlos.
     ─Buenas tardes a todos.
Softor fue el que más asombrado quedó del grupo allí reunido. Ya se estaba convirtiendo en shinigami cuando Retir le tocó el hombro y le hizo un gesto negativo con su cabeza. Éste volvió a su forma humana.
     ─ ¿Cómo ha entrado aquí?, es imposible. Hay trampas en todos los niveles ─dijo inquieto Softor.
     ─Bueno, yo nunca revelo mis secretos, pero deberíais atacar por la puerta sur. La del norte está plagada de trampas que sin duda reducirán vuestros efectivos en gran medida. Y el ejército del general kalmin os está esperando con sus dos mil shinigamis.
Softor se río a cargada limpia.
     ─ ¡Ja, ja, ja! De veras cree este imbécil que vamos a hacerle caso. ¡Al jefe de información del enemigo!
     ─Eso es exactamente lo que vamos a hacer, moveremos las tropas a la puerta sur de inmediato ─dijo Jawet 
La cara de Softor parecía un poema.
     ─Con todos  mis respetos mi señor, pero no creo que eso sea razonable.
     ─ ¡Basta! ¡Mis órdenes no se discuten! ─Gritó con indignación.
Éste se cuadró, mientras Alasthor le miraba  sonriéndole.
     ─Sí, señor. Enseguida ordenaré los preparativos. Y salió de la tienda a toda prisa.
     ─Creías que me ibas a engañar Retir. Tú nunca nos dirías la verdad. Pensaste que yo sabría que nos estabas mintiendo y tú contabas con ello. Lo has hecho para que fuera con todo hacia la puerta norte, aunque no te ha salido la jugada.
Retir no movió un gesto de su cara. Sabía que ahora todos estaban observando su reacción. Se inclinó hacia Jantaro.
     ─ Si queremos salvar a tú novia deberíamos partir ya.
Jantaro tocó el brazo de Gatira con excitación, había llegado el momento. Vladimir también  la estaba agarrando. Una forma literal de sentir la presión del momento.
Jawet observó a  Retir esperando cualquier reacción de su rostro, sin embargo el otro era un genio cuando se trataba de ocultar sus emociones. Lo que estaba claro, dedujo Jawet era que debía partir el primero por si se le ocurría avisar al general Kalmir de su posición  o de su estrategia de cara al combate que se avecinaba. Con autoridad y en un tono rotundo dijo.
     ─Lo siento, pero deberéis esperar.
Todos a la vez se dieron la vuelta hacia él.
     ─Perdone, ¿Qué quiere decir con eso? ─dijo Jantaro con una media sonrisa.
     ─No puedo permitir que partáis ahora. Si sois capturados nuestro plan podría verse en peligro y si Retir sólo está jugando con nosotros por orden del Señor de los Shinigamis irá corriendo a infórmale de nuestros planes.
La sangre se le estaba subiendo a la cabeza a Jantaro.
Gatira, que notó que su amigo iba a explotar se adelantó a él.
     ─Disculpé, pero nosotros tenemos que rescatar a alguien. ¿Recuerda? 
─Jantaro se relajó un momento al ver que no estaba solo─. Y si no lo recuerda, es su nieta.
     ─Crees que no quiero salvarla, eso es estúpido. Nosotros no podemos partir hasta mañana cuando amanezca. Sólo con los primeros rayos del sol podremos abrir la puerta. Normalmente no sería de esta forma, pero han puesto barreras que debemos de romper para poder entrar.
Jantaro escuchó pacientemente recordando que no debía perder el control. Hizo un gran esfuerzo y habló tranquilo y pausado.
     ─Jawet, no me concierne su guerra, no es mi problema. nosotros sólo queremos que Amelia sea liberada. Cuanto más tiempo perdamos aquí, hará que el plazo de los tres días vaya agotándose. No necesitamos su permiso. Nos vamos ahora.
Softor apareció por la puerta de la tienda, Jawet le vio y sopesó sus posibilidades. Podía obligarles a quedarse aunque eso le llevaría a una lucha estúpida y sin sentido. Se decantó al fin por intentar razonar.
     ─Mira Jantaro, debes de entender que todavía hay tropas del enemigo establecidas cerca del palacio. Con nuestra entrada en el mundo de los shinigamis, el general Kalmin tendrá que utilizar hasta su último hombre, entraremos por la puerta contraria a la que nos está esperando. Sólo por esperar unas horas más, harás aumentar potencialmente  las posibilidades  de salvarla. La paciencia es una virtud y  atacar en el momento  preciso puede ser la diferencia de encontrarla con vida a perderla para siempre.
Retir leyó entre líneas la pomposa explicación del abuelo, quizá lo que él decía era lo más razonable. El General de esta manera, tendría que movilizar a todo hombre disponible para contrarrestar al enemigo.
     ─Jantaro espera, creo que Jawet tiene razón. Debemos partir después de ellos.
Éste no quería creer lo que le decían y buscó apoyo en Vladimir, Alasthor y Gatira, pero cuál sería su sorpresa cuando Vladimir puso su mano sobre su hombro y dijo.
     ─Yo también estoy de acuerdo con ellos. Tendremos más posibilidades si esperamos.
Gatira afirmó con la cabeza y  Alasthor se mantuvo en silencio. Jantaro al fin tuvo que rendirse.
     ─Está bien. Claudicaré por una vez.
Jawet se dio la vuelta hacia Softor. Éste vio que esperaba su informe.
      ─Mi señor, las tropas están formadas y dispuestas.
     ─Bien, que se vayan congregando en la otra puerta en grupos de doscientos. En tres horas debemos de levantar el sitio.
Softor se cuadró e hizo una pequeña reverencia, saliendo para trasmitir las órdenes a sus soldados.
Clarent y Rudyt estaban solos en el río lavándose la cara después del duro entrenamiento, cuando su sargento llegó apresurado.
     ─ ¿Dónde estabais vosotros dos? Se ha dado orden de formar y no os encontraban en el campamento.
Rudy le señaló el río y con desdén dijo.
     ─Pues refrescándonos. ¿Qué vamos a hacer?
     ─Menos bromas o pasaréis una temporada arrestados. Se ha decidido levantar el sitio, nos vamos a la puerta sur. Coged vuestras cosas ¡rápido!, debéis ayudar a cargar el material y daros prisa u os meteré mi garra por el culo. ¡Moveos!
Los dos soldados salieron corriendo hacia el campamento.
     ─ ¿Tú entiendes algo? ─preguntó Clarent.
     ─Seguramente será una táctica para desorientar al enemigo ─se quedó unos segundos en silencio.
     ─ ¿Qué pasa amigo?
     ─Estaba pensando, ojalá los otros no hayan llegado a la misma conclusión y esto se convierta en una emboscada.
Clarent siguió corriendo en silencio.
Ojalá, pensó 


Campamento del ejército del General Kalmin.

La noche ya había llegado en  el mundo shinigami y en la puerta norte que daba entrada al mismo se veían  miles de fogatas encendidas. Un numeroso ejército estaba acampado a dos kilómetros de ella. Los soldados, algunos en su forma humana y otros como shinigamis cenaban doble ración de comida. El general había dado orden de repartir más alimentos aquella noche para que sus tropas estuvieran fuertes al día siguiente, el día de la batalla. El alcohol se había prohibido bajo pena de muerte. Aunque no se pudiera beber los soldados agradecieron el poder comer más. Últimamente era difícil encontrarse algo que llevarse a la boca y muchos campesinos se habían tenido que enrolar en esta guerra para poder sacar a sus familias adelante. Los niños y los viejos, como siempre, eran los primeros en perecer. Las nuevas leyes que había impuesto el Señor de los Shinigamis les prohibían ir al mundo humano, dejándoles sin forma de subsistir ya que todo lo que se producía era solo para unos cuantos que tenían todos los derechos sobre ellos.
De todas formas el ambiente era festivo. El general había prometido grandes recompensas a aquellos que demostrasen su valía  en el campo de batalla. Y una cosa era cierta y todos lo sabían, éste nunca faltaba a su palabra.
La tienda de mando estaba en el centro del campamento. Afuera, dos shinigamis gigantescos guardaban sus puertas. Éstos no hicieron ningún movimiento por impedir a Sandos, el hijo de Kalmin, pasar a la tienda de su padre.
     ─Mi general, los preparativos de la puerta norte han sido finalizados. Sus cuerpos quedarán calcinados cuando la crucen mañana.
Kalmin miró a su vástago con orgullo y le hizo un gesto para que se sentase. El otro obedeció y se puso a su  derecha.
     ─Bebamos por la batalla de mañana ─dio una palmada y un hombre de cincuenta años vestido de uniforme apareció ante él─. Trae una botella de vino ─le ordenó
El otro haciendo un gestó de respeto desapareció, para volver enseguida para servir a su señor.
     ─Brindemos por la victoria y por el nombre de nuestra familia. Después de mañana será la más influyente y poderosa.
Las copas de cristal sonaron al golpearse la una contra la otra, pero no llegaron a llevárselas a la boca porque Paris, el sobrino de Kalmin, entró corriendo y sin aliento en la estancia.
     ─General, traigo noticias preocupantes ─Kalmin se le quedó mirando mientras el otro respiraba agitadamente─. Según nuestra última información, el ejército de Jawet se está movilizando en la puerta sur ─el general arrojó con fuerza la copa contra el suelo, haciéndola añicos, mientras se levantaba agitado y furioso.
     ─Dime, deprisa. ¿De quién es esa información? ¿De un espía de Retir o de uno nuestro?
Paris respondió confiado, sabedor de la veracidad de las noticias que traía.
     ─Es de los nuestros. Él es mi mejor agente, respondo con mi vida por él. Acaba de llegar de allí.
     ─Que pase enseguida.
Un soldado con el uniforme de las tropas de Jawet cruzó la puerta, cuando los dos soldados que la custodiaban oyeron la orden de su general
Era un hombre de treinta años con el pelo moreno y facciones vulgares. Pasaría inadvertido en cualquier lugar; lo que era una cualidad en su trabajo.
     ─Cuéntame. ¿Qué eso de que están levantando el campamento?
El hombre respondió breve y conciso.
     ─Sobre la seis de la tarde llegó Jawet acompañado de su hijo y tres personas más que no conocía. Entraron con Softor a la tienda de mando y a la media hora salió el comandante que nos dio orden de movilizarnos. Íbamos a partir, pero le escuché mascullar algo sobre Retir ─el general escuchaba atentó. Habían capturado a esa rata y había informado sobre nuestros planes, pensó. El espía continuó hablando─. Al fin se nos dijo que iríamos a la puerta sur y comenzamos a marcharnos en grupos de doscientos. Yo no pude escabullirme hasta tres horas después. Creó que el sargento de mi compañía sospecha de mí.
Kalmin no daba crédito a lo que oía, aunque conocía a su sobrino lo suficiente para saber que si avalaba a ese hombre, éste no mentía. No había tiempo, había que mover al ejército y ellos no se podían trasportar de un lugar a otro dentro del mundo de los shinigamis sólo lo podían hacer en el humano. Levantando el campamento ahora, tardarían varios días en llegar, aquello era una catástrofe. El  general se quedó en blanco, sin saber que hacer por primera vez en su vida. Todos esperaban sus órdenes en silencio. Entonces Paris se atrevió a hablar.
     ─Si me dejáis mi señor, yo tengo una idea ─los ojos de Kalmin se abrieron como platos. Con un movimiento de su mano, impaciente, le dio orden de proseguir─. Es un plan arriesgado, aunque creó que puede funcionar. Yo abogo por entrar en el mundo humano por la puerta norte cuando ya todas las tropas de Jawet se hayan materializado en la del sur. Esperamos que ingresen en nuestro mundo mientras nosotros los cogemos por detrás y los sorprendemos por su retaguardia. Podíamos mandar mensajes a nuestras reservas en esa zona para que ataquen por el norte, entreteniéndoles hasta que nosotros lleguemos sorprendiéndoles por detrás.
La cara del General cambió radicalmente. Aquello era una genialidad. Miró a su hijo y deseó que se le hubiera ocurrido a él. Sandos se dio cuenta y lanzó una mirada de odio a su primo.
     ─Rápido, traedme un mapa de la zona sur ─un sirviente llegó instantáneamente con uno en la mano y lo puso sobre una mesa. Luego se retiró con cautela.
     ─Bien, veamos ─se acercaron los tres a mirar─. Aquí está la entrada a nuestro mundo ─y señaló a un valle dibujado─. Si la puerta sur  tiene puestas las barreras, sólo se puede cruzar con la primera luz de la mañana y por el lado humano no se pueden romper. Deberemos esperar un día para cruzar.
 El general se alejó del mapa y se dirigió a su sobrino.
     ─Muy bien Paris, se nota que eres de mi sangre. Empezad los preparativos. Lo primero, desactivad las trampas y quitad las barreras para que podamos viajar de noche.
 Que todas las tropas estén preparadas para entrar en el mundo humano en tres horas. Mandad un mensaje a la guarnición del sur que se vayan preparando  para la batalla. No les contéis nuestros planes ─y se dio la vuelta hacia su hijo─.  No, mejor. Toma ─le lanzó un  talismán con forma de shinigami─. Parte hacia el mundo humano y después ve a comandar la guarnición. Sandos lo cogió en el aire y supo al instante que su padre le estaba dando una oportunidad para sentirse orgulloso de él.
Kalmin volvió a  acercarse al mapa y le señaló un pequeño pueblo llamado Karsburgo.
     ─Nos encontraremos a las afueras en esta llanura dentro de dos días. Les cogeremos en medio y les aplastaremos.
Se cuadró y sin decir nada desapareció de la tienda utilizando el talismán. Paris hizo una reverencia y se dio la vuelta para seguir las órdenes. Detrás iba el espía, pero al verle, el general avisó a su guardia. Los dos shinigamis se presentaron ante él.
      ─Matadlo. Sabe demasiado.
Éste se quedó de piedra cuando lo oyó y no pudo reaccionar. Una espada se clavó en su corazón. Uno de los guardias se agachó y rebuscó entre sus ropas. Encontró un talismán con forma de shinigami y se lo dio a su general. Paris se paró un segundo y siguió su camino...   

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