jueves, 30 de mayo de 2013

EN LAS AGUAS AZULES (LA SANGRE DE UN DISCÍPULO)



Yo reconozco que antes de conocer a mi mentor, no tengo recuerdos de haber visto un enchufe por dentro en mi vida y curiosamente nuestras almas se rozaron aquel día. Poseo total libertad de conectarme a la vida de Peñuelas y no, nunca ha sido muy mañoso. Mi otro yo, ese estúpido escritorcillo borracho y fumador, fue un día a la piscina. A una de barrio por supuesto, no sea que se arruinará; tío roñoso. Aunque, ese síndrome de me da igual todo en este caso me dio la vida. Yo nací aquella gloriosa tarde de julio. No me voy adelantar, la emoción me excita. El olor a quemado, estoy ahora mismo notándolo…
Disculpadme, últimamente salgo poco, casi siempre estoy medio dormido en el cuerpo de este maldito indeseable.
Fernando llevaba días planeando este asesinato colectivo… él no lo diría así; es más como un rescate de un dios. “Una exaltación de la gloría de su mano”.
La magia estaba en la electricidad  y de allí emanaría para purificar sus almas. Peñuelas se distanció un poco del grupo en el que había venido, no sé el porque y la verdad no me importa, pero por una vez hizo algo útil. Vio a un hombre en bañador forzar la cerradura de una puerta metálica.
Fernando no se dio cuenta, pero le habían visto entrar en el lugar donde se encontraba la depuradora de la piscina, una muy antigua, y lo bastante grande para electrocutar el agua. Empezó a hacer su trabajo. Peñuelas no huyó, si no que observó como aquel tipo sacaba el enchufe y pelaba un cable amarillo y verde a rayas, más tarde supe que era la toma de tierra; ya no saltarían los fusibles. Volvió a poner el enchufe muy rápidamente, como si de un autómata se tratara y se dirigió hacia el motor de la depuradora. Fue algo increíble, un plan maestro. Con una armonía divina, esculpió su creación. Las cosas antiguas se desgastan y los cables de un motor no son una excepción. Sólo hay que limar la sección de dos, cortarlos con sumo cuidado, que parezca fortuito, hasta dejarlos casi desunidos. La vibración del motor haría el resto. Peñuelas supo al instante que era un saboteador, pero no dijo nada. Se fue pensando que no era asunto suyo y se dirigió a la piscina, aunque por supuesto no se metió en el agua. Fernando cerró la puerta metálica, su destinó ahora eran  los vestuarios. Con un andar firme y tranquilo  se cambió y salió por la puerta con una sonrisa en su boca.
No sabéis que día más feliz, aquel hombrecillo se quedó mirando como la gente se bañaba a sabiendas de que algo pasaba. Yo en su interior ardía en deseos de nacer, se estaba filtrando mi vida poco a poco. Le poseí cuando los cables del motor cedieron. Niños, mujeres y hombres se encendieron como arbólitos de navidad y el olor a carne quemada se podía tocar. La gente gritaba espantada corriendo de un lado para otro; pisándose entre sí. Mientras los cuerpos carbonizados se hundían en las aguas azules.


domingo, 26 de mayo de 2013

ÚLTIMO CAPÍTULO DE JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS


NUEVOS FINALES, NUEVOS COMIENZOS

Gatira y Vladimir aparecieron en un salón decorado enteramente de oro y plata. Había varias sillas y una mesa de cristal. Una puerta de color rojo y  paredes con cuadros de colores abstractos.
     ─ ¿Dónde estamos? ─preguntó Gatira
     ─Dímelo tú, amor. Tú has sido la que nos has traído ─dijo Vladimir medio desnudo en el suelo y sin fuerzas casi para moverse.
La puerta se abrió y un viento cálido les dio de lleno. Éste empezó a materializarse delante de ellos y una mujer vestida con telas azules de seda, con el cabello moreno y una sonrisa afable les dijo.
     ─No ha sido ella, ha sido mi señor el que os ha convocado.
Gatira iba a desenfundar su espada cuando Vladimir la detuvo sujetando su mano.
     ─ ¿Quién es tu señor?  ─preguntó con curiosidad
     ─Creo que lo adivinas, por eso la has detenido. El Señor de los Cuatro Elementos os recibirá en breve. Ahí, en ese armario podréis cambiaros de ropa. Me llamo Miriam y para cualquier cosa estoy a vuestra disposición.
Se iba a dar la vuelta cuando Gatira preguntó.
     ─ ¿Qué quiere de nosotros? ¿Somos sus prisioneros?
    ─Vuestras respuestas serán respondidas en breve. Por ahora consideraros sus invitados. Por cierto, este cuarto está protegido por la magia sería inútil por vuestra parte pretender escapar. Yo en vuestro lugar intentaría disfrutar de la hospitalidad que os brinda ─dicho esto salió por la puerta.
Vladimir se dirigió al armario y lo abrió. Había varios vestidos para ella y ropa para él, cogió uno y se empezó a desnudar.
     ─ ¿Qué haces Vladimir?
     ─De momento mi amor ─y la tomó de la mano­─. Sigámosles el juego.   
     ─Mira ─señalándola un vestido de encaje rojo─. Éste creo que conjunta con tus ojos ─Gatira le sonrió y le apretó su mano.


Jantaro y Amelia estaban medio desnudos en mitad de una calle asfaltada de una forma muy extraña. Grupos de gente con telas pintorescas se paraban para observar a los dos muchachos. Edificios de muchos pisos les rodeaban y había un ruido ensordecedor a su alrededor.
     ─ ¿Dónde estamos? ─preguntó Amelia
     ─No lo sé ─le respondió Jantaro muy confundido. A su lado una bestia de metal que iba a cuatro ruedas pasó a gran velocidad.  
    ─No te separes de mí ─le dijo Jantaro alarmado.
Un anciano y una niña de la edad de ellos, vestidos con una tela naranja muy diferente a la del resto de los humanos que les miraban; se dirigieron a ellos.
     ─ Tú debes de ser Jantaro. Yo soy Jalón y ella es mi discípula Soraya. Era amigo de Kyon; tu maestro. He notado vuestra presencia y me he trasportado para venir a buscaros ─de repente los dos chicos se agacharon cuando una especie de colibrí gigante pasó por encima de ellos.
     ─Es sólo un helicóptero ─dijo la chica graciosa.
     ─ ¡Calla! Ellos no están acostumbrados a los artefactos humanos. Son de otra realidad.
Jantaro le observó bien y vio un cierto parecido con su maestro.
     ─ ¿Ha dicho que conocía a Kyon?
     ─Sí, es cierto. Él y yo tuvimos al mismo maestro. Él os ha traído aquí a través de tu bastón ─Jantaro lo observó con cuidado─. Él ya me dijo que un día vendrías. Te he estado esperando. Hablemos en otro sitio, puede venir la policía. No estáis muy aceptables así vestidos.
Amelia tenía roto el camisón e iba medio desnuda mientras a Jantaro sólo le quedaba un calzón blanco.
     ─ ¿Qué es un policía? ─preguntó Amelia
El abuelo la miró y  sonrió.
     ─Las preguntas luego. Ahora salgamos de aquí. Seguidme.
Fueron hacia un callejón mientras los transeúntes les miraban hasta que estuvieron solos y desaparecieron.

……………

Garot estaba en presencia del Señor del Inframundo. 
     ─Mi amo. El Señor de los Shinigamis ha muerto.
Éste estaba sentado en su trono jugando con la calavera de un ser que en nada parecía humano. Era alargada y tenía colmillos.
     ─Excelente trabajo. Primera parte concluida. El trono de regencia está más cerca ─ dijo mientras la daba vueltas con un dedo.
Garot inquieto no pudo resistirlo más y preguntó a su amo no con cierto temor a su reacción.
     ─ ¿Por qué confías tanto en Astel?
El Señor del Inframundo movió una mano y una pared se desplazó lentamente hacia un lado; apareciendo poco a poco un humano viejo, con barba, y encadenado a la pared por las muñecas. Estaba medio desnudo con el torso al aire y señales de látigazos cubrían su espalda.

     ─Porque yo tengo algo que él quiere. Te presento al conde Rupert Sartas. El Padre de Vladimir. 


FIN

jueves, 23 de mayo de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 18 (última parte)



La Fusión del Haborym había desaparecido. Y el gato, la serpiente y el niño estaban inconscientes en el suelo. Amelia también tumbada, había recibido el otro rayo en el pecho y sangraba copiosamente. Jantaro corrió a su lado cuando se percató y se agachó, pero Amelia se tocó dónde estaba la herida y se dio cuenta que había cicatrizado casi de inmediato. Ayudada por Jantaro que la sujetaba, la levantó.
     ─ Eso no es posible ─la cara del Señor de los Shinigamis y del propio Jantaro lo decía todo. Retir, oculto como sólo él era capaz, sonreía sabedor de que el elixir había hecho efecto y que tanto él como Amelia ahora eran inmortales. No se descubrió, esperando el momento preciso. La sincronización debía ser perfecta.
Gatira sacó de nuevo su espada, igual que antes cuando paró a las arañas e intentó ralentizar el tiempo.
     ─Tú eres la más débil. No eres ni interesante ─dijo con despreció, pero Vladimir se transformó en Astel al ver que habían insultado a su amada y surgió tras él. La energía roja chocó con la azul, que empezó a devorarla y Astel salió disparado hacia una columna rompiéndola. Gatira corrió hacia Vladimir convertido en demonio y notó que no sentía repugnancia, sino que bajo aquel aspecto seguía siendo su Conde. Le cogió de la muñeca y le acarició con ternura la palma de su mano.
     ─ ¿Estás bien Vladimir? ─le preguntó con preocupación.
Su voz poco había cambiado y se incorporó del suelo.
     ─ Jantaro y yo debemos unir los cuerpos  para poder controlar la espada, pero ese bastardo no nos va a dejar.
Geret estaba a su lado invisible y apareció.
     ─Déjamelo, creo que podré distraerle el tiempo necesario.
Se concentró y declamó un conjuro en voz alta.
     ─Tú y yo somos uno. Hermano de Sangre ven a mí en tu destierro y que nuestras almas vuelvan a sentir el placer de ver el miedo que antaño fue de nuestros enemigos.
A su lado un viento envolvió a una forma. El Yory, su hermano, había aparecido.
     ─ ¡Venga Geret quiero  machacarle y comerme su órganos! ─dijo el Yori cuando estuvo enfrente del Señor de los Shinigamis. Jantaro vio aquel espíritu y recordó la masacre del pueblo y un miedo atenazó su alma, pero se despertó cuando Vladimir fue  a su lado y le dijo como y porque había aparecido.
     ─Vamos a unirnos ─dijo Jantaro convencido.
     ─Concéntrate, dame la mano y ponte a mi nivel de energía. Mantenlo, y después visualiza nuestra unión en tu mente.
El Señor de los Shinigamis no iba a permitir que aquellos dos hicieran una fusión de almas. Esa fue su primera reacción, lo que él no preveía era que los dos espíritus le atacaran sin avisar por los dos lados. Las cuchillas de aquellos seres encorvados eran paradas por el escudo azul que le envolvía. El viento se llevó los cuerpos del mayordomo muerto y de Alasthor. Amelia, muy fatigada transformada en humana sujetaba como  podía a Bo que estaba inconsciente, pero las serpientes y el niño también rodaron por la sala.
El Señor de los Shinigamis sujetó por el cuello al Yory y cuando Geret lo vio, concentró todo su Ki para herirle en el brazo que lo sujetaba y así liberar a su hermano que reía como un poseso. Estaba verdaderamente disfrutando de la pelea.
Jantaro y Vladimir ya estaban al mismo nivel de energía. El Señor de los Shinigamis se dio cuenta y aumentó su poder. Los dos hermanos fueron engullidos por un vórtice que producían las garras del Señor de los Shinigamis y les trasportó a un vacío, despareciendo de la sala. Cuando se había librado de aquellos dos, fue a por el demonio y a por el hijo del Señor de Larimar. Gatira hizo un movimiento desesperado al ir a por él con su espada, pero sólo pudo darles un par de segundos al ser golpeada por la energía de éste en el vientre. Salió despedida en la dirección de Amelia, que la atrapó en el aire. Bo se despertó y usó su cuerpo para protegerlas del golpe contra el suelo.
     ─ ¿Bo, estás bien? ─preguntó Amelia.
El gato no contestaba sino que observaba la trasformación que habían realizado con éxito Jantaro y Vladimir. Era un ser parcialmente rojo, con alas negras que emitían descargas eléctricas que le envolvían como un campo de fuerza. Su rostro era una curiosa simbiosis de los dos. Aunque sus ojos grises irradiaban miedo el resto era afable y humano. El Señor de los Shinigamis había llegado tarde y recibió una estocada rápida y precisa de Ilander en su hombro. Éste, se hecho hacia atrás asustado porque su defensa había fallado y un ataque de furia golpeó todo su cuerpo. Alzó las garras y empezó a invocar las almas que estaban prisioneras de los  humanos que sus más devotos seguidores habían reunido para él en las distintas realidades.
.............

Clarent y Rudyt se encontraban en las puertas del castillo luchando contra la guardia tal como Alasthor les había ordenado, De repente, uno de los torreones explotó y miles de almas blancas acudieron al centro del castillo, derritiendo la piedra para hacer un agujero para entrar. El espectáculo de poder hizo detenerse a Paris que ya estaba llegando con su ejército. Elian los vio y ordenó sabiamente a sus tropas la retirada. Clarent se negaba a moverse y abogaba por ir a ayudar a Alasthor, pero Rudyt le convenció al fin, de que su media hora había expirado hacía mucho tiempo y fueron a ocultarse en el bosque. Paris estaba demasiado atento y maravillado con lo que estaba viendo para dar ninguna orden de perseguirlos.
El techo se desplomó en la sala y las almas se introdujeron en el cuerpo del Señor de los Shinigamis. Irradiaba una luz blanca que derretía todo a su alrededor.
Bo cogió a las dos mujeres y se las llevó lejos de aquel horrible shinigami que había quebrantado la más básica ley de sus ancestros. La serpiente y el niño ya despiertos, fueron a su encuentro y las rodearon para protegerlas. Amelia se agachó en el suelo y recogió el bastón de Jantaro que  antes había caído  y se encontraba a pocos metros de ella. 
El Señor de los Shinigamis alzó una garra y las ondas producidas por su movimiento tiraron al suelo a la fusión de Vladimir y Jantaro.
     ─Sigues de una pieza. Eres fuerte, pero a mi lado sólo eres una débil cucaracha a la que voy a pisotear ─dijo mientras éste se levantaba del suelo con dificultad con el cuerpo  magullado.
Una voz se oyó en un lado apartado de la habitación.  Era Retir, que estaba encima de un doble pentagrama que había dibujado lentamente y con cuidado para que no notaran su presencia.
     ─ ¡Cuando quede preso de mi hechizo cortadle la cabeza! ─y empezó a recitar concentrando todo su poder.
     ─ ¡Faradar yo te ato por tu nombre a tu alma! ¡FARADAR POR LOS DIOSES ANCESTROS TE SELLO! ¡FARADAR TU NOMBRE ES MÍO Y CONTROLO TU ESPÍRITU! ­­─se oía repetir una y otra vez  por su boca. El Señor de los Shinigamis empezó a notar que perdía el control de su cuerpo.
     ─ ¡RATA, ALIMAÑA, ME HAS TRAICIONADO! ─gritaba poseído de rabia, aunque Retir continuaba sin detenerse.
La unión de los dos se concentró en dirigir todo su poder a Ilander. La espada brillaba de tal forma que Gatira y Amelia no podían fijar la mirada en ella. El Señor de los Shinigamis no se podía mover e intentaba con todas sus fuerzas liberarse del conjuro de Retir. La espada milenaria con un corte rápido decapitó al Shinigami que durante diez mil años había regido aquel mundo sin que nadie pudiera hacer nada. Su cuerpo se convulsionó y miles de almas escaparon de él, destrozandolo todo. El castillo se iba a derrumbar. Jantaro y Vladimir se  separaron casi sin fuerzas ya convertidos los dos en humanos. Amelia y Gatira corrieron hacia su correspondiente pareja mientras la tierra se quebraba a sus pies y todo a su alrededor se derrumbaba.
     ─Tenemos que salir de aquí ─dijo Vladimir a Gatira, que sacó el bastón que el señor de Larimar le había dado en su palacio tiempo atrás. Jantaro recibió el suyo de Amelia y los cuatro se miraron antes de desaparecer. Amelia echó un último vistazo y vio a Bo, supo al instante que estaría bien y que no la necesitaban para regresar a su dimensión. Una explosión atroz sacudió el castillo sin dejar rastro de el.

lunes, 20 de mayo de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 18 (tercera parte), Literatura fantástica gratis


La habitación se estremeció y aparecieron cientos de arañas gigantes. Medían un metro y eran negras como el alma de su señor. Atacaron al Haborym con un líquido verde que salía de sus bocas. Éste corrosivo estaba haciendo heridas en sus patas produciendo que perdiera el equilibrio. Amelia no lo estaba pasando mejor, intentaba evitar a los arácnidos envolviendo su cuerpo con llamas, pero eran ignífugas. Un viento, afilado como cuchillas atravesó el cuerpo de los espíritus que estaban acorralando a Amelia. Mientras que las que atacaban al Haboryn se paralizaron parcialmente dándo la oportunidad al espíritu de la chica de aplastarlas de cuatro en cuatro.
Geret, el espíritu de Jantaro estaba a su lado encorvado como siempre. No le quitaba ojo a una bestia de metal que se había conseguido levantar del suelo. Geret empujó a Amelia y desapareció de su vista para resurgir encima de la cabeza del gigante, afilando sus manos contra su cabeza. Las chispas envolvían su cuerpo mientras torpemente intentaba derribar al intruso que se le había colocado de sombrero.
     ─Baja insecto ─pero no conseguía alcanzarlo.
Al fin el plan de Geret funcionó. Los ojos de aquel espíritu, su única parte vulnerable se cegaron debido a las chispas producidas por las cuchillas.
     ─ ¡Ahora Jantaro! ─le gritó Geret.
Éste miró al Harobyn que comprendió al instante al leer sus pensamientos. La serpiente le cogió con la boca y le lanzó hacia aquel monstruo que daba bandazos retorciéndose de dolor. Con Ilander en sus manos, concentró su Ki y la espada se iluminó. Con extrema habilidad le cortó la cabeza de un solo golpe. El espíritu del gigante de metal desapareció y Jantaro, ya en el suelo corrió hacia Amelia para abrazarla. Los dos se juntaron en aquella batalla y todos sus problemas desaparecieron durante unos segundos mientras estaban entrelazados. Su discusión había sido olvidada y la felicidad inundaba sus cuerpos por haberse encontrado una vez más. No tuvieron tiempo para hablar, pues volvieron a la realidad cuando el Señor de los Shinigamis empezó a reírse.
     ─ ¡Ja, ja, ja! ¡Vaya poder tiene la espada! Pero habéis cometido un error.
     ─ ¿Qué pasa discípulo? ¿Es ese el poder del que tanto presumías? ¿El famoso Ki del vacío? ¿Convocar arañitas peludas? ─dijo Bo mientras le sacaba la lengua.
     ─No, eso era una distracción  para  poder reunir el poder. No es fácil. Debisteis atacarme a mí en vez de a mis espíritus.
 Una energía azul le envolvía desde la cabeza hasta las garras de los pies, que desprendían rayos y que pulverizaban el cristal que pisaban. Era una imagen escalofriante y un frío aterrador inundo la sala. Dos relámpagos iluminaron la habitación y fueron a dar donde no había nadie. O eso es lo que parecía.
     ─ Astel; ¿crees que puedes engañarme a mí, al Señor de los Shinigamis con una burda ilusión?... 

jueves, 16 de mayo de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 18 (segunda parte), Literatura fantástica gratis



Jantaro, Vladimir y Gatira todavía seguían en la habitación ocultos, recobrándose después de sus luchas con los soldados de la guardia del Señor de los Shinigamis.Varias patrullas habían pasado cerca de ellos buscándolos, pero gracias a la ilusión proyectada por Vladimir habían pasado de largo. De repente,Jantaro escuchó a shinigamis correr más rápido que antes y voces que decían que el ejército del hijo de Jawet estaba a las puertas del castillo.
     ─Es nuestra oportunidad ─dijo Jantaro.
     ─Sí, es hora de movernos. Hemos hecho bien al quedarnos aquí. Vosotros dos estabais muy débiles ─Gatira  afirmó con rotundidad dándole la razón a Vladimir mientras desaparecía la ilusión. Ahora podían ser vistos.
     ─Silencio; id cada uno detrás del otro ─dijo Vladimir y los tres le siguieron en silencio por un pasillo.
Anduvieron varios minutos sin encontrar resistencia. Parecía que Alasthor estaba haciendo bien su trabajo de distracción, tenían que ahorrar energías por si se encontraban con el Señor de los Shinigamis. Jantaro buscaba algún signo de Amelia, aunque todavía no la percibía. En ese instante se oyó un ruido ensordecedor y la fuerza vital de ella creció hasta su máximo poder. Jantaro apremió a sus compañeros.
     ─ ¡Rápido es por aquí! ¡Seguidme! ─y subieron corriendo por unas escaleras al piso superior.
………………………

 Amelia se encontraba en la sala más extraña que había visto en su vida. Tenía una gran altura y era muy grande, el suelo era un cristal gigantesco repleto de signos en una lengua para ella desconocida. El mayordomo personal del Señor de los Shinigamis; Menfist, la puso debajo de una estrella de doce puntas con los doce signos zodiacales pintados de color rojo. Amelia pensaba que ya había fingido demasiado y se iba a trasformar, cuando, de repente, una puerta que ella no había visto se abrió y surgió la figura escalofriante del Señor de los Shinigamis.
     ─ ¿Está todo preparado? ─preguntó
     ─Sí mi amo ─respondió Menfist haciéndole una reverencia.
     ─Bien, traedlo entonces.
Dio la orden a los dos mismos soldados, que trajeron el cuerpo atado de Alasthor por los pies y por las manos. Lo tiraron al suelo sin ninguna delicadeza y salieron de la habitación. Amelia al verlo intentó ir a su lado, pero Menfist se lo impidió agarrándola de la muñeca.
     ─ ¡Papá! ¿Estás bien? ─le dijo a cierta distancia
     ─ ¡Si hija, tú no te preocupes! ¡Te salvaremos!
     ─Que enternecedor ─dijo con jactancia el Señor de los Shinigamis. Pero pronto cambió de expresión cuando Amelia se transformó en un shinigami.
     ─ ¡Esto no es posible! El brazalete no se puede inutilizar a no ser que mueras.
En la mano de Amelia se formó una campana, la tocó y el espíritu Haboryn apareció en su forma completa. Con la tres cabezas en un cuerpo blanco, con cuatro patas y cola de dinosaurio.
     ─Mirad hermanos, quien está ahí ─señaló el gato 
     ─Es nuestro antiguo discípulo ─dijo la serpiente.
     ─Vamos a darle nuestra última lección ─se jactó el niño.
Un fuego rojo salió de sus bocas en dirección al Señor de los Shinigamis. Éste invocó a un ser de casi cuatro metros formado de hierro forjado que recubría todo su cuerpo. Éste se  interpuso entre las llamas y su amo. La habitación retumbó.
Bo sonrió y saludo a la bestia que había sido llamada.
     ─ Cuánto tiempo Kreler ¿Todavía sigues a las órdenes de este traidor?
     ─Bo. Me alegro verte. Todavía no has aprendido la lección después de la paliza que te di en aquel río hace diez mil años   ─una voz ronca salió de su garganta y dio un puñetazo al Haborym, pero éste lo esquivó y con su cola derribó a aquella bestia de metal tirándola al suelo.
Amelia intentaba acercarse a su padre para liberarle pero un ser parecido a un perro, pero con colmillos de sable en su boca, se interpuso en su camino. Amelia miró a su alrededor y vio que había sido invocado por el mayordomo. En ese un momento un dragón negro decapitó a Menfist de un mordisco, haciendo desaparecer a su espíritu. Alasthor corrió hacia su hija.
     ─ ¿Te encuentras bien? ─la preguntó con preocupación.
      ─Sí padre. ¿Cómo te has liberado?
      ─No lo sé. De repente noté que un aire frío pasaba a mi lado y las ataduras se rompieron.
Garot se ocultaba en la sombras indetectable para los que allí se encontraban. No había liberado a Alasthor porque él quisiera, sino porque tenía órdenes del Señor del Inframundo.
El Señor de los Shinigamis estaba lleno de rabia. Su espíritu,Kreler, estaba en el suelo y no se podía levantar debido a su gran peso, ademásAlasthor se había liberado. Se concentró y unas mujeres con el pelo rojo aparecieron en la sala.
Llevaban vestidos de tela blanca y sus ojos eran de color negro. Al instante desplegaron dos alasde murciélago y una uñas como estacas les crecieron. Se pusieron a volar. Dos atacaron al Haborym, mientras que la tercera destruyó con un solo golpe al dragón de Alasthor. Después fue a por Amelia, y en el instante en que iba a atacarla,Alasthor se interpuso en su camino quedando ensartado entre la criatura aérea y su hija. La mujer alada fue golpeada por la cabeza de la serpiente que ya se había liberado de las otras dos, tirándola al suelo y desapareciendo.Alasthor estaba en el suelo junto Amelia, que lloraba mientras intentaba tapar la herida con sus garras.
     ─Papá. No te mueras por favor.
     ─Lo siento hija mía. Siento de verdad haberte metido en esto. Tú eras tan inocente y feliz con tu madre… ─en ese instante empezó a toser sangre─. Sabes, tú nunca has estado sola. Yo siempre te vigilaba para que nada malo te ocurriese.
     ─Papá, no te vayas. Vuelve conmigo, junto a mamá.
     ─ ¿Tú madre? ¿Sabes?, me enamoré de ella. Creó que todavía la quiero, me costó mucho dejaros a las dos.
Seguía tosiendo y surgieron las convulsiones, sin embargo, una sonrisa apareció en su cara.
     ─ ¿Quieres saber por qué nunca te enseñé a aparecer después de trasformada con tus ropas intactas? ─Amelia no contestó. Ella lloraba y sus lágrimas caían sobre el cuerpo de su padre─. Porque eso te hace consumir un poco de tu Ki interior y yo quería que lo tuvieras todo para que no te pasara nada. Cuando dijo la última palabra exhaló su último suspiro.
     ─ ¡Noooo! ¡Padre! ─Amelia se levantó y miró con odio al Señor de los Shinigamis. Aquella criatura horrible le había arrebatado todo. Su vida tranquila junto a su madre y ahora a su padre, que empezaba a querer. Concentró su energía y su cuerpo empezó a irradiar calor. El Haborym  brillaba y un haz blanco surgió de sus cabezas hacia el Señor de los Shinigamis. Éste se concentró en su Ki. Y una barrera de energía le protegió.
─¿Crees sucio engendro que en diez mil años mis poderes no iban a crecer? Mientras tanto los tuyos son iguales. Ahora controló el Ki del vacío, el más poderoso de todos. Puedo crear energía de la nada. Te lo demostraré.

jueves, 9 de mayo de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 18 (primera parte)



REENCUENTRO

 Amelia meditaba como librarse del brazalete con forma de serpiente en su celda, dentro del castillo del Señor de los Shinigamis.
Su concentración era máxima ya que el tiempo que le quedaba expiraba en unas horas. Pronto vendrían a por ella y si para entonces no había controlado su Ki para ponerlo a cero, sus poderes y su vida acabarían para siempre. Su nerviosismo no era de ayuda en aquel momento. Intentó relajarse y visualizó su energía roja. Ya se había dado cuenta que ésta, aunque mermaba a la voluntad de ella, seguía estando presente. No entendía cómo podía hacer desaparecer algo que estaba ligado a su fuerza vital. Se levantó del suelo con las piernas entumecidas y caminó por su celda intentando desconectar de su problema. Pensó en su madre, que estaría seguramente tejiendo como una loca. Ella siempre hacía tareas de forma mecánica y compulsiva cuando estaba nerviosa. Sin duda debía llevar ya una alfombra hecha. Una sonrisa se dibujó en su cara cuando se la imaginó. No podía dejarla sola. Estaba claro que no servirían métodos comunes y, ese pensamiento, le hizo recordar a un viejo chalado que conoció hace años. Residía en una cabaña cochambrosa a las afueras de un pueblo donde vivieron ella y su madre hasta que se mudaron donde conoció a Jantaro. Ella sintió lastima por aquel hombre que todo el mundo rechazaba. Vivía solo y su alimentación dejaba mucho que desear,  así que Amelia le llevaba a escondidas lo que podía afanar de comida en su casa. Aunque él se creía un gran científico, algunos rumores decían que se volvió loco por algún experimento que le explotó en las narices. Un día en que Amelia le visitó, éste le habló del fuego. Él afirmaba que se alimentaba y sobrevivía gracias al aire, por lo cual le dijo textualmente: “Si consiguiéramos ahogarlo con una explosión y ésta consumiera el viento del  alrededor, las llamas se extinguirían”. Por supuesto Amelia escuchaba por lastima y no porque creyera en él. En verdad ni le interesaban los delirios de ese hombre trastornado. Pero aquel viejo sólo deseaba que lo escuchasen y a ella eso siempre se le había dado bien. Estaba tan desesperada que se agarró a un clavo ardiendo. Volvió a  sentarse en el suelo y se concentró. Dividió en dos su Ki y en uno de ellos intensificó su energía lo máximo que podía. El color cambió a un rojo muy intenso. Empezó a moverlo dentro de la figura geométrica haciendo que rozará una y otra vez consigo mismo, hasta que explotó en su interior cayendo ella desmayada. Cuando abrió los ojos miró rápidamente su muñeca buscando el brazalete. Éste estaba en el suelo junto a ella. Lo había conseguido. La energía al estallar había consumido a la otra y durante un segundo  había desaparecido totalmente. Era libre al fin, aunque su alegría duro poco, el mayordomo del Señor de los Shinigamis abrió la puerta de la celda. Ella, rápida, se guardó el brazalete en un bolsillo de su camisón pues todavía lo llevaba de cuando Retir la había secuestrado durmiendo en su cama. No era el momento, decidió, y siguió a aquel viejo shinigami sin que el otro se diera cuenta de que ella ya podía usar sus  poderes.

    


Puertas del Castillo del señor de los Shinigamis.

Alasthor ya había llegado al castillo. Con sus cien hombres estaba intentando tomarlo, pero  la resistencia era feroz por parte de su enemigo. La guardia había cerrado las puertas y se habían atrincherado en el interior. Arrojaban un tipo de líquido ardiendo al foso que derretía a los espíritus cuando intentaban escalarlo y Alasthor miraba preocupado la escena, sabedor de que un asedio prolongado sería el final para su hija. El plazo de los tres días que necesitaba el Señor de los Shinigamis para extraer sus poderes estaba ya casi en su límite. Rudyt se acercó a él con un shinigami a su lado.
     ─Mi comandante, este soldado pertenecía a la guardia del Señor de los Shinigamis antes de unirse a nuestra causa. Conoce un pasadizo que conecta el bosque con el castillo.
Alasthor observó a aquel soldado bajo y regordete y sin contemplaciones preguntó delante de él a Rudyt.
     ─ ¿Es de fiar o nos llevará a una trampa?
     ─Es de mi pueblo, fue reclutado a la fuerza hace años. Se llama Filver y tanto su familia como la mía están muertas por causa de ese tirano sin sentimientos.
Alasthor afirmó con la cabeza confiando en Rudyt y llamó a Elian y Clarent. Los cinco se reunieron mientras sus tropas seguían intentando entrar con sus espíritus de lucha.
     ─Vosotros tres ─dirigiéndose a sus sargentos─. Os quedaréis aquí distrayendo al enemigo mientras yo y Filver entramos por el pasadizo ─señalando al shinigami.
     ─ ¿Tú solo? Deja que te acompañemos ─dijo Clarent nervioso mientras su antiguo sargento le echaba una mirada inquisitiva. Éste se dio cuenta y avergonzado se disculpó─. Perdonadme comandante.
Alasthor sonrió y prosiguió.
     ─Estaréis sólo treinta minutos asediándolos para que todo soldado de ellos este aquí intentando evitar que toméis su castillo. Eso nos dará más facilidades a mí y a los amigos de mi hija que  seguramente estén dentro para rescatarla. Recordad, media hora y huiréis. No sabemos si mi padre ha ganado la batalla. En el caso de haberla perdido os encontraréis en serios problemas si el ejército de Kalmin aparece por aquella ladera.
Todos guardaron silencio, pero Clarent, con la cabeza agachada no pudo contenerse.
     ─ ¿Cómo saldréis sin nuestra ayuda?
Alasthor le miró y notó una ola de simpatía hacia aquel sargento.
     ─Puedo hacerlo de tres formas distintas. La primera con la ayuda de Retir que está con ellos dentro. Tiene un amuleto de shinigami. El segundo, junto a Vladimir al ser un demonio no se rige igual, puede aparecer y desaparecer a su antojo. Tercera, si derrotamos al Señor de los Shinigamis el sello de Jantaro se romperá y él tampoco está sujeto a nuestras mismas leyes físicas al ser un humano inmortal. De todos modos, siempre puedo volver por el mismo camino por el que voy a entrar.
 Elian tomo la mano de Alasthor y se la besó arrodillándose.
     ─Buena suerte, mi general ─lo dijo con orgullo y fe ciega. Los dos amigos hicieron lo mismo. Alasthor sabiendo la suerte que tenía al contar con aquellos shinigamis esperó volver a encontrarse con ellos. Miró a Filver y  dijo.
     ─Vamos amigo, guíame hacia el castillo.
Entraron por un antiguo túnel de ventilación. Estaba oscuro y olía a cerrado. Su guía parecía conocer el camino al dedillo. En ese instante, se oyeron unas voces y detrás de ellos surgieron dos soldados enemigos transformados, que portaban unas lanzas. Alasthor iba a cambiar de estado cuando unas cuerdas aparecieron enrollándose en su cuerpo. Éstos le ataron de pies y manos obligándole a caer en el barro que había acumulado en el suelo del túnel.
     ─ Mi querido amigo. Te estaba esperando.
Una sombra tomó forma cuando el Señor de los Shinigamis apareció delante de él.
     ─Alasthor, el último de una estirpe. Tu padre ha muerto y pronto acompañaras en el último viaje a tu hija.
Si Jawet  había caído,  la batalla se había perdido. Sus hombres estaban en peligro. Intentó moverse desesperadamente, pero aquellas sogas le apretaban cada vez más.
     ─Cuanto más te muevas, más se ajustarán las cuerdas a tu cuerpo. Es un juguete  del mundo mágico. Ahora matadle ­─ordenó a sus shinigamis.
Uno de los soldados de su guardia atravesó el pecho con su lanza a Filver. Éste entre terribles dolores, agonizando. preguntó.
     ─ ¿Por qué? ¿Y mi familia?
     ─Los tuyos ya están muertos. Únete a ellos. Eras un buen espía, aunque  no soportó a la gente que se deja engañar tan fácilmente­ ─y el Señor de los Shinigamis escupió sobre su cuerpo sin vida­─. Miró a Alasthor que horrorizado observaba la escena y le sonrió.
      ─Tú no te preocupes, morirás antes de lo que piensas. Primero quiero que veas como le absorbo los poderes a tu hija y luego me como su corazón para sellar el conjuro.
Los dos soldados cargaron el cuerpo maniatado de Alasthor, que temblaba más por Amelia que por su vida.

martes, 7 de mayo de 2013

LA SANGRE DE UN DISCÍPULO (MUERTE POSCOITO)

Mi mentor no sólo era un hábil estratega, si no también un profundo sentimental. Su mente analítica buscaba una forma de intervenir desde el exterior; es decir, conseguir con su ayuda divina que un hombre asesinara a la mujer que más ama. Sí, es bello; ya lo sé.
Parece que estoy relatando un episodio de Misión Imposible. Fijaros:

Objetivos:
Mujeres con pareja y alérgicas a la penicilina.

Como llegar a ellas:
Entrada en el ordenador de una clínica especializada en alergias, acceso a medicamentos y una forma de entrar en sus casas.

Como lo hizo:
Fernando era un hombre atractivo y no sólo por su gran inteligencia. Los cánones de belleza establecidos socialmente lo aprobaban como un hombre guapo. La vida sexual de mi mentor hasta la fecha  habían sido  encuentros esporádicos con cientos de mujeres y sabía perfectamente aprovecharse de sus virtudes. ¡Que ilusa fue aquella pobre dependienta de farmacia! La muy tonta se enamoró de él y la chantajeaba emocionalmente. Ella, que era mirada fingidamente por Fernando como alguien especial, no podía negarle nada, y así fue.
Por otro lado buscó una clínica en un barrio alejado y fácil de asaltar. Una noche se coló por una de las ventanas y entró en el ordenador del centro. La clave fue fácil, era el mismo nombre de la clínica. No se comieron mucho la cabeza; la verdad. Anotó el nombre de las mujeres con trastornos más graves a la penicilina en un papel, cerró el ordenador y salió por la misma ventana que entró. Las investigó y redujo a tres parejas con edades comprendidas entre veinte y sesenta años. Con una planificación de meses, ya sabía el horario de aquellas mujeres que iban a ser exterminadas.
Os relataré la historia de una de ellas:
Luis Flores trabaja por las noches de vigilante mientras que Ana Hurtado, su pareja, era profesora de instituto. Mientras ella daba clase, él dormía. Fernando con su maestría se coló en la casa de la feliz pareja y gracias a su amante farmacéutica tenía el medicamento del que ella era mortalmente alérgica. Mi mentor era un genio, ya os lo he dicho. Lo fácil hubiera sido inyectarle la penicilina directamente a ella, pero os he mencionado al principio que era un sentimental. Le colocó un pañuelo en la cara con cloroformo y se la inyectó a él mientras dormía. Una cantidad abusiva de penicilina fue introducida en el cuerpo de Luis Flores. Ahora sólo tocaba esperar.
Luis se levantó con la garganta seca y con dolor de cabeza. Se duchó para espabilarse y se fue como si nada a su trabajo. Cuando regresó se encontró con Ana esperándole desnuda. Lo dos cuerpos se juntaron. Ana besaba compulsivamente el pecho de su amante mientras que él la acariciaba su bajo vientre. Los gemidos de ella inundaban la habitación, ni tiempo tuvieron para ponerse un condón. La protección es lo primero, ¿no os lo enseñaros cuándo erais niños? Después de diez minutos de placer y acometidas, Luis descargó. Los dos a la vez tuvieron un orgasmo y se miraron con pasión. A las tres horas Ana empezó a tener convulsiones,  estaba teniendo un ataque de alergia. Su cara se tornó roja e hinchada como  un melón y Luis, el pobre, sólo pudo sujetar su mano mientras ella fenecía en la más profunda ignorancia.    

lunes, 6 de mayo de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 17 (tercera parte)



Batalla del río de la las almas perdidas.


     ─Mi general; Jawet viene hacia nosotros.

Paris se acercó a Kalmin que iba a la cabeza de sus dos mil shinigamis. Se paró en seco y la formación hizo lo propio detrás de él. Con un gesto miró a su criado y éste sacó un mapa de su cartera. Se lo entregó y el general lo abrió. Paris le señaló en él la situación del otro ejército. Estaban a unos diez kilómetros.

     ─ ¿Cuántos son? ─preguntó a su sobrino.

     ─Son más de mil, aunque nuestros espías en su campamento nos han informado que doscientos han ido a encontrarse con vuestro hijo.

     ─Será fácil para Sandos vencer ese desesperado movimiento de ese viejo. Pronto se reunirá con nosotros.

En el mapa comenzó a recorrer la distancia entre sus dos ejércitos observando cual sería el lugar más ventajoso para él. Sonrió con malicia y se paró en un pequeño río. Paris lo reconoció y dijo.

     ─ ¿El río de las almas perdidas?

     ─Exacto. En esta época del año no lleva apenas caudal. Lo cruzaremos para no quedarnos en medio.

     ─Mi señor, si lo tenemos en retaguardia no sería un obstáculo en caso de retirada.

El general levantó la cabeza del mapa y con un orgullo desmedido increpó a su sobrino.

     ─Nuestro ejército no se retira. No somos un grupo de cobardes. Vencemos o morimos. Sin excepción.

Paris se sintió un poco despreciado por su tío. Le miró fijamente, aguantando las insinuaciones a su coraje.

     ─ ¡En Marcha! ¡Vamos a la guerra! ─dijo esto chillando para que sus shinigamis le oyeran y estos le correspondieron con un grito al unísono

     ─ ¡AAAAAAA!



Mientras tanto, Jawet iba en dirección al enemigo. Su cabeza daba vueltas a la jugada del General Kalmin convenciéndose a si mismo que aquél inútil tenía que tener muy buenos oficiales que le habían aconsejados seguirle por la puerta sur. Estaba muy claro para él que la idea no había sido suya.

Apresuró a sus tropas para que llegaran lo antes posible al río de las Almas Perdidas. Quería que la batalla fuera en medio. Eso les daría ventaja contra su inferioridad numérica.

Kalmin llegó al río y ordenó cruzarlo rápidamente. Paris no dijo nada pues él ya había mandado vigías por su cuenta que le habían informado que aunque Jawet había acelerado del paso de sus tropas todavía estaban a varios kilómetros. Les daría a tiempo a pasarlo sin complicaciones. El caudal como dijo el general estaba muy bajo y las tropas lo cruzaron sin esfuerzo, aunque había barro en las orillas producido por las lluvias de la semana pasada. Si por un casual perdían la batalla sería una carnicería. Aquello era una trampa mortal. También entendía que eso haría que sus tropas no pensaran en la huida como una solución. Era arriesgado, pero era vencer o morir. Así era el General, no había medias tintas con él.

Al cabo de media hora los shinigamis habían pasado y estaban en formación esperando a Jawet. Kalmin ordenó que dieran agua a sus soldados. El calor era insoportable. Se comería al final de la batalla. Si ganaban, claro.

Jawet vio a lo lejos las formaciones de combate del Ejército Regular de los shinigamis y se impresionó, aunque no quiso exteriorizar sus sentimientos. Sabía perfectamente que estaba siendo observado en todo momento por sus tropas.

     ─ ¡Formad inmediatamente! ─ordenó a Softor.

La línea se produjo a cien metros de su enemigo. Jawet comandaba el lado central e izquierdo. No confiaba en nadie, así que no había buscado substituto para su hijo. El ala derecha era responsabilidad de Softor. Las fuerzas especiales que habían sido entrenados desde hacía años para aquella guerra estaban en los dos flancos. Crearían ilusiones de los animales rápidos haciendo creer al enemigo que eran más de lo que en verdad había.

Kalmin había posicionado a sus hombres en una formación clásica como Jawet había imaginado. Al comandante de la derecha le había reconocido al instante era Paris el sobrino del general. Muy inteligente y despiadado, había que tener cuidado con él pero, al de la izquierda no le reconocía. Era un hombre gordo y mayor con la cara redonda.

El general se adelantó con una pequeña guardia al centro de la explanada, Jawet le imitó y los dos se encontraron cara a cara.

 Todos los shinigamis que había en aquel lugar no quitaban ojos a aquellos que iban a regir su destino en breve.

     ─Jawet ─dijo fríamente el General

     ─Kalmin ─le respondió el abuelo con la misma indiferencia.

     ─¿Sabes? es irónico que sea precisamente en este lugar plagado de historia donde nos enfrentemos tú y yo ─dijo Kalmin.

Jawet no quería alargar la conversación, había ido al centro sólo porque estaba en el protocolo y algunos de sus shinigamis hubieran visto con malos ojos romper la tradición, pero tenía muy presente que su hijo estaba preso o muerto. Sólo rezaba para que hubiera mantenido ocupado a Sandos el tiempo necesario para que no se reuniera con su padre por su retaguardia. Contestó irónicamente al general queriendo acortar aquella estúpida palabrería sin sentido.

     ─Sí, conozco la historia como cualquiera de los nuestros. Tú señor rompió el equilibrio al matar a mi antepasado en aquella orilla ─y señaló hacia allí con el dedo─. Por eso su nombre es el río de Las Almas Perdidas. Y no quiero seguir hablando falacias con un esclavo.

Se dio la vuelta y volvió a su formación dejando al General con un palmo de narices allí sólo en mitad de los ejércitos. Su cara se transformó en un cuento de terror, sus facciones se deformaron y su cuerpo se agrandó convirtiéndole en un shinigami. Se dio la vuelta y juró que aquel bastardo iba a pagar con su vida aquella ofensa hacia su persona.

Cuando llegó a sus líneas miró a Paris que estaba a su lado derecho. Había heredado ese flanco por su idea de perseguir a Jawet. Luego miró a su izquierda. El comandante de aquella ala se llamaba Gretels y era un veterano que había luchado muchos años con él. Era duro y fiel. Haría su trabajo sin hacer preguntas no como su sobrino que a veces tenía que recordarle quien mandaba allí. En cambió su hijo siempre había sido muy dócil. Demasiado para heredar su rango algún día. Esperaba que la batalla que seguramente estaba acabando con su victoria le hiciera un shinigami digno de ser de su sangre.

Los dos ejércitos al fin se iban a encontrar. Habían estado días jugando al ratón y al gato y la tensión se palpaba en sus integrantes. El general observó a sus tropas y empezó a hablar para ellos.

     ─Soldados del verdadero ejército de shinigamis. Sabed que no hay nada mejor que la visión de destrucción de tu enemigo en un campo de batalla. Es una orgía de los sentidos que te hace llevar a una conciencia mayor de lo que en verdad importa en la vida. Vamos a comernos a esos rebeldes mal nacidos que se han opuesto a nuestro amo. Sus cuerpos sin vida servirán como fertilizante y sus cabezas empaladas en nuestras espadas serán un bonito adorno para…

Aquí tuvo que parar su discurso, las tropas centrales de Jawet habían aparecido sobre el campo de batalla.

     ─ ¡Maldito! Voy a enseñarte modales viejo andrajoso. ¡Unidades centrales! ¡Adelante!

Las cajas de música de ambos shinigamis sonaban en la explanada. El encontronazo entre los doscientos animales pesados: Elefantes, bueyes y rinocerontes del bando de Jawet contra similar número del bando contrario. Un buey de Jawet traspasó sus líneas, pero cuando iba a embestir,  un lagarto de dos metros le cogió de la garganta y lo tiró al suelo.

     ─ ¿Qué es eso? ─preguntó el viejo mientras Kalmin sonreía al ver que sus shinigamis de reserva habían intervenido para mostrar a su enemigo que no sólo tenían los típicos espíritus.

 El general hizo un gesto y la segunda línea de shinigamis relevó a los de la primera. Estos frescos invocaron sus propios espíritus que empezaron a mermar a los cansados del ejército de Jawet.

     ─Tenemos que despistarlos ─y ordenó a Softor atacar a la vez que al ala izquierda de su ejército. 

Ciento cincuenta panteras, lobos, tigres y leones surgieron a la invocación de sus amos. También aparecieron unos hombres vestidos con capas negras que empezaron a murmurar palabras en un idioma desconocido. Los efectivos de Jawet se multiplicaron por dos y fueron corriendo hacia el enemigo. Kalmin observaba atentamente que las fuerzas en los laterales eran mayores de lo que esperaba. No había notado que era una ilusión, pero Paris sí y chilló a sus shinigamis.

     ─No os dejéis engañar son sólo la mitad. Es una vulgar imitación para hacernos creer que son más. No os obcequéis y comprobar con vuestros animales espirituales de lucha cual es real y cual no.

Los soldados siguieron las órdenes de su comandante y cuando sus espíritus se encontraban con una ilusión la dejaban pasar. Cientos de ellas llegaron a sus filas y traspasaron a los soldados sin hacerles ningún daño.

     ─ ¡Matad a los espíritus de las capas negras! ─volvió a ordenar.

 Fue la prioridad de sus soldados, que empezaron a ganar terreno por el ala izquierda. El ala derecha de Kalmin no tenía tan buen comandante ya que el general no le había dado orden alguna a Gretels. Éste no hizo nada para paliar el movimiento de ilusiones de Jawet. Softor sonrió, estaban tomando su flanco sin problemas. Pero Jawet estaba teniendo muchos problemas en su lado izquierdo con el maldito sobrino de general. 

Kalmin mandó de nuevo a sus tropas de segunda fila que relevaran a las de la primera, y un nuevo contingente de animales pesados embistió a las bestias contrarias cansadas por llevar tanto tiempo combatiendo.

 Jawet hizo un movimiento desesperado. Veía que aunque el flanco derecho estaba siendo un éxito, por el izquierdo empezaban a sobrepasarle. Las tropas especiales estaban siendo reducidas. Así que las movió al centro para ir a por el general. Sabiendo que aunque perdiera ese lado si ganaba los otros dos la batalla sería suya. Las bestias pesadas se multiplicaron y corrieron hacia un general cabezota que no escuchaba a su sobrino que le advertía que sólo eran ilusiones. Traspasaron sus líneas elefantes reales y empezaron a matar shinigamis. Mientras, sus soldados se volvían locos persiguiendo espejismos. Paris veía que si seguían así iban a tener problemas, pero todo se paró un instante cuando un rinoceronte atravesó el pecho del general y le dejó tendido en el suelo sin vida. Jawet lo vio y su alegría le hizo gritar. No sabía que había cometido el peor de los errores. Con Kalmin hubiera sin duda vencido, pero con Paris al mando de todo el ejército el desenlace de la batalla podría cambiar. Éste rápidamente se trasladó a la zona central y empezó a dar órdenes.

     ─Que la tercera línea de shinigamis que controlan la tierra hagan una barrera que envuelva a sus espíritus.

 Unos seres de piedra surgieron y al unísono golpearon con sus puños el suelo. Ésta, como un terremoto, se movió derribando a las bestias torpes de Jawet mientras que las de Paris habían desaparecido para volver a surgir rápidamente cambiando la formación y arrasando a las otras que no podían defenderse en el suelo. Paris advirtió  a  Gretels como debía combatir a las ilusiones y fue con todo hacia los hombres con capa negra. Jawet veía que la ventaja que había adquirido se había esfumado. Unos doscientos animales pesados se acercaban a su posición y no tenía nada con que defenderse. Las bestias de Paris chocaron con la primera línea del ejército de Jawet y se llevaron volando a cientos de shinigamis que intentaban desesperadamente defenderse con la espada, pero el cuerpo de Fuerzas con Armas que tanto había desprestigiado Jawet y Softor hubiera sido inapreciable en aquella situación. Los soldados que luchaban con sus espadas no tenían experiencia y fueron mermando rápidamente. Softor que había visto como había casi ganado su flanco tenía que retirar sus tropas. Estaban siendo masacrados por aquel gordo comandante, que como buen soldado había seguido las órdenes al pie de letra del nuevo general. Las tropas de Jawet empezaron a dispersarse. Éste veía como sus sueños habían sido rotos por un crío. Maldijo su suerte y con cautela intentó escapar de la batalla, y se encontró con alguien que jamás esperaría. Retir estaba enfrente de él, trasformado en shinigami. Con un cuchillo le atravesó el corazón.

     ─Esto por mí cuñada, ¡maldito! ─luego, con furia le cortó la cabeza─y esto, por mi hermano gemelo.

El cuerpo decapitado de Jawet yacía tumbado en la arena.

Sus ojos sin vida habían perdido el brillo de la codicia que había regido toda su vida. Los soldados que vieron el asesinato corrieron a defender a su general, pero Retir desapareció sin que ningún gesto surgiera de su cara.

Las tropas del ejército de Stalet fueron derrotadas y Paris fue al lado de su tío. Al instante apareció Sandos llorando y agarrando el cuerpo sin vida de su padre.

     ─ ¿Cómo lo has permitido? ─le preguntó a su primo.

El otro no le respondió sino que le hizo otra pregunta.

     ─ ¿Dónde está tu ejército? ─Sandos calló unos segundos y después con vergüenza le respondió.

     ─Fuimos vencidos por Alasthor. Se dirige al castillo.

     ─Eres un inútil. No mereces vivir ─y con fuerza con su espada le atravesó la cara con ella.

Sandos quedó sin vida juntó a su padre. Paris miró a su tío y a su primo muertos a sus pies  y pensó que ya era la hora de que él fuera la cabeza de su familia. Se dirigió a sus shinigamis y les dijo.

     ─Enterradlos con honores. Pues son de mi sangre. Asesinad a los prisioneros y a nuestros heridos dejadlos en un campamento medico aquí. Daos prisa, tenemos que alcanzar a la última rata.

Se dio la vuelta y se dirigió al río para lavarse la sangre que le cubría la cara.