Primera parte del capítulo
dieciséis de “Jantaro en el mundo de los Shinigamis”. Hoy conoceremos la
verdadera naturaleza de Retir.
Perdidas, miedos, reencuentros
Sandos obedeció al General
y primero partió al mundo humano para después desplazarse con el talismán a las
puertas de la guarnición del sur del mundo shinigami.
Era un campamento
fortificado donde había quinientos soldados que habían quedado en la reserva.
Él, tomaría el mando de las tropas y las llevaría a la batalla. Su padre le
había dado una oportunidad para mostrarle sus dotes como comandante, pero se
llevó una sorpresa cuando en sus puertas no encontró ningún guardia en su
sitio. El pánico creció en su interior temiendo por un ataque de Jawet a
aquella posición. Sin embargo en el exterior no había signos de lucha. Ni se
encontraban cuerpos de soldados. Además, dentro se oía a gente hablar y cantar.
Empujó la puerta y nadie le negó el paso
a la fortificación. Miró a su derecha, dos shinigamis estaban durmiendo en una
esquina. Olían a alcohol incluso desde donde él estaba. Se acercó a ellos y le
dio un puntapié en la espalda a cada uno.
─ ¡Levantaos
sucias ratas! ─gritó con desprecio.
Aunque estaban tan beodos
que ni se movieron. Asombrado, siguió andando y oyó canciones que provenían de
una casa que había en una de las calles desiertas. Entró en ella y se encontró
a veinte soldados bebiendo y bailando sobre unas mesas de madera. Él se quedó
en la puerta callado hasta que le vieron y pararon de inmediato. Sandos sin
perder el control preguntó.
─ ¿Dónde está
el comandante de la guarnición?
Uno de los soldados que
tenía una jarra en la mano la depositó encima de la mesa y con miedo señaló
escaleras arriba. Éste subió hacia donde le habían indicado y entró en una
habitación. De repente escuchó a alguien gritar.
─ ¡He dicho
que no se me moleste! ¡Ya puede ser importante!
Un hombre medio desnudo
apareció delante de él. Al comandante se le erizaron todos los pelos del cuerpo
cuando reconoció al hijo del general Kalmin. Se cuadró y una toalla que llevaba
atada a la cintura cayó al suelo dejando sus partes al aire.
─Comandante,
soy Sandos segundo al mando de todos los ejércitos del Señor de los Shinigamis.
Por orden del General Kalmin tomo el mando de está guarnición. Quiero a todos
los soldados… ─y aquí tuvo que callarse porque una mujer rubia medio desnuda
apareció.
─Vamos Heret,
que Sofía se está cansando de sostener… ─el comandante la miró con cara de odio
y la otra avergonzada al ver la situación volvió a introducirse en un pequeño
cuarto anexo al de donde estaban ellos. Sandos suspiró y prosiguió─. Como decía,
deberán estar todas las tropas en el patio exterior en quince minutos
debidamente formadas.
Echó un último vistazo al
sujeto y se dio la vuelta sin dejarle decir nada saliendo
raudo del cuarto. Todos los soldados, abajo, guardaban silencio y le observaron
mientras salían de aquella casa. A los cinco minutos bajó las escaleras el
comandante sudando, pero vestido con su uniforme y empezó a dar órdenes
aquellos que estaban allí presentes.
─Rápido tocar
diana. Que todos estén formados en el patio a la de ya ─pero nadie se movió─.
¡A que esperáis! ¡VAMOOSSS!
Todos salieron por la puerta y al momento un sonido de trompeta resonó
en todas partes. Los oficiales sacaron a golpes a los soldados de su cama
y a los quince minutos los quinientos
estaban delante de Sandos donde él les había convocado. Miró sus caras
y vio lo que era lo contrario a un
soldado. Cuando los murmullos cesaron empezó a hablar.
─Me llamo Sandos y desde este momento tomo
el mando. Como vuestro comandante en jefe tomaré mi primera decisión.
Se
acercó al antiguo shinigami que mandaba la guarnición y sin que el otro pudiera
defenderse sacó su espada y con un movimiento perfecto le cortó la cabeza
delante de todos. Luego limpió su arma con las vestimentas del muerto. Nadie
movió un solo músculo, todos observaron la decapitación y tomaron nota de que
con aquel oficial no se jugaba.
─ ¿Quién es el segundo al mando? ─un
hombre de treinta años llamado Abdesir se acercó temblando─. ¿Ves a tu antiguo
comandante? ─el otro sólo pudo mover la cabeza unos milímetros. Estaba
totalmente aterrado─. Yo no tolero la relajación, ni los fallos. Si se produce
alguno de estos en mis tropas tú seguirás su camino. ¿Has entendido?
Él
otro al ver su vida fuera de peligro se cuadró.
─
¡Sí, mi señor! ─le respondió.
Volvió
su mirada hacia sus soldados.
─Nos han elegido para luchar. El ejército
de Jawet se acerca por el sur. Nosotros seremos la primera avanzadilla mientras
el grueso de nuestro ejército llega. Capitán, que estén preparados al alba para
partir. Tenemos una guerra que ganar.
Ejercito de Stalet en el
mundo shinigami.
Jawet nunca esperaba que su entrada en el mundo shinigami fuera tan
tranquila. Su ejército llevaba varios Kilómetros avanzando y no se habían
encontrado ninguna resistencia. Después de cruzar por varias aldeas y de reclutar comida y más
soldados; Alasthor estaba preocupado. No se sabía nada del ejército que el
General Kalmin comandaba aunque la moral de las tropas estaba por las nubes.
Softor había enviado vigías alrededor del camino, pero estos no habían
encontrado ningún soldado enemigo.
─Padre, esperaba alguna resistencia por
parte del enemigo para entretenernos hasta que llegará el grueso de su
ejército.
─Sí, es verdad. Yo pensé que darían orden
de quemar algunos pueblos para no dejarnos víveres y así debilitarnos de cara
al combate. Aunque no me puedes negar que la idea de entrar por está puerta es
un acierto.
─No lo sé, tanta tranquilidad me parece
sospechosa ─dijo Alasthor mientras andaba en formación junto a Jawet por una
llanura.
─Tranquilízate, el ejército de Kalmin está
a varios días de aquí. Habrán decido esperarnos
a las puertas del castillo con todas sus tropas. O todavía están en la
puerta norte esperando que la atravesemos ─y rió con entusiasmo.
Jawet llamó a Softor y éste vino corriendo desde unas posiciones más
atrasadas y se presentó ante su señor.
─ ¿A cuánto estamos del siguiente pueblo? ─preguntó
el abuelo.
─A unos treinta Kilómetros.
─Y de allí al castillo.
─Otros treinta más o menos
─Bien, acamparemos cerca del pueblo ─y
sacó un mapa y se lo mostró en él.
─Pero tú coge treinta soldados y desvíate
a éste lugar. Aquí vive Hostel el herrero. Tráemelo a él y a su familia.
Softor confirmó con su cabeza y se desvió al instante para cumplir las
órdenes.
─ ¿Eso es juicioso? Es el hermano de Retir
─dijo Alasthor
─No me fío de esa rata. Quiero tener un
seguro por si nos traiciona.
Softor escogió cuidadosamente a los shinigamis que iban acompañarle.
Hostel tenía fama de ser un genio y muy
poderoso.
Sobre las cinco de la tarde divisaron a los lejos la casa del herrero.
Softor dio la orden de mantenerse en estricto silencio no quería poner en
guardia al hermano de Retir. Hostel estaba en su herrería trabajando. Al
instante uno de los Solum se acercó a él y empezó a berrear cosas incomprensibles,
aunque su amo sí que las entendió.
─Mierda, tenía que haber hecho caso al
idiota de mi hermano ─dijo en voz alta.
Miró a los Solum y les mandó
hacia donde uno de ellos le había dicho,
estaban los soldados. Él se fue por la otra puerta a buscar a su familia.
Mientras tanto Softor dividió sus fuerzas. A una le dio la orden de atacar por
el norte de la herrería, mientras que a la otra la mandó para que entraran por el sur de la casa anexa. Su prioridad era
detener a la mujer y a los hijos para obligar a Hostel a rendirse. Los Solum
cogieron unas varas de metal cada uno y
se encontraron con varios espíritus de elefantes que intentaban
aplastarles. Estos no se amilanaron por la diferencia de tamaño y utilizaron
sus varas que emitían electricidad para doblegar a los paquidermos. Algunos
shinigamis tuvieron que luchar cuerpo a cuerpo con ellos y fueron aplastados
por su agilidad y rapidez. En unos minutos los shinigamis que quedaban en pie
tuvieron que rendirse avergonzados. Hostel se encontró a unos soldados que se
interpusieron en su camino. Dos leones y un tigre le amenazaban con fiereza.
─No tengo tiempo para tonterías ─dijo
despectivamente y destapó un anillo de
oro que llevaba en su mano. Otro invento de manufacturación propia como las
varas que creó un vórtice que absorbió a los espíritus a su interior. Cuando
sólo quedaban sus amos tapó de nuevo el anillo y desenfundo una espada de color
plateado que hipnotizó a los shinigamis con su reflejo. Sentándolos en una
esquina.
─Eso ha sido impresionante ─le alabó
Softor que tenía apresada a la familia del herrero con un shinigami cada uno
amenazado sus cuellos con un cuchillo. Hostel no hizo ningún movimiento y
miraba a su mujer esperando una ayuda.
─Suelta la espada y quítate ese anillo o
tu familia lo pagara con su vida ─ Hostel no tuvo elección y obedeció.
─Ahora manda a otro plano a los enanos
esos que tienes como sirvientes.
Se transformó en shinigami y
abrió una caja de música. En ese instante los Solum desaparecieron de aquella
realidad.
─Estás preso por orden de mi señor Jawet.
Nos acompañaras, tú y tu familia a nuestro campamento. Si por alguna razón me
das la mínima sospecha de que intentas escapar uno de tus hijos será ejecutado.
¿Lo has comprendido?
Hostel miró horrorizado a su
hija que estaba llorando cogida por su madre y la mirada desafiante de su hijo.
Esto le hizo hincharse de orgullo, pero volvió hacia Softor y afirmó con la
cabeza.
─Entonces de acuerdo. Tenemos un largo
camino y debemos estar antes de medianoche en nuestro campamento.
Hostel andaba el primero en la formación bajo la mirada atenta de dos
soldados, en medio iban su mujer llevando en brazos a su hija y su hijo que
caminaba con aire altanero a su lado. Después de diez kilómetros ella se detuvo
y cayó al suelo.
─ ¡Vamos levántate y continua! ─pero ella
no podía dar un paso más, había cargado con su hija todo el rato y sus pies
estaban llenos de ampollas.
─ ¡Dejarla basura! ¡No veis que no puede
continuar! ─les increpó su marido, pero le hicieron callar. Uno de los soldados
le dio con un palo en la cabeza y éste cayó al suelo chorreando sangre.
─ ¡Hostel, no! ─gritó su esposa─. Ya
me levanto, pero por favor no le peguéis más.
Softor cogió a la niña que
tiritaba de miedo y se la llevó a su padre.
─Tú la llevarás ─éste casi sin sentido la
sujetó con cariño.
─Daina no quiero que llores. Mamá está
bien y yo también ─y la dio un fuerte beso en la mejilla. La niña abrazó a su
padre con fuerza y éste se incorporó todavía sangrando. Su mujer era ayudada
por su hijo mayor que a duras penas podía ya andar.
A lo lejos ya se veían las hogueras del campamento. Hostel al verlo
sintió verdadero miedo por primera vez en su vida. Despertó a su hija que
dormía en su regazo y acercó su boca a su oído para susurrarla unas palabras.
─Escucha hija, si algo nos
pasa a mamá y a mí, coge a tu hermano y busca a tu tío. Es muy importante, buscad
a vuestro tío.
─Sí, papá ─respondió la
niña muy débil y Hostel respiró un poco.
Jawet estaba sólo en su tienda. Alasthor había ido a inspeccionar a un
pequeño grupo de soldados que según inteligencia estaban viniendo por el norte.
Cuando entró Softor en compañía de Hostel y su familia; le habían atado las
manos para la entrevista con el abuelo.
─Ya tenemos aquí al mayor genio de nuestro
tiempo. ¿Os han tratado bien? ─y sonrió al ver las manchas de sangre de su
camisa.
─ ¿Qué quieres de mí? Viejo asqueroso. ¿Ya
me tienes? Pues suelta a mi familia.
Jawet seguía con aquella sonrisa estúpida en sus labios.
─No seas tan arrogante. Tú estás aquí para
que tú hermano no se le ocurra traicionarnos. Pues ahora, en este instante está
rescatando a mi nieta.
Hostel no podía parar de reír. La paciencia de Jawet se estaba agotando.
─ ¡Ja, ja, ja! ¿Qué la está rescatando,
dices? Si fue él; idiota. Él es su secuestrador viejo necio.
Jawet encolerizó de rabia y
sacando un cuchillo se lo clavó a la mujer.
─ ¡NOOOOOOOOO! ─un grito desgarrador sonó
en todo el campamento mientras la mujer de Hostel caía sin vida en el suelo.
─Ya has parado de reír escoria ─le dijo
Jawet mientras unos soldados que habían entrado alarmados por el jaleo sujetaban
a Hostel convertido en shinigami. Entre cuatro lograron reducirle en el suelo.
Jawet se acercó a él y alzó el brazo en la dirección donde estaba Softor. Éste entendió rápidamente lo que su señor deseaba y le entregó su
espada.
─Que todos sepan cual es el castigo por
oponerse a mí ─y con fuerza la clavó en su nuca. Hostel murió mientras Jawet le
devolvía su arma empapada de sangre a su dueño.
─ ¿Qué hacemos con los niños? ─preguntó
Softor
Estos estaban aterrados en
un rincón sin poder moverse. Jawet ni se molestó en mirarles.
─Busca a dos soldados leales que no tengan
escrúpulos y deshazte de ellos afuera. No quiero que se manche más mi tienda.
También ordena que recojan esta basura y que limpien bien toda esta sangre.
Softor agarró a los niños
que no opusieron resistencia pues estaban en estado cata tónico. Salió con
ellos y dos hombres a los que el comandante había hecho una señal se acercaron.
─ ¡Matadlos fuera del campamento, con
limpieza!
Los dos se fueron con ellos sin hacer preguntas. Llegaron a un claro y
sacaron sus espadas. De repente el más grande notó que algo le traspasaba. El
otro fue en su ayuda, pero su cabeza cayó al suelo decapitada limpiamente.
Retir estaba delante de los niños que al verle fueron corriendo hacia él y lo
abrazaron.
─Papá y mamá están muertos… ─Dijo el chico
sollozando, pero le interrumpió Retir.
─Lo sé cariño. No os preocupéis ahora
estáis conmigo. Ese viejo sádico probará nuestra venganza muy pronto, ahora no
es el momento, debo poneros a salvo ─y desapareció del claro con los
niños.
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