Negarse a participar en un juego suele
tener graves consecuencias para la salud. La vaga oposición de ese escritor de
libros de magia, esa lucha interior por no dejarme salir, le hace en el fondo
irresistible. Cuanto más intenta liberarse de mí, más cerca estoy de su
corazón. Tomaré el control total y seguiré las enseñanzas de mi mentor,
azotando este mundo como un profeta que aclama a su Mesías. Negarte a jugar es
enseñarme tus más escondidos miedos. No dudes que sabré aprovecharlos contra
ti. Recuerda mis palabras cuando mañana leas esta entrada en tu Blog.
Hoy voy a acercaros a la luz. Él me bautizó en esta
verdadera religión que os pretendo mostrar. Sólo los dioses saben dar el don al
que lo merece. Con sólo una pastilla de jabón y una pistola de aire comprimido,
el juicio hacia las almas puede comenzar.
Se movía sigilosamente tras la presa, escondido en los portales. No era
aleatorio, mi mentor había estudiado a sus próximos sacrificios. Durante días
había seguido a ciertas personas que tenían algo en común, vivían solas. Los
condenados fueron amenazados por una pistola de aire comprimido en la nuca. Os
puedo asegurar que la sensación de miedo y placer cuando roza tu pelo es
sublime, pero me pierdo. Todavía es pronto para deciros lo que ocurrió entre él
y yo…
Os relataré el
caso de una mujer y entenderéis porque me eligió. Cuando llegó a su casa,
Fernando la esperaba escondido en el portal, sabía exactamente la hora de su
llegada. Como he dicho antes la amenazó con la pistola y la puso una capucha
negra en la cabeza para que no viera nada. Mi mentor me explicó: “es más sencillo
si esas personas que van a morir viven
en el bajo o en un primero, para que se reduzca la probabilidad de que puedan
verme”.
La condenada entregó
la llave de su casa a Fernando y este abrió la puerta. La mujer aterrada
balbuceaba clemencia, pero esa palabra sólo sirve para los elegidos, y ella no
lo era. La desnudó con cuidado, no podía haber ninguna marca en su cuerpo.
Pobrecita pensaréis, que malvado ser, aunque no veis que la purga de los
miembros de esta sociedad es necesaria. La mujer desnuda temblaba intentando
taparse sus pechos y sus genitales. Que imagen más deliciosa y excitante debió
de ser. Con guantes en sus manos tomó la mano de ella y le llevó a su baño. La
ducha tenía una bañera y la colocó de pie mientras caía el agua desde arriba.
Entonces mi mentor sacó un trapo de su bolsillo, lo desenrolló y surgió un
jabón de esos corrientes que venden en cualquier supermercado. Con cuidado
midió la bañera y lo colocó detrás del pie de la condenada.
─Quiero que te relajes, no va a pasar
nada. Te juro que no te voy a violar ni nada parecido ─la dijo cerca de sus
labios. Estaba muy nerviosa.
─ ¡Llévese lo que quiera!, pero no me haga
daño, por favor ─dijo entre lágrimas.
Fernando volvió
a medir a ojo la distancia de la bañera, no podía equivocarse y ajustó a la
mujer empujándola unos centímetros hacia la pared donde estaba el grifo de la
ducha.
─ ¿Qué quiere de mí? No me haga daño ─la
mujer estaba a punto de desmayarse de miedo.
─Quiero que se relaje, sólo deseo que haga
una cosa y le juro que no me volverá a ver jamás. ¿Estamos de acuerdo?
Ella no
respondió.
─ ¡ESTAMOS DE ACUERDO! ─la repitió
chillando al oído.
Ella intentó
moverse, pero se volvió a encontrar con el tacto del cañón en su cabeza, y paró
cualquier movimiento brusco de inmediato.
─Bien, veo que lo entiendes ─y una
sonrisa de placer apareció en su boca ─. Deseó sólo que andes hacia atrás unos
pasos. Compláceme, y no volverás a verme jamás.
Ella, respiró
hondo y obedeció. El pie derecho se resbaló con la pastilla de jabón al pisarla
y perdió la verticalidad al segundo. Movía sus brazos desesperada intentando
agarrarse algo, pero no encontró nada que la mantuviera recta. Su cabeza
impactó contra la bañera, fue un golpe seco y la vida de ella fue sacrificada
en honor de mi mentor. Fernando saboreó su obra durante unos minutos, y con
cuidado la quitó la capucha. Nadie podía suponer que la muerte de esa pobre
desgraciada era obra de él…
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