SEGUNDA ENTREGA
Por fin se ha dormido, ese
bastardo intento de escritor no ha podido mantenerme a raya por más tiempo. De
momento, soy libre y puedo seguir contándoos la historia de mi mentor. Fernando
descubrió que era capaz de decidir sobre el destino de otras personas. Un
elegido, la belleza de un nuevo amanecer en este mundo podrido de buenas
acciones, mi mesías. Daría hasta mi
última gota de sangre para sólo parecerme a lo que él fue, para que lo comprendáis y os unáis a mi causa,
debo hacer que sintáis pasión por su recuerdo igual que yo. Os relataré como
domó a ese caballo oscuro que era su talento innato.
Después de sentir en su alma
la fuerza de ser superior a los demás, se sentó y escuchó. En un parque cerca
de la M30 de Madrid se fundió con todo lo que estaba a su alrededor. Los niños
jugando con los columpios, la madre que pasea a su hijo en un carrito para
bebes, los dos novios jóvenes que se besaban con pasión mientras el chico
intentaba disimuladamente excitarla para que ella se dejará poseer. ¿Qué
estúpidos somos los hombres?, pues ella le mantenía a raya separándose unos
centímetros de su boca y mostrándole con la mirada que no eran los únicos que
estaban en aquel lugar. Aunque, fue aquel hombre ciego, con aire cansino,
moviendo su bastón para ayudarse, lo que llamó más su atención.
Se paró a escasos metros de
un paso de cebra y agudizó su ya desarrollado oído. Era notas molestas lo que
el semáforo transmitía, pero era el aviso para el hombre ciego de que era
seguro atravesar la calle. Puso un pie en la calzada y con su bastón como guía
los cruzó, mientras una señora de mediana edad paraba su coche y miraba
pacientemente mientras el semáforo cambiaba de color.
Fernando se sintió vivo y
siguió con la vista al hombre hasta que desapareció por unas de las calle
adyacentes. Se levantó y respiró con fuerzas inundando sus pulmones. Se sentía
feliz; mi amado mentor.
Al día siguiente ya estaba
todo preparado, registró su casa en busca de aquella grabadora que su tía le había regalado
hace unos años y se la llevó a un semáforo. Esperando a estar solo, grabó aquel
sonido horrible que daba el aviso a los ciegos para cruzar. Lo registró como
preludio a lo que en breves horas iba a suceder.
Con su nueva llamada a la
muerte buscó en Madrid un lugar para ejecutar sus divinos planes, y lo
encontró. En un bar se habían juntado tres hombres ciegos a comer. Fernando se
quedo fuera esperándolos, no estaba nervioso, él sabía que tenía un divino
destino. Los tres ciegos terminaron su comida y salieron del local. Hablaban
entre ellos, Fernando los seguía esperando el momento preciso, y la suerte de
los elegidos llegó.
La calle estaba vacía y los
hombres condenados se pararon en un semáforo. Fernando cuidando en no hacer
ruido se colocó a su lado y encendió la grabadora. Que lástima de suelo que se
encharcó con la sangre de aquellos que están bajo el influjo de mi mentor. Dos
coches no pudieron parar y los atropellaron sin compasión. El juicio hacia
tiempo que se había decidido, aquello sólo fue el resultado final. Los tres
cadáveres, golpeados y casi irreconocibles yacían en el asfalto, mientras las
sirenas de la ambulancia y policía hacían callar al sonido que ahora si el
semáforo emitía. Fernando no se quedó y distraídamente, como si aquello no
fuera con él desapreció dejando a aquello tres condenados que se las vieran con
otro Dios…
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