sábado, 30 de marzo de 2013

LA SANGRE DE UN DISCÍPULO CAP 2




SEGUNDA ENTREGA 

Por fin se ha dormido, ese bastardo intento de escritor no ha podido mantenerme a raya por más tiempo. De momento, soy libre y puedo seguir contándoos la historia de mi mentor. Fernando descubrió que era capaz de decidir sobre el destino de otras personas. Un elegido, la belleza de un nuevo amanecer en este mundo podrido de buenas acciones, mi mesías. Daría hasta  mi última gota de sangre para sólo parecerme a lo que él fue,  para que lo comprendáis y os unáis a mi causa, debo hacer que sintáis pasión por su recuerdo igual que yo. Os relataré como domó a ese caballo oscuro que era su talento innato. 
Después de sentir en su alma la fuerza de ser superior a los demás, se sentó y escuchó. En un parque cerca de la M30 de Madrid se fundió con todo lo que estaba a su alrededor. Los niños jugando con los columpios, la madre que pasea a su hijo en un carrito para bebes, los dos novios jóvenes que se besaban con pasión mientras el chico intentaba disimuladamente excitarla para que ella se dejará poseer. ¿Qué estúpidos somos los hombres?, pues ella le mantenía a raya separándose unos centímetros de su boca y mostrándole con la mirada que no eran los únicos que estaban en aquel lugar. Aunque, fue aquel hombre ciego, con aire cansino, moviendo su bastón para ayudarse, lo que llamó más su atención.
Se paró a escasos metros de un paso de cebra y agudizó su ya desarrollado oído. Era notas molestas lo que el semáforo transmitía, pero era el aviso para el hombre ciego de que era seguro atravesar la calle. Puso un pie en la calzada y con su bastón como guía los cruzó, mientras una señora de mediana edad paraba su coche y miraba pacientemente mientras el semáforo cambiaba de color.
Fernando se sintió vivo y siguió con la vista al hombre hasta que desapareció por unas de las calle adyacentes. Se levantó y respiró con fuerzas inundando sus pulmones. Se sentía feliz; mi amado mentor.
Al día siguiente ya estaba todo preparado, registró su casa en busca de  aquella grabadora que su tía le había regalado hace unos años y se la llevó a un semáforo. Esperando a estar solo, grabó aquel sonido horrible que daba el aviso a los ciegos para cruzar. Lo registró como preludio a lo que en breves horas iba a suceder.
Con su nueva llamada a la muerte buscó en Madrid un lugar para ejecutar sus divinos planes, y lo encontró. En un bar se habían juntado tres hombres ciegos a comer. Fernando se quedo fuera esperándolos, no estaba nervioso, él sabía que tenía un divino destino. Los tres ciegos terminaron su comida y salieron del local. Hablaban entre ellos, Fernando los seguía esperando el momento preciso, y la suerte de los elegidos llegó.
La calle estaba vacía y los hombres condenados se pararon en un semáforo. Fernando cuidando en no hacer ruido se colocó a su lado y encendió la grabadora. Que lástima de suelo que se encharcó con la sangre de aquellos que están bajo el influjo de mi mentor. Dos coches no pudieron parar y los atropellaron sin compasión. El juicio hacia tiempo que se había decidido, aquello sólo fue el resultado final. Los tres cadáveres, golpeados y casi irreconocibles yacían en el asfalto, mientras las sirenas de la ambulancia y policía hacían callar al sonido que ahora si el semáforo emitía. Fernando no se quedó y distraídamente, como si aquello no fuera con él desapreció dejando a aquello tres condenados que se las vieran con otro Dios…  

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