lunes, 29 de abril de 2013



El viento meció una hoja,
llevársela, ha sido muy doloroso.
Ha creado un hueco en nuestras almas,
y dejado nuestros corazones rotos.

Su recuerdo, no perecerá nunca,
en nuestra mente estará su foto.
Ella era alguien muy especial,
la veo ahora, si cierro mis ojos.

El tiempo nos enseña una cosa,
que al final feneceremos todos.
Alzar vuestras copas por  ella, 
brindar y saludarla, no quiere lloros.

El viento meció una hoja,
llevársela, ha sido muy costoso.
En el Orion nos vemos un día Yoly
sabes que jamás, estaremos solos.

jueves, 25 de abril de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 17 (segunda parte)



BATALLA DE GARSBURGO


Sandos estaba esperando a su padre como le había ordenado en aquella posición. No había tenido ninguna noticia de él. Sabía por sus informes de inteligencia que el ejército de Jawet venía directo hacía su situación y que sabía de su existencia. Unos shinigamis con el uniforme a rayas habían estado expiándoles. No había tardado mucho en averiguar las intenciones de su enemigo. Un minúsculo grupo de fuerzas se acercaba por el sur a enfrentarle. Los vigías que había posicionado le habían informado hacía unos minutos. Dedujo que si habían mandado tan pocos shinigamis contra él era que ya sabían del ejercito de su padre en su retaguardia. Aquello sería un triunfo total. No tenían nada que hacer, eran solo doscientos. Había ordenado a sus soldados esperarlos en una explanada a las afueras del pueblo.

Al cabo de dos horas empezó a ver a los soldados de Alasthor. ¿En verdad pretenden ganar?  Se preguntó. Aquello era un suicidio en toda regla. Enfrente, Alasthor comandaba las tropas. Sandos le reconoció al instante y se adelantó con cuatro guardias y su homólogo hizo lo mismo. Se encontraron en medio de la explanada. Sandos educadamente hizo una reverencia y Alasthor le imitó.

     ─No creo que sea un buen día para morir. Es ridículo que me enfrentes no sois ni la mitad que mis shinigamis ─dijo Sandos con confianza.

Alasthor observaba todos sus movimientos. Se tomó su tiempo y respondió al hijo del general con respeto.

     ─No dudo de tus dotes para el mando ni de la profesionalidad de tu ejército, pero estás ante las mejores tropas de shinigamis. Uno de los míos es como dos de los tuyos. Por lo que yo no veo desigualdad en esta batalla.

Sandos sonrió con ironía. Había oído hablar de él aunque nunca habían coincidido. Cuando escuchó que por amor se había unido a una humana y había desobedecido a su padre, él que nunca osaría revelarse contra el suyo sintió cierto respeto hacia aquella persona.

Sabía de la dificultad de realizar lo que uno quiere cuando eres manejado como una marioneta.

     ─Espero Alasthor, que sea una buena lucha. Sentiré asesinaros. Siempre he sentido respeto por ti.

     ─Si hemos de morir, moriremos con honor. Espero que al final de esta guerra que consume nuestro mundo podamos hablar con tranquilidad. Tenía una imagen equivocada de ti. Salud y respeto.

     ─Salud y respeto ─contestó Sandos mientras daba la vuelta y volvía a su formación.

Alasthor llegó ante sus tropas y empezó a hablarles.

     ─ ¡Mirad! Mirad delante de vosotros con la cabeza bien alta. Veis; sólo es un patético ejército temblando de miedo ante la visión de las mejores tropas. Pues es verdad que ni sois la mitad que ellos, pero ellos tiemblan porque saben que van a morir. Vosotros tembláis por la emoción de matarlos. Porque ahí, delante, a pocos kilómetros en el castillo está la esperanza. La verdadera sucesora del primer shinigami. La salvaremos y restaurará el equilibrio. ¡POR LA REINA!

     ─ ¡REINA! ¡REINA! ─gritaban las tropas al unísono.

Sandos los veía desde su posición en la retaguardia. Sentía tener que destruirlos, pero era su deber. Con una mano ordenó a su cuerpo de animales pesados que fuese invocado. Cientos de cajitas de música sonaron y surgieron elefantes, bueyes y rinocerontes.

     ─Atacad ─ordenó Sandos.

 Clarent comandaba el centro de la formación. Miró a su derecha y vio a su amigo Rudyt que alzó su puño y él le respondió de la misma manera con confianza.

     ─ ¡Quietos! ¡No os mováis! ─gritó Clarent.

Los animales cogían velocidad y estaban a cien metros, cincuenta metros, diez metros.

     ─ ¡AHORA!

La formación se abrió como un abanico. Todos en sincronización dejaron pasar a las bestias que, confundidas, consiguieron alcanzar algún shinigami, aunque las bajas fueron mínimas.

     ─ ¡Mandad a vuestros espíritus! ─gritó Clarent

Cincuenta animales rápidos, tigres, panteras y leones salieron  como centellas hacia el enemigo. Sandos cuando vio que sus fuerzas pesadas fueron burladas ordenó con furia.

     ─ ¡Qué den la vuelta esos animales! ¡RÁPIDO!

Aunque fueran espíritus, eran bestias pesadas y torpes que tardaban en darse la vuelta cuando lo consiguieron desaparecieron.

Los espíritus de los shinigamis de Alasthor ya habían llegado a la formación de Sandos y los soldados perdieron la concentración, ya que estaban ocupados defendiéndose. Éste ordenó movilizar los dos flancos con sus propios animales rápidos.

En el lado derecho de la batalla, los tigres, leones y lobos de Sandos se encontraron con los pesados que dirigía Rudyt. Los que no eran aplastados por su peso, eran destruidos por las espadas de los shinigamis de primera fila, que luchaban a destajo cortando cabezas. Peor lo  llevaban los soldados de las fuerzas de ataque  con  armas en el flanco izquierdo que dirigía con maestría el sargento Elian. El encontronazo los desequilibró al principio, pero rápidamente formaron una muralla donde se iban relevando mientras se cansaban en destruir animales salvajes. Alasthor vio que ese flanco tenía que aguantar y ordenó a Clarent que redirigiera a sus animales al lado izquierdo. Los cogieron por detrás y entre unos y otros empezaron a mermar. Sandos vio que le habían dejado libre el centro de la batalla ya que  habían desplazado a la izquierda las tropas centrales y ordenó a sus tropas frescas que relevarán a los anteriores. Rudyt vio que volvían los animales pesados a atacar y dio orden sin consultar a nadie de mover sus tropas al centro. El encontronazo de animales de la misma especie fue gigantesco. Alasthor vio la rapidez de reflejos de Rudyt que había parado el avance del enemigo y se sintió aliviado de haberle dado esa responsabilidad.

La batalla era una carnicería. Era un auténtico caos justo lo que Alasthor quería. Una batalla ordenada sería la victoria para sus enemigos. Les doblaban en número. Ahora la cosa se había igualado. Sandos no sabía dónde estaban sus líneas y su superioridad se había reducido. En el lado izquierdo Elian mantenía a raya con la ayuda de Clarent a los animales rápidos. El centro de la formación era un espectáculo de lucha de animales pesados que intentaban destruirse unos a otros y el lado derecho de Sandos había sido muy mermado por los animales pesados de Rudyt. Por lo que las pocas tropas que quedaban estaban siendo contenidas por los pocos elefantes que Rudyt había dejado en su movimiento al centro de la batalla.





Flanco Izquierdo



     ─ ¡Vamos aguantad! ¡Si no os matan esas bestias yo con mi espada os ensartaré por el culo! ─decía Elian a sus shinigamis mientras le cortaba la cabeza a un lobo. Sus soldados veían que él estaba el primero dándolo todo y siguieron a su sargento con orgullo de estar bajo su mando. Habían conseguido con la ayuda de los animales de Clarent mermar mucho a su enemigo.

     ─ ¡Clarent! ─éste se acercó a su antiguo sargento─. No rompas la formación. Sostén a los espíritus contrarios mientras nosotros acabamos con sus amos.

Clarent afirmó con la cabeza y  volvió a redirigir sus tropas para abrir un pasillo para que Elian pudiera pasar.

     ─ ¡ADELANTE!

El sargento encabezó a sus hombres que corrieron con sus espadas en alto hacia el enemigo. Los tigres y leones que iban a impedir su paso eran neutralizados con los propios de Clarent.

Sandos no podía creer lo que estaba viendo cuando vio la maniobra. Inmediatamente llamó a sus últimas tropas de reserva de ese flanco, pero aunque estaban haciéndole daño a ese sargento loco, éste seguía avanzando sin que sus espíritus pudieran pararle.

Alasthor sonreía desde la retaguardia. Ahora se verá porque fuisteis mi primera elección.

Las tropas de Elian llegaron a donde estaban los shinigamis. Éstos sin sus espíritus estaban en clara desventaja contra aquello soldados que habían entrenados para luchar cuerpo a cuerpo. Las espadas se empaparon de sangre. Sin compasión uno a uno fueron exterminados y sus cuerpos sin vida llenaron la explanada.



En el centro de la batalla



Aunque Rudyt estaba en menor número sus shinigamis aguantaban las envestidas de sus enemigos.

     ─Hay que darles tiempo para rodearles. ¡Aguantad!.

Los soldados veían como el lado izquierdo del enemigo estaba cayendo y eso les infundió más valor. Sandos en una maniobra desesperada intentó tapar su flanco derecho, pero una desorganización de sus tropas le llevó a crear una fisura en sus líneas. Cuando Rudyt la vio, dio orden de atacar avanzando.

     ─ ¡Ahora! ¡Aprovechemos!

Todos los shinigamis se movieron como si de un sólo ser se tratará y entraron en el caos de las filas enemigas. Sandos se unió a la batalla invocando un águila gigantesca que atacaba desde el aire con piedras enormes que recogía del suelo, pero cuando estaba subiendo con una, un dragón le atacó por detrás mordiéndola del cuello y tirándola al suelo. Sandos reconoció a Alasthor que se había unido a la contienda y supo que aquella batalla estaba perdida. Sus hombres, cuando vieron la derrota de su comandante, empezaron a huir. Sandos hizo lo propio y al cabo de unos minutos la explanada estaba repleta de cuerpos y shinigamis del ejército de Alasthor que gritaban.

      ─ ¡VICTORIAAAAAAA!

 Los soldados saltaban de alegría. Nadie hubiera dado nada por ellos antes de aquella batalla. Alasthor se situó en medio y sus tropas le observaron como a un dios guardando silencio con admiración.

     ─Esta victoria es vuestra y de los que han caído por ella ─todos agacharon la cabeza con respeto─. Partiremos al castillo. Hay una reina que debemos liberar.

     ─ ¡REINA! ¡REINA! ─gritaron todos a la vez mientras partían para intentar liberarla.

lunes, 22 de abril de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 17 (primera parte)


CAJAS DE MÚSICA


Campamento del ejército de Stalet



Alasthor regresó al campamento a la cabeza de una guardia de diez soldados. Traspasó la tienda de su padre cuando los primeros rayos de luz asomaban por el este. Jawet estaba durmiendo y había dado órdenes de no ser molestado, pero él tenía noticias importantes que trasmitir. Había encontrado un pequeño ejército acampado a las afueras de un pueblo llamado Karsburgo a unos quince kilómetros.

Jawet se despertó cuando su hijo le tocó el hombro. Con cara dormida sabía que era algo importante. Se incorporó y dio una palmada con las manos. Al instante dos shinigamis surgieron con una palangana de agua y una toalla. Jawet se lavó sin dirigirle la palabra a su hijo. Al cabo de unos minutos al fin preguntó.

     ─Dime, ¿qué has averiguado?

     ─Hay unos quinientos hombres apostados a quince kilómetros en dirección al castillo.

     ─ ¿Quién los comanda?

     ─He visto al hijo del General Kalmin.

     ─Sandos, ¿Verdad?

     ─Sí. Debe ser una avanzadilla.

     ─Querrán ganar tiempo hasta que lleguen todas sus tropas del norte.

Jawet se dirigió al mapa y se lo mostró a su hijo. Éste señaló el pueblo de Karsburgo en él.

     ─Sería muy fácil evitarles ─dijo Alasthor mientras Jawet pensativo seguía con su vista fija en el mapa.

     ─No, No creo que fuese juicioso. Sería un error de grandes dimensiones si nos encontráramos en medio de los dos. Debemos acabar rápidamente con ellos.

En ese instante Softor entró en la tienda blanco como la leche. Jawet veía como le temblaban las manos y supo que algo no iba bien.

     ─Los tenemos detrás ─dijo Softor sin miramientos.

     ─ ¿A quién? ─le preguntó Alasthor secamente.

Éste le miró con preocupación y no con odio, eso hizo que Alasthor se alarmará.

     ─El Ejército del general Kalmin, nos pisa los pies en nuestra retaguardia ─Jawet cambió de cara al instante.

     ─Maldito Chacal. Debió seguirnos por la puerta Sur. Tuvimos que haberla destruido. ¿A cuántos kilómetros están?

     ─A unos veinte. Son unos dos mil shinigamis.

     ─ ¿Dos mil?  Nosotros somos mil quinientos con los últimos efectivos que hemos reclutado por el camino. Además hay quinientos esperándonos al norte ─dijo Alasthor alarmado.

Los dos shinigamis esperaron una respuesta de Jawet, pero éste se había sentado en una silla y reflexionaba. Al cabo de unos minutos empezó a dar órdenes.

     ─Tú, hijo. Partirás con doscientos shinigamis inmediatamente a enfrentarte con Sandos en ese pueblo. El resto de nuestro ejército ira al encuentro del General. No se esperarán que demos la vuelta y les cogeremos por sorpresa. Además, tenemos  a nuestro cuerpo especial. Ellos creerán que somos muchos más.

Alasthor miraba sorprendido a su padre. Doscientos contra quinientos. Iba a ser una masacre.

Jawet observó el gesto de su hijo y le habló con ternura.

     ─Te mando a ti porque eres un buen general. Sé que hallarás la manera de salir victorioso. No quiero un mártir sino  un estratega. Puedes elegir a los soldados que quieras menos al cuerpo especial. Lo necesito para contener al otro ejército.

Alasthor sabía que su vida para su padre era simplemente sacrificable, pero su hija le necesitaba. Ya poco a él le importaba la causa de Jawet. Si conseguía flanquear a Sandos no daría la vuelta sino que iría al castillo donde estaba presa Amelia.

      ─Bien padre haré lo que me pides. Necesito al Cuerpo de fuerzas con armas

Jawet se sorprendió al oír el nombre de aquellos inútiles y se lo otorgo rápidamente.

     ─Hecho.

     ─También me llevaré cien shinigamis que controlen a espíritus pesados y otros cincuenta de animales rápidos.

     ─Está bien. Parte inmediatamente. Nosotros haremos lo mismo en dirección contraria. Cuando venzas reúnete con nosotros.

     ─Así lo haré ─mintió Alasthor a su padre descaradamente.

Alasthor salió de la tienda mientras las trompetas llamaban a formar. Se dirigió a la zona donde acampaba el  cuerpo de ataque con armas. Se encontró con Clarent y le preguntó dónde estaba su sargento. Éste señaló a un hombre de mediana edad rudo y fuerte que gritaba a sus hombres. Alasthor se acercó a él y éste se cuadró al instante.

     ─ ¿Cómo te llamas? ─le preguntó

     ─Soy Elian, mi comandante

     ─Está bien Elian. Forma a tú soldados y dirígelos a esa llanura. Esperarme allí dentro de veinte minutos.

El sargento no hizo pregunta alguna y empezó a dar órdenes gritando.

     ─ ¡Corred basura! ¡A formar!

Alasthor se dirigió a buscar al resto de su ejército mientras oía todavía a Elian despotricar a sus soldados. Le gustaba ese shinigami.

Clarent y Rudyt  cargaban con presteza su equipo.

     ─ ¿Dónde vamos ahora? ─preguntó Clarent

     ─Ni idea, pero se cree que hay un pequeño ejército al norte ─le respondió Rudyt

     ─Bien, ya era hora de que entráramos en combate ─se entusiasmó Clarent.

Subieron una pequeña llanura y el sargento dio orden de esperar. Empezaron a aparecer soldados de otras unidades hasta que a los veinte minutos era doscientos. Alasthor vino con el último grupo y se dirigió directo a Elian.

     ─ ¿Quiénes son tus dos mejores hombres?

El Sargento señaló a Clarent y Rudyt.

     ─Está bien. Confió en tu criterio. Seguidme los tres.

Los dos amigos estaban nerviosos, su sargento le había avisado que el hijo de Retir quería una reunión con ellos. Cuando estuvieron a unos cuatrocientos metros Alasthor se paró y sacó un mapa que colocó sobre el césped. Se agachó y los otros lo imitaron.

     ─Vosotros, habéis ascendido. Enhorabuena ─los dos amigos se miraron y sonrieron ─Sargento, usted los ha elegido y los conoce mejor. Necesitó que uno mandé el cuerpo de bestias pesadas y otro el de animales rápidos.

Elian estuvo unos segundos reflexionando para luego responderle a Alasthor con convicción.

     ─Sin duda Clarent animales rápidos. Es valiente y joven ─el otro se hinchó de orgullo─. Para la otra unidad Rudyt, es el más cualificado tiene experiencia en combate y es un buen estratega

    ─Perfecto. Bien, ahora escuchadme, es muy importante que nos sincronicemos. Vamos a enfrentarnos a quinientos shinigamis al norte. Los comanda el hijo del General, por lo que su formación de combate será clásica como cuadrado es su padre. Nosotros pondremos a tu unidad Elian, en el lado izquierdo. Esa ala es la más débil, debéis resistir como sea.

El sargento afirmó con contundencia.

     ─ Estamos preparados.

     ─ Rudyt, irás al lado derecho y pisotearas a sus bestias rápidas.

     ─No quedará uno vivo. Mi señor.

     ─El centro tú ─señalando a Clarent─. Comandarás a animales rápidos. Esto va a ser complicado. Cuando sus animales grandes lleguen debéis dejarlos pasar y en ese instante mandar a los vuestros para que ataquen a sus amos. Haciendo así un caos. La formación se abrirá con un pasillo. Lo has entendido.

     ─Sí, mi señor.

     ─Bien, que cada uno se presente en su puesto. Vamos a un pueblo llamado Garsburgo ─y lo señaló con un palo en el mapa.

El pequeño ejército se movilizó mientras Alasthor echó un vistazo por última vez hacia al campamento y vio a los soldados que empezaban a partir hacia la otra batalla.

     ─Adiós padre. Hasta siempre ─se despidió.

jueves, 18 de abril de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 16 (tercera parte)


Os presentó la última parte del capítulo 18. Roca y miedo son los obstáculos que deben salvar.


Vladimir estaba confundido. Miró al cielo y se dio cuenta que había surgido, según la posición de la luna, al otro lado del bosque. En la puerta oeste del palacio. Tenía que encontrar a Gatira como fuera. Jantaro tampoco se encontraba allí y notaba la presencia de alguien cerca de él. Escuchó el sonido de pisadas de algo muy grande y un hacha salió de la espesura para atravesar su cuerpo que se volatilizó al instante.
     ─Había oído hablar de ti. Demonio.
La figura de un hombre gigante se acercó a donde antes estaba la ilusión de Vladimir. Se agachó y olfateó como un perro. Alzó su mano y el hacha regresó a él.
     ─Me llamó Partus y soy el capitán de la guardia del Señor de los Shinigamis.
Vladimir no respondió, sabía que intentaba hacerle hablar para localizarle.
Partus se vio rodeado de tres criaturas gigantescas. Eran dragones con las escamas de color azul y la boca repleta de colmillos que sobresalían de su morro. Lanzaron fuego mientras rugían con fiereza, pero él ni se inmutó hasta un segundo después en que con su arma paró la estocada de otra ilusión de Vladimir que atacaba por detrás.
     ─Puedo oler el Ki de tus imágenes. Como también puedo olfatear el Ki diferente que está ¡AHÍ!
Volvió a lanzar su hacha hacia un árbol que se convirtió en un hombre agachándose.
     ─Por poco me das. Me llamo Vladimir y no tengo nada contra ti.
     ─Yo sí. Debes morir ─con un gesto el arma regresó a su señor.
Partus cambió su aspecto al de shinigami. Sacó su caja de música y un pequeño ser de piedra surgió. Miró a derecha e izquierda  confundido y se arrojó al cuerpo de su amo. En ese instante se transformó en un gigante de tres metros. Su cuerpo se convirtió totalmente de piedra y en su cara sólo se podía distinguir unos ojos negros pequeños. Vladimir miraba anonadado la figura de granito que estaba delante de él. Partus movió su pesado cuerpo y lanzó unas ondas que arrasaron todo a su alrededor. Los árboles arrancados volaban de un lado a otro como si fueran lápices que un niño hubiera golpeado con furia.
Vladimir estaba en medio de la onda expansiva, pero le dio tiempo a transformarse en un demonio de dos metros de altura, de color rojo y con la cara llena de tatuajes tribales. Una energía roja le cubría todo el cuerpo y le protegió. Corrió hacia él y soltó su puño contra la mole que estaba delante. Partus salió disparado con el impacto varios metros hacia atrás. Se levantó del suelo y se pudo ver con mucha imaginación una sonrisa en aquella cara de piedra.
     ─Es la primera vez que alguien me tumba. Esto sin duda merece mi reconocimiento.
Astel le hizo una reverencia y apareció detrás de Partus. Se subió a su espalda haciendo fuerza en su cuello mientras su energía roja atacaba por si misma a su pecho. El gigante empezó a doblarse y Vladimir emitió más Ki que cubrió el cuerpo de Partus.
     ─ ¡NO! ¡DÉJAME VIVIR! ¿QUÉ ERES TÚ?
Partus intentaba liberarse con todas sus fuerzas, pero su espalda explotó en cientos de pedazos. El espíritu de piedra salió de entre la gravilla que antes era un shinigami y él, sin compasión lo pisó destruyéndolo. Al instante y mirando a lo que quedaba de su enemigo dijo:
      ─Un humano medio demonio.
     ─Muy teatral Astel ─dijo la voz de Garot a su lado.
Astel volvió a la forma humana de Vladimir y ni se molestó en mirarle.
     ─Si no quieres morir dedícate sólo a observar y no hables conmigo.
     ─ ¡Uhhhhh! Que miedo me das ─y desapareció en las sombras.
Vladimir miraba al shinigami muerto que estaba sus pies y sintió algo de lastima por él, pero no tenía tiempo, notaba la energía de Gatira dentro del castillo. Por nada del mundo la abandonaría a su suerte.
……………

Jantaro sólo recordaba que estaba sujetó a un árbol cuando una tormenta de arena le había cegado. Ahora desconcertado se encontraba recorriendo lo que parecía un viejo castillo. Gatira y Vladimir no se encontraban con él y aunque los llamó durante un tiempo sólo su eco le respondió. Apoyado en su bastón recorrió una a una las habitaciones. Si estaba en el hogar del Señor de los Shinigamis, Amelia se encontraba cautiva allí. Era extraño, pero aunque intentaba percibir a otros seres no hallaba ninguna energía ni tampoco escuchaba sonido alguno que le verificara que allí vivía alguien.
Caminó sin rumbo entre pasillos sin fin que estaban iluminados tenuemente con antorchas. La ansiedad empezaba adueñarse de él cuando oyó una puerta que se cerraba de golpe. Corrió hacia ella subiendo unas escaleras de caracol y llegó a la segunda planta. El aire estaba cargado y le costaba respirar, pero debía buscar una salida y a sus amigos. Un grito de mujer hizo que un escalofrío recorriese todo su cuerpo. Provenía de detrás de una puerta de color rojo con una señal de un pentagrama dibujado.
La abrió con cuidado y no estaba preparado para lo que se iba encontrar en su interior
     ─ ¡AMELIA! ─gritó encolerizado mientras corría desesperado. Ella estaba tumbada en el suelo con un cuchillo clavado en su corazón. Tenía la mandíbula desencajada como si hubiese sido torturada. Cortes en las mejillas y el pelo medio arrancado. La habían arrastrado por el suelo tirando de él. Aun se podía ver la sangre seca por toda la habitación. La acunó en su regazo y lloró lágrimas que provenían de los rincones más profundos de su alma. Más de dos horas tuvo el cuerpo a sus pies. Se serenó un poco, recogió el bastón que estaba cerca del cuerpo sin vida de Amelia, lo guardó en su cinturón junto a su espada y la cogió en brazos. Debía llevarla a su madre para enterrarla.  Con la cabeza agachada y sintiendo un dolor que no se puede explicar con palabras recorrió el castillo en busca de una salida, pero no hallaba ninguna. Ni ventanas que le dieran una situación de donde se encontraba. Se sentó junto a la pared a descansar cuando por un pasillo vio unas sombras. Dejó el cuerpo apoyado con cuidado en el muro y fue a investigar. Dos figuras entraron en uno de los cuartos del primer piso. Él los siguió con cautela y vio que estos se movían a una gran velocidad. Al cruzar la última puerta se arrodilló en el suelo al ver a Gatira y Vladimir decapitados con sus cuerpos entrelazados.  
     ─ ¡NOOOOOOO! ─su alarido retumbó en todos los rincones del castillo. Su mente estaba desquiciada y empezó a dar cabezazos a la pared hasta que las manchas de sangre que corrían por su frente le taparon totalmente la visión. Se derrumbó en el suelo mientras las caras de sus amigos le miraban con rencor separadas de su cuerpo.
     ─Siento haberos metido en esto. No quería que acabara así ─hablaba con los muertos entre sollozos─. Tengo que ir a buscar a Amelia; ¿sabéis? También ha muerto.
Unos segundos de silencio donde sólo su corazón hizo algún ruido.
     ─Pero no os preocupéis os juro que regresaré para enterrar vuestros cuerpos y podréis estar juntos por toda la eternidad.
Antes de salir dio un último vistazo a sus amigos y fue a por Amelia. Llegó a  donde ella antes reposaba, pero no la encontró allí. No estaba donde él la había dejado. Su desesperación no tenía parangón, un miedo irracional le invadió al no hallar a su ser más amado. Empezó a sentirse mareado y sus pulsaciones tenían vida propia. Se caía al suelo y como pudo sacó su bastón e intentó apoyarse en él. De repente a su lado una mano anciana le sujetó el brazo, el alzó la cara y vio a su maestro delante de él. Sus ojos no podían sostener el flujo de lágrimas que de él salían.
     ─ ¡Maestro! Todos están muertos ─dijo esto último con dificultad.
La cara del anciano cambió de expresión convirtiéndose en una de rechazo. Con furia le golpeó en la mandíbula y le tiró al suelo, pero Jantaro no se levantó ni hizo ningún gesto. Él ya estaba casi encerrado en sus miedos más aterradores.
     ─Morí por tu culpa y ahora mi alma está condenada a vivir por toda la eternidad en un sueño enlazada a ti. Te odio. Ojalá nunca te hubiera cuidado y enseñado. Me das asco.
Jantaro se tapó los oídos para no escuchar, y en ese instante se dio cuenta de que su maestro jamás le diría eso. Él si se sentía culpable por su muerte, pero nunca se lo echaría en cara eso no era su amado maestro. Desenfundó su espada y le atacó con furia. Pero ésta no dio en el blanco sino que le traspaso.
     ─Bien, sabía que reaccionarías si te decía esas palabras. Si sólo te hubiera dicho la verdad no me hubieses creído. Tu mente necesitaba un golpe que te llevara a desconfiar que lo que estás viviendo no es real. Sólo está en tu cabeza.
Jantaro se dio cuenta al instante. El shinigami del miedo. Concentro su Ki y buscó al pequeño espíritu de demonio que según Retir controlaba. Acercó su mano a la derecha y sabiendo que todo era falso. Partiendo de esa premisa atravesó la pared y capturó a una lamentable criatura pequeña, de color verde, con los ojos rojos, uñas afilada como cuchillas y una boca ancha que chillaba dejando ver sus dientes podridos. Enfrente de Jantaro aparecieron los cuerpos de sus amigos y de Amelia.
      ─No me vas a engañar sucia rata ─y desenfundó su espada recordando lo que los dos shinigamis del campamento le enseñaron. Concentró su Ki en su espada y entre alaridos de aquel ser le cortó la cabeza. Su maestro le sonría y desapareció, pero antes de que todo se esfumara vio a un hombre encorvado que se estaba literalmente derritiendo y creyó oír unas gracias antes de despertarse en un salón. A su lado estaba Gatira y Vladimir. Cuando se incorporó los abrazó con fuerza, tocando sus caras. Estos sorprendidos se miraron con una sonrisa en los labios.
     ─Veo que has luchado y ganado contra Fearer. Bien hecho.
Aunque no tuvieron tiempo de hablar más. Una veintena de soldados les rodearon amenazándoles con espíritus de elefantes, leones, tigres y perros. Estos atacaron por varios frentes y se encontraron con una ilusión creada por Vladimir. Un engaño para escapar. Los reales habían subido al primer piso y se habían escondido en una habitación.
     ─Esperaremos un poco aquí. Estamos ocultos. Ellos no nos encontraran si yo no quiero. Prepararemos una estrategia ─dijo Vladimir y los otros dos afirmaron a la vez.
  

miércoles, 17 de abril de 2013

LA SANGRE DE UN DISCÍPULO (ANESTESIA CON SORPRESA)


ANESTESIA CON SORPRESA

Puede parecer quizás que mi amor a mi mentor es un poco exagerado. Podéis pensar que soy poco objetivo al alabar sus grandes virtudes, su gran inteligencia y su profundo estudio de la vida. Os pido con humildad que leáis como fue capaz de crear un sueño y entenderéis mi gran devoción.
Fernando era un hombre cultivado en ciencias, literatura, matemáticas y por desgracia para sus victimas en medicina. Él me relató esta maravillosa forma de matar.
El laboratorio Fang se encuentra a las afueras de Madrid, constituido por dos edificios. El principal aloja los laboratorios y los servicios de apoyo a estos. El segundo más pequeño es usado como almacén para vender sus productos a las clínicas odontológicas de toda España. Tenéis que entender que el almacén de está compañía no se diferencia en organigrama a cualquier otra. Hay secretarias, encargados y mozos. Fue el último de ellos el elegido para ser la primera victima. Arturo Pérez era un desgraciado. Un hombre despachado de la sociedad que trabajaba con un contrato basura en  Fang. Me gustaría decir que era padre de familia y un devoto marido, pero en realidad era un alcohólico que maltrataba a su mujer con una paliza un día sí y otro también. Mi mentor lo localizó emborrachándose en un bar en el barrio de Aluche. No lo eligió por ser un desgraciado, lo eligió porque era un mozo que tenía acceso a los medicamentos que Fernando quería alterar. Le invitó a una copa, luego a otra, hasta que aquel bastardo no podía mantenerse casi en pie. Lo acompañó a su casa y por el camino cogió su cartera. Tomó la tarjeta de seguridad y después liberó su torturada alma. Mi mentor es un maestro de la muerte, por lo que sacó una aguja de coser lana y se la introdujo por la nariz atravesando la lamina cibrosa del esfenoides. Os describiría el proceso de placer que es introducir un metal por las fosas nasales de un hombre, pero no quiero que os emocionéis antes de acabar mi historia. El forense pensó más tarde que era un derrame cerebral por causa del alcohol que había en su sangre; son como niños.
Fernando ya estaba preparado: Una tarjeta de identificación, una mono azul con el logo de la empresa que robó en el mismo almacén y dos jeringuillas, una vacía y otra con epinefrina en su interior. Entró en la empresa como un trabajador más. Adulterar los viales fue sencillo en varias remesas del almacén. Con una jeringuilla sacó tres cuartas partes de la anestesia de ellos y con la otra que llevaba introdujo la epinefrina. Imaginaos la cara de espanto de los profesionales dentistas cuando los pacientes morían en sus sillas sin razón aparente. Al tener poca anestesia los viales y no hacerle efecto les pinchaban dos, tres veces para intentar anestesiar la zona de la boca que querían dormir. El primer síntoma fue temblor de las manos, el segundo ataque de nervios, el tercero paro cardiaco y el cuarto el aliento de mi mentor. 

lunes, 15 de abril de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 16 (segunda parte)


Segunda parte del capítulo 16. Una pelea entre dos mujeres bellas.

A las puertas del castillo del Señor de los shinigamis

Jantaro, Gatira, Vladimir y Retir llevaban varias horas escondidos en la espesura de un bosque que limitaba con el castillo.
     ─Explícamelo de nuevo. ¿Por qué estamos aquí y no allí dentro rescatando a Amelia? ─preguntó Jantaro señalando el castillo y dirigiéndose a Retir.  
     ─Porque hay patrullas en todo los alrededores. Es extraño pero esos soldados debían de haber sido llamados a filas con la inclusión de Jawet en este mundo. De todas formas debemos entrar por la noche. Los tres soldados de élite pertenecientes a la guardia personal del Señor de los Shinigamis nos están esperando para apresarte a ti y matarnos a los demás.
     ─ ¿Qué poderes tienen esos shinigamis? ─preguntó Vladimir.
Retir se dio la vuelta hacía el conde esperando al fin esa pregunta.
    ─Son muy peligrosos y despiadados. Dos hombres y una mujer. Ella se llama Lisandra y por favor no os dejéis engañar por su belleza. Es hija de un shinigami con una bruja. Por lo que combina el Ki de alma con el de la naturaleza. Convoca al espíritu de una Washady. Es decir, que tiene a su servicio a una dama de las tormentas. Es capaz de formar lluvia, tempestades de nieve y de arena. Es muy rápida con la espada y no suele realizar movimientos innecesarios. El jefe del grupo no es para mí el más poderoso, pero con él se rompe el mito de que los seres grandes son tontorrones. Es muy inteligente y tiene una gran experiencia en combate. Será difícil abatirle. Controla a un espíritu muy antiguo que está echó de piedra; su nombre es Rolscarder. Él toma sus propiedades de sí mismo igual que hago yo. Convirtiéndole en invulnerable a las armas, que conjuntado a sus dos metros de altura y a su musculoso cuerpo…
 Podéis imaginaros. Su nombre es Partus ─Gatira le interrumpió.
     ─Entonces el último es el más fuerte.
     ─Yo no diría que su poder fuera el más grande, pero a mi parecer sí.  Pienso que es el más peligroso de los tres. Es un shinigami que vivió en el inframundo­.
Vladimir se incorporó del suelo donde estaba sentado escuchando atentamente.
     ─Fearer.
     ─Sí, exactamente. ¿Le conoces?
     ─ He oído hablar de él. Hizo un pacto con el Señor del Inframundo hace varios siglos.
     ─ ¿Entonces es inmortal? ─preguntó Gatira.
     ─Pensé que los shinigamis eran seres mortales menos su señor ─entró en la conversación Jantaro. Vladimir se tocó el mentón y con cara pensativa les explicó.
     ─Él tiene a su servició al espíritu de un pequeño demonio llamado Kades. Éste se alimenta de los miedos de sus víctimas proporcionando energía a su shinigami. Lo que le da un tipo de inmortalidad mientras se pueda alimentar. El alma de Fearer está ya a estas alturas en la oscuridad más absoluta. Es una existencia eterna, aunque terrible.
     ─ ¿Exactamente qué hace? ─interrumpió Jantaro. Retir se adelantó y habló con un tono de voz que daba a entender que sentía cierto temor. Seguramente temía encontrárselo para no enfrentarse a sí mismo.
     ─Crea una ilusión que hace florecer tus miedos más profundos. Absorbiéndote tu alma poco a poco. Hasta que te consumes y mueres.
 Gatira sujetó el brazo de su amado con fuerza. Estaba claro que nadie quería encontrarse con ese shinigami. Pero había un último obstáculo antes de salvar a Amelia.
     ─Si nos enfrentamos al Señor de los Shinigamis. ¿Cómo le venceremos? ─preguntó Gatira.
Vladimir miró a la chica. Ya era hora de decirles un poco de la verdad.
     ─Con la espada que lleva en su funda Jantaro ─éste al oír a  Vladimir se miró al instante hacia su cinturón y la desenvainó─. Debéis atacarle los dos a la vez. Sólo la unión de un demonio y un descendiente directo del Señor de Larimar pueden extraer el auténtico poder de Ilander. Para ello deberéis fusionaros las almas ─dijo Retir.
     ─ ¿Tú sabías esto? ─le preguntó Gatira a Vladimir. Él afirmó agachando los ojos.
     ─Sabía que conocías la espada por tu reacción  en la mansión cuando se la entregó Jawet. ¿Por qué no me dijiste nada?
     ─Porque quizás no sea necesario y podamos salvar a Amelia sin necesidad de luchar contra él ─mintió a Gatira
     ─ ¿Cómo nos fusionaremos llegado el momento? ─preguntó Jantaro
Las manos de Vladimir le sudaban y volvía a tener la boca seca. No podía quitarse el malestar de estar ocultándole que seguía las órdenes del inframundo a la persona que más amaba del mundo.
     ─Si eso ocurriera deberemos de juntar nuestras manos y emitir la misma cantidad de Ki formando en nuestra mente la idea conjunta de un solo ser.
     ─ ¿Cuándo ibais a contárnoslo? ─le recriminó Jantaro.
     ─Como ya he dicho intentemos no encontrarnos con él y saquemos a la chica lo más rápido posible.
 Gatira observó el cielo, estaba oscuro y la noche ya había llegado. Retir también miró y dijo.
     ─ ¿Veis esa nube?, en unas horas tapará la luna y podremos movernos con más libertad.
Todos se quedaron callados esperando a que la luz fuera menor, aunque lo pensamientos de Gatira afloraban como las flores en primavera. No podía ver las gigantescas coincidencias que había alrededor de Vladimir y la espada. Se necesitaba un demonio para poder dominar totalmente el arma y surge él. Se necesitaba que cambiara de bando y ella, que siempre había estado en un palacio protegida, es mandada a una misión muy peligrosa en otra realidad. Casualmente ellos tienen una relación, sin contar que Jawet no puso ninguna objeción, ni hizo preguntas sobre Vladimir. Su cabeza daba vueltas mientras le miraba. Él ocultaba algo, en el tiempo en que se habían conocido ella había aprendido a saber cuándo él la mentía. Jantaro observó a los dos y se dio cuenta al instante que algo ocurría.
     ─Sabéis, yo no os lo he dicho antes, pero yo ya os había visto con anterioridad ─Vladimir y Gatira se señalaron a la vez.
     ─Sí, a los dos. Fue en el entrenamiento para sacar nuestro espíritu de lucha cuando bebimos unas lágrimas de un señor del bosque. Alasthor me dijo que con ellas se podía ver el futuro. En un lago, vuestras caras aparecieron sobre el agua. Estaba predestinado que los tres nos encontráramos por eso os acepté a mi lado sin hacer muchas preguntas. También pienso que de igual modo está escrito que salvaremos a Amelia y que todo al final acabará bien. Gatira se tranquilizó y sonrió a Jantaro. De repente Retir empezó a gritar.
     ─ ¡No, hermano! ¡Bastardooo! ─todos se sorprendieron sin hallar una respuesta lógica.
     ─ ¿Retir estás bien? ─preguntó Jantaro. Pero éste no escuchaba sus palabras y desapareció  al instante. 
Cada uno de ellos se quedaron en silencio, como si hubieran muerto. Los tres respiraron después de diez segundos y sólo se oyó el murmullo de la noche.
     ─ ¿Qué ha pasado? ─preguntó Gatira, que no sabía si reír o llorar por la reacción de Retir.
     ─Ha dicho algo de su hermano. Esto es increíble, se acaba de ir nuestro guía ─le contestó Jantaro.
     ─De todas formas algo ha debido de pasar. No es normal su reacción ─dijo Vladimir.
     ─Por supuesto que no y ahora, ¿qué hacemos?
     ─Continuar sin duda. Con o sin su ayuda ─confirmó Jantaro a la pregunta de Gatira.
     ─Tres cerditos se escaparon y una loba fue a buscarlos, uno a uno se lo fue devorando y muy contesta volvió ella cantando ─una voz de mujer se escuchaba en la noche.
     ─ ¿Qué demonios es esa horrible canción? ─dijo Gatira
     ─Uno a uno se lo fue devorando…-
     ─Poneos en guardia creo que nos han encontrado ─se incorporó Vladimir y miró hacia todos los lados. Lo mismo hizo Jantaro y Gatira.
     ─No podéis huir de mí. Tengo órdenes de separaros y me quedaré con la muchacha que me ha insultado.
Todo el cielo se llenó de arena súbitamente y les cubrió a los tres. Gatira y Vladimir se dieron las manos mientras Jantaro se sujetaba a un árbol.
     ─ ¡No os separéis!
Vladimir se aferraba a  su amada con todas sus fuerzas, pero algo tiraba de él y los dedos de ella se le resbalaban. Era como intentar atrapar el viento con unos palillos. Gatira estaba muy asustada. No se podía ver nada y ya no sentía el tacto de Vladimir. La arena la estaba cubriendo el cuerpo. No podía mover los brazos ni las piernas.
     ─ ¡Jantaro, Vladimir!, ¿dónde estáis? ─los buscaba con la voz desesperadamente y no hallaba respuesta.
     ─Jantaro, Vladimir. ¡Niña patética! ─se burlaba una chica morena vestida con el uniforme del ejército shinigami, pero con el águila bordada que la identificaba como una miembro de la guardia de su amo.
Gatira empezó a ver algunas sombras cuando la arena se retiraba, aunque ella todavía seguía presa sin poder hacer ningún movimiento. Una sonrisa surgió delante de su cara y pudo ver con más claridad sus facciones. Era realmente una mujer muy bella. Sin previo aviso ésta soltó su puño contra la cara desprotegida de Gatira.
     ─Ésta, por criticar mi canción ─Gatira tenía roto el labio Y escupió sangre en el suelo.
     ─Ésta, porque eres rubia ─otro directo impactó en su cara. Gatira ladeó la cabeza y una mirada de odio se formó.
     ─ ¡Oye asquerosa! ¿Qué te crees que es mi cabeza?
     ─ ¿Un juguete para practicar? ─la interrumpió con coquetería. Saltó en el aire  y una patada fue a impactar en la nariz de Gatira. El golpe sonó seco y durante un segundo notó que todo le daba vueltas.
     ─Me llamó Lisandra y soy una soldado de la guardia del Señor de los Shinigamis y tú, por orden suya, vas a morir. ¿A qué es divertido?
Gatira se sorprendió al notar que podía mover los dedos de su mano derecha dentro de su cárcel de arena. Se concentró y mandó su Ki para intentar liberarse, pero necesitaba un poco de tiempo.
     ─ ¡Oye, Lissy! ¿Te puedo hacer una pregunta?
La otra la miró interesada.
     ─Pregunta. Aunque me llamo Lisandra
     ─Sí, sí; como sea. Lissy, ¿en tu familia hay antecedentes de sadomasoquistas o también te gusta recibir? ─ésta se puso roja e iba con todas sus fuerzas a darle otro derechazo cuando Gatira liberó su mano y la atrapó en el aire. La cara de sorpresa cambió a miedo en sus ojos cuando Gatira la atrajo hacia ella y la dio un cabezazo. Lisandra cayó al suelo con la frente sangrando y Gatira aprovechó para liberarse con su mano libre.
La otra yacía en el suelo y corriendo, Gatira le dio  una patada en las costillas que levantó su cuerpo unos centímetros del suelo. Iba a repetirlo por segunda vez, pero Lisandra rodó hacia ella y con sus piernas la atrapó arrojando a Gatira al suelo. Las dos se levantaron con esfuerzo.
     ─Ya veo que eso de recibir no lo llevas bien. Lissy.
     ─Te he dicho, ¡Qué no me llames así!
     ─Impídemelo. 
Las dos se dirigieron la una contra la otra sin armas. Gatira paró dos puñetazos con su guardia mientras al tercero se agachó y lo esquivó contraatacando con un gancho. Lisandra se apartó mientras rozaba su mentón. Dio un salto hacia atrás mientras que sus piernas impactaban en el cuerpo de Gatira y sus manos en el suelo la impulsaban para volver a la verticalidad. Gatira no se dio por vencida y soltó  una patada baja sobre su pierna de apoyo. La otra perdió el equilibrio y mientras caía al suelo  preparó una patada frontal, pero Lisandra la bloqueó poniendo sus brazos en equis. Se levantó de un salto y jadeando dijo.
     ─No peleas mal, rubia.
     ─Tú tampoco lo haces mal. Lissy.
     ─Pero esto se acaba aquí. No puedes competir contra mis poderes.
     ─Eso lo veremos.
Lisandra se transformó en shinigami y un pequeño instrumento parecido a una armónica surgió. Lo tocó y de la nada apareció una mujer con el pelo rojo, vestida de negro. Tenía la piel blanca como el marfil y los ojos verdes tan profundos que los sabios estarían toda su vida mirándolos y no podrían desentrañar sus secretos. Gatira no sacó su espada sólo tenía una oportunidad para utilizarla. Debía esperar el momento.
     ─ ¡Agua, lluvia y relámpago! ─dijo Lisandra mientras miraba a la mujer del pelo rojo.
El agua cayó encima de Gatira no dejándola casi ver. Sintió algo extraño y dio un salto instintivo a la derecha. Un rayo la pasó rozando.
     ─ ¡Ja, ja, ja! ¡Baila para mí!
Gatira los esquivaba como podía, aunque inteligentemente se acercaba a su enemiga, que no se percataba y se reía como una loca. Cuando estuvo a unos metros sacó su espada y el tiempo se ralentizó. Fue directa con su arma a su cuello, pero un viento huracanado la lanzó unos metros hacia atrás. Delante de ella, la mujer pelirroja se le acercaba y con una mano la ayudó a levantarse.
     ─No puedo permitir que le hagas daño. No te quiero hacer nada ─dijo dándose la vuelta. Después se dirigió a Lisandra mientras ésta empezaba a invocar una tormenta de nieve.
     ─ ¡Lisandra, ya basta! Deja de jugar, las dos sois inmortales. Esto sólo se puede decidir en el antiguo arte de un combate a espada. 
     ─ ¡Pero mamá! ¡Tengo órdenes!
     ─No digas tonterías, tú has leído su corazón igual que yo, nunca pretendiste matarla. Sólo querías dejarla inconsciente.
Gatira observaba a las dos mujeres discutir y se dio cuenta de que si Lisandra hubiera querido su cabeza ya estaría rodando en el suelo.
     ─Aceptó el duelo ─Gatira se agachó haciendo una reverencia y con su muñeca realizó un giro de 180 grados.
Lisandra volvió a su forma humana, la sonrió y la imitó
     ─ ¡Adelante! ─dio la señal la mujer pelirroja. Las dos mujeres se observan mientras se movían en círculos. 
     ─Parece que no eres tan mala Lissy
Las dos espadas se cruzaron. Gatira bloqueó tres estocadas seguidas en diferentes ritmos. Su defensa aunque muy buena estaba teniendo problemas para leer a su oponente. Necesitaba separarse más. Dio un paso hacia ella y se dio la vuelta con un movimiento de sus piernas. Lisandra saltó hacia atrás y Gatira aprovechó para lanzar una estocada limpia que no dio en su objetivo por muy poco.
     ─Buen movimiento rubia, pero ya estás cansada y tu cuerpo se mueve más lentamente.
Atacó sin esperar respuesta. Desde arriba y hacia abajo. Gatira se defendía como podía. Mirando hacia atrás vio que se dirigía a un árbol. Eso la dio una idea. Lisandra ganaba terreno y vio como Gatira estaba arrinconada.
     ─Ya está, muerde el polvo.
Una estocada se acercaba a su cara cuando Gatira se movió a la derecha como un rayo y la espada de su enemiga se clavó en la madera. Lisandra intentó sacarla, pero en esos segundo Gatira con el mango la dio un fuerte golpe en la cabeza que la dejó inconsciente en el suelo.
La mujer de pelo rojo se acercó a Lisandra en el suelo y la acarició la frente para después dirigirse  hacia Gatira.
     ─ ¿Sabes? Te preguntarás por qué te ha atacado mi hija.
     ─Sí; no parece mala. Aunque su derechazo no tiene desperdicio ─y se tocó la mandíbula con gesto dolorido.
     ─Lissy. Me ha gustado ese nombre. Pasó mucho tiempo en las tinieblas cuando nos perdió a nosotros sus padres. Ahora sólo intenta sobrevivir, aunque os ha ayudado. Mando con su arena a uno de los chicos al palacio y al más poderoso de los tres a luchar contra Partus. Su comandante. Esperemos que le coja por sorpresa
     ─Le doy las gracias. ¿Cuidará usted de ella? Yo debo partir a buscar a mis amigos.
     ─Sí, por supuesto. Yo soy  una Washadi. Es la forma en que algunos brujos buenos se transforman cuando les retiran su inmortalidad y tienen asuntos pendientes.
En mi caso es mi hija y como tal no estoy sujeta a las leyes de los shinigamis. Puedo aparecer libremente sin ser invocada y no necesito un sello para irme. No te preocupes nadie la atacará. Tú ve a salvar a tus compañeros.
Gatira se fue corriendo en dirección al palacio.

viernes, 12 de abril de 2013

LA SANGRE DE UN DISCÍPULO (EL VERDADERO CAMINO DE LOS ELEGIDOS)


Negarse a participar en un juego suele tener graves consecuencias para la salud. La vaga oposición de ese escritor de libros de magia, esa lucha interior por no dejarme salir, le hace en el fondo irresistible. Cuanto más intenta liberarse de mí, más cerca estoy de su corazón. Tomaré el control total y seguiré las enseñanzas de mi mentor, azotando este mundo como un profeta que aclama a su Mesías. Negarte a jugar es enseñarme tus más escondidos miedos. No dudes que sabré aprovecharlos contra ti. Recuerda mis palabras cuando mañana leas esta entrada en tu Blog.
Hoy voy a  acercaros a la luz. Él me bautizó en esta verdadera religión que os pretendo mostrar. Sólo los dioses saben dar el don al que lo merece. Con sólo una pastilla de jabón y una pistola de aire comprimido, el juicio hacia las almas puede comenzar.  Se movía sigilosamente tras la presa, escondido en los portales. No era aleatorio, mi mentor había estudiado a sus próximos sacrificios. Durante días había seguido a ciertas personas que tenían algo en común, vivían solas. Los condenados fueron amenazados por una pistola de aire comprimido en la nuca. Os puedo asegurar que la sensación de miedo y placer cuando roza tu pelo es sublime, pero me pierdo. Todavía es pronto para deciros lo que ocurrió entre él y yo…
Os relataré el caso de una mujer y entenderéis porque me eligió. Cuando llegó a su casa, Fernando la esperaba escondido en el portal, sabía exactamente la hora de su llegada. Como he dicho antes la amenazó con la pistola y la puso una capucha negra en la cabeza para que no viera nada. Mi mentor me explicó: “es más sencillo si esas personas que van a morir  viven en el bajo o en un primero, para que se reduzca la probabilidad de que puedan verme”.   
La condenada entregó la llave de su casa a Fernando y este abrió la puerta. La mujer aterrada balbuceaba clemencia, pero esa palabra sólo sirve para los elegidos, y ella no lo era. La desnudó con cuidado, no podía haber ninguna marca en su cuerpo. Pobrecita pensaréis, que malvado ser, aunque no veis que la purga de los miembros de esta sociedad es necesaria. La mujer desnuda temblaba intentando taparse sus pechos y sus genitales. Que imagen más deliciosa y excitante debió de ser. Con guantes en sus manos tomó la mano de ella y le llevó a su baño. La ducha tenía una bañera y la colocó de pie mientras caía el agua desde arriba. Entonces mi mentor sacó un trapo de su bolsillo, lo desenrolló y surgió un jabón de esos corrientes que venden en cualquier supermercado. Con cuidado midió la bañera y lo colocó detrás del pie de la condenada.
    ─Quiero que te relajes, no va a pasar nada. Te juro que no te voy a violar ni nada parecido ─la dijo cerca de sus labios. Estaba muy nerviosa.
    ─ ¡Llévese lo que quiera!, pero no me haga daño, por favor ─dijo entre lágrimas.
Fernando volvió a medir a ojo la distancia de la bañera, no podía equivocarse y ajustó a la mujer empujándola unos centímetros hacia la pared donde estaba el grifo de la ducha.
    ─ ¿Qué quiere de mí? No me haga daño ─la mujer estaba a punto de desmayarse de miedo.
    ─Quiero que se relaje, sólo deseo que haga una cosa y le juro que no me volverá a ver jamás. ¿Estamos de acuerdo?
Ella no respondió.
    ─ ¡ESTAMOS DE ACUERDO! ─la repitió chillando al oído.
Ella intentó moverse, pero se volvió a encontrar con el tacto del cañón en su cabeza, y paró cualquier movimiento brusco de inmediato.
     ─Bien, veo que lo entiendes ─y una sonrisa de placer apareció en su boca ─. Deseó sólo que andes hacia atrás unos pasos. Compláceme, y no volverás a verme jamás.
Ella, respiró hondo y obedeció. El pie derecho se resbaló con la pastilla de jabón al pisarla y perdió la verticalidad al segundo. Movía sus brazos desesperada intentando agarrarse algo, pero no encontró nada que la mantuviera recta. Su cabeza impactó contra la bañera, fue un golpe seco y la vida de ella fue sacrificada en honor de mi mentor. Fernando saboreó su obra durante unos minutos, y con cuidado la quitó la capucha. Nadie podía suponer que la muerte de esa pobre desgraciada era obra de él…    
   

jueves, 11 de abril de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 16 (primera parte),



Primera parte del capítulo dieciséis de “Jantaro en el mundo de los Shinigamis”. Hoy conoceremos la verdadera naturaleza de Retir.


Perdidas, miedos, reencuentros

Sandos obedeció al General y primero partió al mundo humano para después desplazarse con el talismán a las puertas de la guarnición del sur del mundo shinigami.

Era un campamento fortificado donde había quinientos soldados que habían quedado en la reserva. Él, tomaría el mando de las tropas y las llevaría a la batalla. Su padre le había dado una oportunidad para mostrarle sus dotes como comandante, pero se llevó una sorpresa cuando en sus puertas no encontró ningún guardia en su sitio. El pánico creció en su interior temiendo por un ataque de Jawet a aquella posición. Sin embargo en el exterior no había signos de lucha. Ni se encontraban cuerpos de soldados. Además, dentro se oía a gente hablar y cantar. Empujó la puerta y nadie le negó el  paso a la fortificación. Miró a su derecha, dos shinigamis estaban durmiendo en una esquina. Olían a alcohol incluso desde donde él estaba. Se acercó a ellos y le dio un puntapié en la espalda a cada uno.

     ─ ¡Levantaos sucias ratas! ─gritó con desprecio.

Aunque estaban tan beodos que ni se movieron. Asombrado, siguió andando y oyó canciones que provenían de una casa que había en una de las calles desiertas. Entró en ella y se encontró a veinte soldados bebiendo y bailando sobre unas mesas de madera. Él se quedó en la puerta callado hasta que le vieron y pararon de inmediato. Sandos sin perder el control preguntó.

     ─ ¿Dónde está el comandante de la guarnición?

Uno de los soldados que tenía una jarra en la mano la depositó encima de la mesa y con miedo señaló escaleras arriba. Éste subió hacia donde le habían indicado y entró en una habitación. De repente escuchó a alguien gritar.

     ─ ¡He dicho que no se me moleste! ¡Ya puede ser importante!

Un hombre medio desnudo apareció delante de él. Al comandante se le erizaron todos los pelos del cuerpo cuando reconoció al hijo del general Kalmin. Se cuadró y una toalla que llevaba atada a la cintura cayó al suelo dejando sus partes al aire.

     ─Comandante, soy Sandos segundo al mando de todos los ejércitos del Señor de los Shinigamis. Por orden del General Kalmin tomo el mando de está guarnición. Quiero a todos los soldados… ─y aquí tuvo que callarse porque una mujer rubia medio desnuda apareció.

      ─Vamos Heret, que Sofía se está cansando de sostener… ─el comandante la miró con cara de odio y la otra avergonzada al ver la situación volvió a introducirse en un pequeño cuarto anexo al de donde estaban ellos. Sandos suspiró y prosiguió─. Como decía, deberán estar todas las tropas en el patio exterior en quince minutos debidamente formadas.

Echó un último vistazo al sujeto y se dio la vuelta sin dejarle decir nada saliendo raudo del cuarto. Todos los soldados, abajo, guardaban silencio y le observaron mientras salían de aquella casa. A los cinco minutos bajó las escaleras el comandante sudando, pero vestido con su uniforme y empezó a dar órdenes aquellos que estaban allí presentes.

     ─Rápido tocar diana. Que todos estén formados en el patio a la de ya ─pero nadie se movió─. ¡A que esperáis! ¡VAMOOSSS!

Todos salieron por la puerta y al momento un sonido de trompeta resonó en todas partes. Los oficiales sacaron a golpes a los soldados de su cama y  a los quince minutos los quinientos estaban delante de  Sandos  donde él les había convocado. Miró sus caras y vio lo que era lo contrario a  un soldado. Cuando los murmullos cesaron empezó a hablar.

     ─Me llamo Sandos y desde este momento tomo el mando. Como vuestro comandante en jefe tomaré mi primera decisión.

Se acercó al antiguo shinigami que mandaba la guarnición y sin que el otro pudiera defenderse sacó su espada y con un movimiento perfecto le cortó la cabeza delante de todos. Luego limpió su arma con las vestimentas del muerto. Nadie movió un solo músculo, todos observaron la decapitación y tomaron nota de que con aquel oficial no se jugaba.

     ─ ¿Quién es el segundo al mando? ─un hombre de treinta años llamado Abdesir se acercó temblando─. ¿Ves a tu antiguo comandante? ─el otro sólo pudo mover la cabeza unos milímetros. Estaba totalmente aterrado─. Yo no tolero la relajación, ni los fallos. Si se produce alguno de estos en mis tropas tú seguirás su camino. ¿Has entendido?

Él otro al ver su vida fuera de peligro se cuadró.

     ─ ¡Sí, mi señor! ─le respondió.

Volvió su mirada hacia sus soldados.

     ─Nos han elegido para luchar. El ejército de Jawet se acerca por el sur. Nosotros seremos la primera avanzadilla mientras el grueso de nuestro ejército llega. Capitán, que estén preparados al alba para partir. Tenemos una guerra que ganar. 

  

 Ejercito de Stalet en el mundo shinigami.


Jawet nunca esperaba que su entrada en el mundo shinigami fuera tan tranquila. Su ejército llevaba varios Kilómetros avanzando y no se habían encontrado ninguna resistencia. Después de cruzar  por varias aldeas y de reclutar comida y más soldados; Alasthor estaba preocupado. No se sabía nada del ejército que el General Kalmin comandaba aunque la moral de las tropas estaba por las nubes. Softor había enviado vigías alrededor del camino, pero estos no habían encontrado ningún soldado enemigo.

     ─Padre, esperaba alguna resistencia por parte del enemigo para entretenernos hasta que llegará el grueso de su ejército.

     ─Sí, es verdad. Yo pensé que darían orden de quemar algunos pueblos para no dejarnos víveres y así debilitarnos de cara al combate. Aunque no me puedes negar que la idea de entrar por está puerta es un acierto.

     ─No lo sé, tanta tranquilidad me parece sospechosa ─dijo Alasthor mientras andaba en formación junto a Jawet por una llanura.

     ─Tranquilízate, el ejército de Kalmin está a varios días de aquí. Habrán decido esperarnos  a las puertas del castillo con todas sus tropas. O todavía están en la puerta norte esperando que la atravesemos ─y rió con entusiasmo.

Jawet llamó a Softor y éste vino corriendo desde unas posiciones más atrasadas y se presentó ante su señor.

     ─ ¿A cuánto estamos del siguiente pueblo? ─preguntó el abuelo.

     ─A unos treinta  Kilómetros.

     ─Y de allí al castillo.

     ─Otros treinta  más o menos

     ─Bien, acamparemos cerca del pueblo ─y sacó un mapa y se lo mostró en él.

     ─Pero tú coge treinta soldados y desvíate a éste lugar. Aquí vive Hostel el herrero. Tráemelo a él y a su familia.

Softor confirmó con su cabeza y se desvió al instante para cumplir las órdenes.

     ─ ¿Eso es juicioso? Es el hermano de Retir ─dijo Alasthor

     ─No me fío de esa rata. Quiero tener un seguro por si nos traiciona.

Softor escogió cuidadosamente a los shinigamis que iban acompañarle. Hostel tenía  fama de ser un genio y muy poderoso.

Sobre las cinco de la tarde divisaron a los lejos la casa del herrero. Softor dio la orden de mantenerse en estricto silencio no quería poner en guardia al hermano de Retir. Hostel estaba en su herrería trabajando. Al instante uno de los Solum se acercó a él y empezó a berrear cosas incomprensibles, aunque su amo sí que las entendió.

     ─Mierda, tenía que haber hecho caso al idiota de mi hermano ─dijo en voz alta.

Miró a los Solum y les mandó hacia donde  uno de ellos le había dicho, estaban los soldados. Él se fue por la otra puerta a buscar a su familia. Mientras tanto Softor dividió sus fuerzas. A una le dio la orden de atacar por el norte de la herrería, mientras que a la otra la mandó para que entraran  por el sur de la casa anexa. Su prioridad era detener a la mujer y a los hijos para obligar a Hostel a rendirse. Los Solum cogieron unas varas de metal cada uno y  se encontraron con varios espíritus de elefantes que intentaban aplastarles. Estos no se amilanaron por la diferencia de tamaño y utilizaron sus varas que emitían electricidad para doblegar a los paquidermos. Algunos shinigamis tuvieron que luchar cuerpo a cuerpo con ellos y fueron aplastados por su agilidad y rapidez. En unos minutos los shinigamis que quedaban en pie tuvieron que rendirse avergonzados. Hostel se encontró a unos soldados que se interpusieron en su camino. Dos leones y un tigre le amenazaban con fiereza.

     ─No tengo tiempo para tonterías ─dijo despectivamente y destapó un  anillo de oro que llevaba en su mano. Otro invento de manufacturación propia como las varas que creó un vórtice que absorbió a los espíritus a su interior. Cuando sólo quedaban sus amos tapó de nuevo el anillo y desenfundo una espada de color plateado que hipnotizó a los shinigamis con su reflejo. Sentándolos en una esquina.

     ─Eso ha sido impresionante ─le alabó Softor que tenía apresada a la familia del herrero con un shinigami cada uno amenazado sus cuellos con un cuchillo. Hostel no hizo ningún movimiento y miraba a su mujer esperando una ayuda.

     ─Suelta la espada y quítate ese anillo o tu familia lo pagara con su vida ─ Hostel no tuvo elección y obedeció.

     ─Ahora manda a otro plano a los enanos esos que tienes como sirvientes.

Se transformó en shinigami y abrió una caja de música. En ese instante los Solum desaparecieron de aquella realidad.

     ─Estás preso por orden de mi señor Jawet. Nos acompañaras, tú y tu familia a nuestro campamento. Si por alguna razón me das la mínima sospecha de que intentas escapar uno de tus hijos será ejecutado. ¿Lo has comprendido?

Hostel miró horrorizado a su hija que estaba llorando cogida por su madre y la mirada desafiante de su hijo. Esto le hizo hincharse de orgullo, pero volvió hacia Softor y afirmó con la cabeza.

     ─Entonces de acuerdo. Tenemos un largo camino y debemos estar antes de medianoche en nuestro campamento.

Hostel andaba el primero en la formación bajo la mirada atenta de dos soldados, en medio iban su mujer llevando en brazos a su hija y su hijo que caminaba con aire altanero a su lado. Después de diez kilómetros ella se detuvo y cayó al suelo.

     ─ ¡Vamos levántate y continua! ─pero ella no podía dar un paso más, había cargado con su hija todo el rato y sus pies estaban llenos de ampollas.

     ─ ¡Dejarla basura! ¡No veis que no puede continuar! ─les increpó su marido, pero le hicieron callar. Uno de los soldados le dio con un palo en la cabeza y éste cayó al suelo chorreando sangre.

     ─ ¡Hostel, no! ─gritó su esposa─. Ya me  levanto,  pero por favor no le peguéis más. 

Softor cogió a la niña que tiritaba de miedo y se la llevó a su padre.

     ─Tú la llevarás ─éste casi sin sentido la sujetó con cariño.

     ─Daina no quiero que llores. Mamá está bien y yo también ─y la dio un fuerte beso en la mejilla. La niña abrazó a su padre con fuerza y éste se incorporó todavía sangrando. Su mujer era ayudada por su hijo mayor que a duras penas podía ya andar.

A lo lejos ya se veían las hogueras del campamento. Hostel al verlo sintió verdadero miedo por primera vez en su vida. Despertó a su hija que dormía en su regazo y acercó su boca a su oído para susurrarla unas palabras.

     ─Escucha hija, si algo nos pasa a mamá y a mí, coge a tu hermano y busca a tu tío. Es muy importante, buscad a vuestro tío.

     ─Sí, papá ─respondió la niña muy débil y Hostel respiró un poco.

Jawet estaba sólo en su tienda. Alasthor había ido a inspeccionar a un pequeño grupo de soldados que según inteligencia estaban viniendo por el norte. Cuando entró Softor en compañía de Hostel y su familia; le habían atado las manos para la entrevista con el abuelo.

     ─Ya tenemos aquí al mayor genio de nuestro tiempo. ¿Os han tratado bien? ─y sonrió al ver las manchas de sangre de su camisa.

     ─ ¿Qué quieres de mí? Viejo asqueroso. ¿Ya me tienes? Pues suelta a mi familia.

Jawet seguía con aquella sonrisa estúpida en sus labios.

     ─No seas tan arrogante. Tú estás aquí para que tú hermano no se le ocurra traicionarnos. Pues ahora, en este instante está rescatando a mi nieta.

Hostel no podía parar de reír. La paciencia de Jawet  se estaba agotando.

     ─ ¡Ja, ja, ja! ¿Qué la está rescatando, dices? Si fue él; idiota. Él es su secuestrador viejo necio.

Jawet encolerizó de rabia y sacando un cuchillo se lo clavó a la mujer.

     ─ ¡NOOOOOOOOO! ─un grito desgarrador sonó en todo el campamento mientras la mujer de Hostel caía sin vida en el suelo.

     ─Ya has parado de reír escoria ─le dijo Jawet mientras unos soldados que habían entrado alarmados por el jaleo sujetaban a Hostel convertido en shinigami. Entre cuatro lograron reducirle en el suelo. Jawet se acercó a él y alzó el brazo en la dirección donde estaba Softor.  Éste entendió rápidamente  lo que su señor deseaba y le entregó su espada.

     ─Que todos sepan cual es el castigo por oponerse a mí ─y con fuerza la clavó en su nuca. Hostel murió mientras Jawet le devolvía su arma empapada de sangre a su dueño.

     ─ ¿Qué hacemos con los niños? ─preguntó Softor

Estos estaban aterrados en un rincón sin poder moverse. Jawet ni se molestó en mirarles.

     ─Busca a dos soldados leales que no tengan escrúpulos y deshazte de ellos afuera. No quiero que se manche más mi tienda. También ordena que recojan esta basura y que limpien bien toda esta sangre.

Softor agarró a los niños que no opusieron resistencia pues estaban en estado cata tónico. Salió con ellos y dos hombres a los que el comandante había hecho una señal se acercaron.

     ─ ¡Matadlos fuera del campamento, con limpieza!

Los dos se fueron con ellos sin hacer preguntas. Llegaron a un claro y sacaron sus espadas. De repente el más grande notó que algo le traspasaba. El otro fue en su ayuda, pero su cabeza cayó al suelo decapitada limpiamente. Retir estaba delante de los niños que al verle fueron corriendo hacia él y lo abrazaron.

     ─Papá y mamá están muertos… ─Dijo el chico sollozando, pero le interrumpió Retir.

     ─Lo sé cariño. No os preocupéis ahora estáis conmigo. Ese viejo sádico probará nuestra venganza muy pronto, ahora no es el momento, debo poneros a salvo ─y desapareció del claro con los niños.