Capítulo
12 de “Jantaro en el mundo de los Shinigamis”. Escucha a tus sentidos y siente
la conjura entre los personajes.
SU VERDADERO AMO
En la llanura, un hombre
caminaba hacia el castillo del Señor de los Shinagamis. Su aspecto recio y
serio denotaba a un hombre inflexible en las reglas. Un sombrero de bombín y un
traje negro le identificaban. Caminaba a un ritmo constante sin variar la
velocidad, no se dignó a mirar a los diferentes guardias que pasaban a su lado,
estos le reconocían como el jefe de inteligencia de su amo y no hacían ningún gesto para interrumpir
su camino. Era Retir, la mano derecha del Señor de los Shinigamis. Se decía que
su alma atormentada y podrida por el cometido que desempeñaba había degenerado
hasta convertirle en un diablo. Pero a él, el instrumento de su señor, no le
importaba lo que aquellos seres supersticiosos pensarán. El creía en el equilibrio
como Faradar. Ese era el nombre del señor de los portadores de almas. Él le
confió su secreto. Era un sentimiento de confianza. Un shinigami puede ser
atacado a través de su verdadero nombre. Con el hechizo adecuado y en
circunstancias precisas puede dominar el alma, controlando a dicho sujeto
durante un tiempo. Todo depende del poder del conjurado. En el caso de su amo y
señor serían unos segundos.
Volvía de su misión como
espía en los mundos del Señor de Larimar y el del Señor del Inframundo. Verdaderamente
estaba preocupado. Sus poderes eran específicos para infiltrarse, aunque él
veía un peligro inminente. La conspiración del Señor de Larimar hacia los
cuatros inmortales era una intriga más grande de lo que nadie pudiera imaginar.
Él sentía que aquello iba a desmontar el mundo tal como lo conocía. Las
tácticas del Señor de Larimar para
hacerse con todas las realidades eran muy agresivas, una conjura donde el
despiadado Señor del Inframundo estaba involucrado, ordenando a un demonio
medio humano matar al último hijo del Señor de Larimar. No lo comprendía, y
giraba de un lado al otro la cabeza mientras entraba en el santuario de su señor. Delante
de él surgió el mayordomo personal de Fadarar e inclinó débilmente la cabeza, éste
sin decir nada le hizo un gesto para que le siguiera.
Pasaron por varias
habitaciones que conducían hasta la sala de audiencias. Todas decoradas con austeridad, sin ningún
ornamento de metal precioso, todo lo contrario, eran todos de madera.
Oscura y gris era la
residencia, en cambió las pinturas eran una auténtica mirada al pasado de su
raza. El Señor de los Shinigamis las mandó pintar cuando subió al poder hace
diez mil años. Contaban la historia de cómo el primer humano hizo un pacto con
él, ya que sus hijos estaban en forma fantasmal y no podían encontrar por sí
solos el camino hacia la reencarnación. Se produjo una unión entre las razas
que hizo prosperar a ambas y así la especie humana y los shinigamis poblaron
todas las realidades.
A Retir le encantaba la
historia y miró los cuadros que ya se sabía de memoria. Cuando divisó la escena
de la toma sangrienta de poder de Fadarar ya estaban en la puerta donde debía
dar su informe. Entró en la sala donde la figura majestuosa del Señor de
los Shinigamis le esperaba apoyada de
pie junto a su trono de oro.
─Retir, te
estaba esperando. Dime; ¿qué has averiguado en tu misión?
─Son muchas
mis inquietudes mi señor, el Señor de Larimar ha matado a su séptimo hijo
recuperando la espada que usted le dio.
Fadarar torció la cabeza
con un gesto de desagrado.
─Así que
ahora la tiene.
Retir se acercó unos pasos
y ajustándose el bombín replicó.
─No, él la
mandó a nuestra realidad para dársela a Jawet y que éste a la vez se la diera a
Jantaro.
El Señor de los Shinigamis
comenzó a andar de un lado para otro. Su mente trabajaba rápidamente intentando
unir las piezas que tenía. Durante unos minutos el silencio reinó en la sala.
─ ¿Qué logra
él mandando aquí la espada? ─preguntó, interrumpiendo sus meditaciones en voz
alta.
Retir se inclinó y con voz
firme dijo.
─Si me
permitís debo deciros que el Señor del Inframundo ha mandado a Astel a nuestro
mundo para matar al muchacho. Algo que
yo no comprendo. Pero si entiendo que el Señor de Larimar esté utilizando a
éste.
─ ¿De qué
forma? ─preguntó con curiosidad Fadarar.
─Sin
duda alguna está explotando la condición
de medio humano que tiene Astel. Él también ha enviado a nuestra realidad a una
soldado de su guardia personal que tiene una relación amorosa con el demonio.
La misión de ésta es proteger a Jantaro. Sin duda espera que su amor triunfe
sobre su deber al Señor del Inframundo.
─Si eso
ocurre los dos podrían amenazarme con la espada. Ese maldito bastardo está
utilizando el rencor de Jawet para intentar asesinarme.
Fadarar golpeó una de las
columnas con su mano haciendo retumbar la sala.
Retir ni se inmutó con el
arrebato de su señor, pero con mirada calculada dijo.
─Sólo debéis
matar a uno de los dos.
Una risa sarcástica apareció
en el semblante del Señor de los Shinigamis.
─No, algo
mejor. La hija de Alasthor. Ella es la clave. Ella controla el único poder que
siempre se me ha resistido y teniéndola controlada usaremos a esos dos para que
se vuelvan en contra de aquel que ha tejido esta intrincada red maquiavélica.
La traerás ante mí. Está en la mansión de ese vejestorio caduco de Jawet que no
sabe cuál es su lugar.
Retir flexionó su espalda
con gesto de afirmación.
─Lo único, es
que deberé esperar unos días para descansar. Utilicé todas mis reservas de
energía en no ser detectado por el Señor de Larimar y por el Señor del
Inframundo, pero la que más me costó burlar fue a una elemental que está al
servicio del primero. Esa mujer es muy peligrosa. No desearía enfrentarme a
ella.
Fadarar sabía que no podía tomar riesgos absurdos
ahora que todo se volvía contra él. Así que con disgusto le indicó.
─Muy bien.
Parte cuando estés preparado.
Retir salió de la
habitación con una sensación que no le gustaba. El control lo era todo y su amo
lo había perdido.
Caminó hacia su hogar lejos
del bullicio de palacio. Su casa estaba a las afuera de la ciudad, aunque tenía
que pasar por el cuartel de división de inteligencia para obtener información
sobre la chica y asumir su cargo como jefe del departamento. Rompió su estricta
costumbre. Su misión le había dejado desfallecido y su confianza en el Señor de
los Shinigamis había sido minada. La neutralidad había sido rota, Fadarar sólo
deseaba el poder.
Sin darse cuenta llegó a
las puertas de su morada. Era una casa
hecha de piedra. Tenía solamente cuatro habitaciones pequeñas. Un
dormitorio, una cocina, un baño y su despacho. A este último se dirigía, cuando
sintió la presencia de alguien. Rápidamente se transformó en shinigami.
─No tienes
fuerzas para enfrentarme ─dijo una voz de mujer.
De detrás de una puerta
surgió la elemental del Señor de Larimar. Cuando éste la vio preguntó sin
ninguna nota de temor.
─ ¿Vienes a matarme?
─No, vengo solo
a hablar. Tengo una proposición de mi señor.
Retir volvió a su forma
humana, sabía perfectamente que en sus condiciones actuales no tenía
posibilidades contra ella. Era mejor no provocarla.
─ ¿Qué quiere
de mí el Señor de Larimar?
Ella sonrió con descaro.
─Ese viejo
pervertido y degenerado, nada. Es mi verdadero amo el que desea tu
colaboración.
Retir se sorprendió por sus
palabras y una gran curiosidad contagió su mente.
─ ¿Entonces,
a quién sirves?
─Al único y
verdadero dios. Al Señor de los Cuatro Elementos. Mi amo desea que sigas las instrucciones
del Señor de los Shinigamis secuestrando a la chica
Retir la interrumpió.
─ ¿Cómo sabes
que tengo esa orden?
─Tú no eres
el único que puede esconder su energía para no ser detectado. Yo estaba en la
sala del trono cuando se te dio el encargo. También vi tus dudas al
respecto. Deberás raptarla, pero después
ayudarás a Jantaro y a los suyos a entrar en el castillo y a asesinar al Señor
de los Shinigamis.
Él se quedó pensando unos
instantes en silencio. Sopesaba las palabras de la elemental. Al fin replicó.
─Debo suponer,
que si me niego me matarás.
─Estás en lo
correcto, aunque si aceptas, mi señor te
hará un regalo.
─ ¿Cuál?
─Los shinigamis
sois seres mortales, solo bebiendo de la sangre de un elemental del más alto
rango conseguís la inmortalidad. Así lo hizo el actual Señor de los Shinigamis.
Mi amo te dará el preciado elixir y así tu soñada inmortalidad será posible. Tú
decides tu destino.
Haita desapareció de su
vista dejándole solo en aquella habitación. Él buscó una silla de madera y se
sentó a reflexionar. Debía sopesar sus opciones antes de tomar la decisión más
importante de su vida.
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