lunes, 18 de marzo de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 11


Nueva entrada de”Jantaro en el mundo de los Shinigamis”. El destino se acerca. 


ILANDER

     ─Mi señor. La cena está servida ─informó el mayordomo mientras acompañaba a los seis a un comedor. Uno a uno fueron pasando a una estancia con una gran mesa con su centro repleto de comida. Había aves asadas, pastel de carne, verduras a la plancha y un sinfín de manjares. Se fueron sentando en unas sillas verdes hechas de plata. El mantel era de hilo de oro y las paredes estaban  decoradas con bellos cuadros de paisajes que representaban a las cuatro estaciones. Amelia sintió el olor de la comida en su nariz y no pudo contenerse, atacando  un muslo de pollo como si no hubiera mañana. Jantaro a  su lado la imitó y con unas pinzas se sirvió unas verduras. Jawet presidía la mesa como anfitrión, observándolos uno a uno con parsimonia. En su mente, su plan para hacerse con el control de aquel mundo encajaba poco a poco. Faltaba una pieza más, pero antes debía de terminar el entrenamiento de los chicos. Sonrió para sus adentros y no escuchó la pregunta de Esther hasta que ella se la repitió por segunda vez.
     ─ ¿Esta casa es suya? ¿Verdad?
     ─Exactamente, es la herencia de nuestra familia. Algún día pertenecerá a tu hija.
Amelia se limpió  la boca con una servilleta de hilo y miró a su abuelo.
     ─Pero exactamente. ¿Dónde estamos? ¿Cómo hemos llegado aquí?
Mira Amelia, nos encontramos a  cuatrocientos kilómetros al norte de tu casa. Nos hemos materializado aquí, dijo su padre.
Jantaro arrojó con rabia un tenedor encima del plato  y se levantó de la mesa. Con indignación empezó a hablar.
     ─Ya estoy harto, ustedes dos, padre e hijo, tienen muchas cosas que explicarnos a los demás. Me niego a seguir con esto, nos han atacado unos demonios, un amigo mío ha muerto, Amelia ya no tiene casa y ¿quién narices es esta chica? ─ grito señalando a Gatira con el dedo.
Un silencio se hizo presente cuando Jantaro calló. Gatira se reclinó hacia atrás en la silla y suspirando dijo.
     ─Yo me llamo Gatira, segunda al mando de la guardia personal del Señor de Larimar. Fui mandada por él para protegerte de un demonio llamado Astel. Pero  hay algo que yo no entiendo. Ellos no me han preguntado en ningún momento quien era yo, era como si ya lo supieran ─y se quedó mirando fijamente a Alasthor y a su padre.
     ─Es cierto, sabíamos que vendrías, el Señor de Larimar nos avisó de tu venida.
     ─ ¿Pero quién narices es ese tal Larimar?; y más importante ¿Por qué me persiguen los demonios?
Jawet se levantó de la mesa y se acercó a un baúl de madera tallado que estaba al fondo del comedor. Dijo unas palabras incomprensibles para todos, menos para el muchacho, que había desarrollado el poder innato de entender todas las lenguas gracias al uso repetido del Ki.
     ─Ábrete en el nombre del señor de las almas. Te lo ordena tu amo.
El baúl se abrió y de su interior sacó una espada  negra con una empuñadura blanca en relieve, la colocó con cuidado sobre la mesa.
     ─Esta es Ilander. Es la espada forjada por un millón de almas y templada por los herreros del inframundo en sus fuegos eternos, la única capaz de matar a los cuatro grandes señores inmortales. Al del Inframundo que es el que te quiere ver muerto, al de los Cuatro Elementos,  al de los shinigamis que te necesita para hacer chantaje y al último, al Señor de Larimar.  Te preguntarás ahora. ¿Por qué? ─Jantaro asintió abrumado con la cabeza─. Porque El Señor de Larimar es tu padre. Tu padre te dejó al cuidado de otra persona en una realidad diferente para que estuvieras a salvo hasta que tuvieras la edad suficiente para empezar tu entrenamiento en los diferentes mundos. Él te regala esta espada para que te defiendas de los peligros que te acechan. El Señor de los Shinigamis ha creado un sello alrededor tuyo que te impide escapar de esta dimensión y sólo él o su muerte pueden romperlo. Eres un  prisionero y así podrá utilizarte para  hacer fuerza sobre tu progenitor en el consejo que se celebrará muy pronto para elegir al señor de todos los inmortales.
Él se sentó de nuevo en su silla, con la cara blanca y la mirada perdida. Amelia le agarró la mano y se la acarició con cariño. Gatira estaba también perpleja, aquello ella no lo sabía. Empezaba a entender porque debía cuidar a ese muchacho.
     ─El señor de Larimar me dio instrucciones para protegerte de ese demonio pero aunque seas su hijo no llego a comprender porque el Señor del Inframundo desea tu muerte.
Jawet miraba a Gatira mientras hablaba. El tampoco entendía porque tenía tanto interés en matarle el Señor de los Demonios.
     ─No lo sé, pero tu deber es protegerlo. Cuento contigo.
Gatira se levantó e hinchó el pecho.
     ─Por supuesto; es mi misión y no hace falta que me lo recuerde. No olvide con quien está usted hablando.
Jawet se disculpó.
     ─Lo siento; aunque ahora debemos estar unidos. Hay muchos peligros. Un demonio nos persigue y lo más peligroso, pronto serás convocado por el Señor de los Shinigamis; deberás estar preparado.
Tu entrenamiento como el de Amelia debe de continuar. Está incompleto, sino fijaros en lo que invocasteis en el pueblo.
Jantaro observó a todos los presentes y sin decir nada se dirigió a la puerta. La abrió y se fue de la estancia dejándolos a todos perplejos, Amelia se levantó tras él y salió corriendo.
Esther,  atenta, les siguió con la mirada y se decidió a hablar.
     ─Estáis jugando con ellos, lo sé. Que los dioses os protejan si le hacéis daño a mi pequeña ─y antes de salir  también miró al que fue su marido en otro tiempo. Era una mirada de ira y también de súplica. Alasthor sabía que tarde o temprano tendría que tomar  una decisión entre el deber a su familia o el amor a su hija.
Amelia encontró a Jantaro en el jardín, estaba sentado solo, llorando. Le abrumaba tanta información. En unos minutos se había enterado de quien era su padre, que un demonio poderoso quería matarle y que el Señor de los Shinigamis le tenía preso en este mundo para hacerle chantaje al tal señor de Larimar, el cual había mandado a una chica para protegerle. Los sentimientos por la muerte de Albert también le torturaban por dentro, había muerto defendiéndole. Él creía que había dado su vida por él. Si le hubiera dicho la verdad, que soy inmortal y que esa lanza de fuego no me hubiera matado, el seguiría con vida, pensó mientras arrancaba la tierra con las uñas. Entonces notó la cálida piel de Amelia sobre su cara. Ella le rozaba con sus dulces dedos limpiando sus lágrimas, se agarró a su cuello y le besó en la mejilla con ternura, con comprensión, compartiendo el dolor que su corazón estaba sufriendo y así consiguiendo que la carga no fuera toda para él.
     ─Estoy aquí mi amor. No estás solo, superaremos cualquier obstáculo.  Los dos juntos, siempre ─ le dijo Amelia al oído, susurrando. Él se dio la vuelta y la encontró muy hermosa. Recordó cuando la conoció en el ático de la casa de ella. En ese instante, supo que Amelia iba a ser su puente hacia la felicidad, pero hasta más tarde no se dio cuenta de que se había enamorado por primera vez.
     ─ ¿Qué vamos a hacer? ─preguntó.
     ─Vamos a adaptarnos y a sobrevivir. Terminaremos nuestro entrenamiento y nos haremos tan fuertes que nada podrá hacernos daño. Ni a nosotros, ni a nadie que queramos.
     ─Tienes razón Amelia. No podemos huir. Sólo luchando sobreviviremos a esta locura, no podemos fiarnos de nadie y menos de tu abuelo. Él oculta algo, lo sé.
     ─Estoy de acuerdo.     
Amelia se acercó a sus labios y los acarició con los suyos. Sus cuerpos se fundieron como dos gotas de agua. Sus espíritus se entrelazaron el uno al otro como una planta lo hace a un árbol para encontrar la luz del sol. Lo que no sabían era que algunas veces, él era la planta y otras lo era ella.
Jantaro y Amelia se  pusieron en pie y volvieron a la mansión. Dentro, un criado les esperaba.
     ─Les acompañaré a sus habitaciones. Se me ha dado orden de que  les comunique que mañana a las siete reanudarán su entrenamiento.
Los dos se miraron, asintieron dejándose llevar. Ya llegaría su momento.
Gatira se levantó de la mesa y fue conducida a su habitación. La habían instalado en uno de los cuartos del ala este, en la primera planta. Era muy espaciosa.  La cama era grande y parecía muy cómoda, la decoración era recargada en la línea de la mansión, maderas nobles y metales. Tres mesas repartidas por el dormitorio y dos cómodas, todas decoradas con oro y metales preciosos. Gatira se sentó en una silla que estaba  junto a la pared y pensó en los últimos acontecimientos. Comprendía la gran tarea que le había encomendado su señor, pero su espíritu inquieto no le dejaba en paz. Echaba de menos a Vladimir, seguro que estaría preocupado por ella. Ahora se arrepentía de no haberle dejado ninguna nota pero en esos momentos estaba muy enfadada con él, había desaparecido sin decirla nada. De verdad le echaba de menos, sobre todo sus manos sobre su pelo acariciándola. Una sensación de placer recorrió su cuerpo al acordase. Moviendo la cabeza de un lado a otro intentó olvidarle y concentrarse en su misión. De repente se dio cuenta,  el chico había salido y  no sabía dónde estaba. Se dirigió a la ventana y miró fuera, buscándole, pero no le vio. La noche ya había caído y la luna estaba en cuarto menguante por lo que la visibilidad era poca. Saltó de la ventana de su cuarto al jardín. Aterrizó en el suelo sin hacerse daño y empezó a caminar llamándole, llevaba ya quince minutos cuando notó que alguien la observaba. Una presencia salió a través de la oscuridad de la noche y habló.
     ─Hola Gatira. ¿Qué haces aquí?
Ella se dio la vuelta hacia la voz y se puso en guardia, hasta que sorprendida se relajó al ver delante suyo a Vladimir. Corrió hacia él y le abrazó.
     ─Vladimir, estaba preocupada. No sabía nada de ti.
En ese instante se dio cuenta y le dio un empujón.
     ─ ¿Por qué estás aquí?
     ─Yo he preguntado primero.
Ella le miró con suspicacia, aunque respondió.
     ─Estoy aquí por orden del Señor de Larimar para proteger a un chico. Ahora tú.
     ─Yo estoy aquí, por orden del señor del inframundo, para matar al mismo chico.
Gatira saltó hacia atrás e intentó sacar la espada cuando Vladimir, con rapidez, le sujetó los brazos a la espalda. Ella intentó escapar de él, pero su cuerpo no  respondía.  Vladimir presionando, la había bloqueado los nervios de su cuerpo.
     ─Ni lo intentes. Es una anulación de tu Ki, durante un rato no podrás mover un solo músculo.
     ─ ¿Eres Astel, el demonio del inframundo?
Vladimir acercó su mano a la cara de ella y le sujetó la cabeza.
     ─Sí, lo soy. No quiero que te interpongas Gatira, te lo advierto. Ese muchacho debe morir.
     ─ ¡Desgraciado! ¡Eres un asesino!
     ─No grites. No entiendes nada. Si no lo mato yo, el Señor del Inframundo me asesinará, el  muchacho ya está muerto.
     ─ ¿Muerto? ¿A qué te refieres?
     ─Hay otro demonio vigilándome por si no puedo hacer el trabajo. Es muy fuerte Gatira, pertenece a la élite de mi raza. Utiliza una técnica muy poderosa, un flujo de Ki que corta todo como un cuchillo mantequilla. No quiero que te hagan daño. Ella sintió una punzada en el corazón cuando escuchó esas palabras e intentó controlar la situación.
     ─Tú no eres así Vladimir.  No eres un ser perverso. Yo te amo, pero cumpliré mi misión y si he de matarte lo haré.
Él se río con ganas y ella lo miró extrañado.
     ─ ¡Ja, ja, ja! Ya sé porque me enamoré de ti. Aun sin poder moverte tu fuerza es abrumadora. Te daré unos días para que lo pienses.
     ─No tengo nada....
Ella calló al instante cuando los labios de Vladimir se juntaron con los suyos. Al separarse en los ojos de ella afloraron unas lágrimas.
     ─No llores mi amor, me voy por ahora. Ten cuidado con el otro demonio. Te podrás mover dentro de diez minutos. Te quiero.
Él desapareció en la noche y ella se sintió, como si fuera el único ser viviente en el planeta. Como Vladimir predijo poco a poco volvió a tener el control de su cuerpo, pero no de su corazón.
Inmersa en sus pensamientos regresó corriendo a la mansión  buscando al muchacho. Jantaro estaba en su habitación meditando, cuando un portazo le hizo volver a la realidad. Abrió los ojos y vio a Gatira frente a él, sin aliento.
     ─ ¿Estás bien? ─preguntó ella mientras tomaba aire con dificultad.
     ─Sí claro; ¿qué ocurre?
Ella se sentó en la cama y puso la cabeza entre las piernas mientras lloraba. Él se acercó e intentó consolarla. Gatira le contó todo lo de Vladimir, su relación con él y la conversación en los jardines. Jantaro la abrazó con fuerza y ella se sintió mucho mejor. Luego se levantó y dándole la espalda le explicó.
     ─No creo que quiera matarme. Él ha venido avisarte sobre el otro demonio. ¿Por qué sino te iba a indicar su forma de luchar?   
Gatira le miró pensativa.
     ─Es posible, aunque es un demonio muy peligroso. Si se acerca a ti deberé matarle y si eso pasa yo moriré. Porque no puedo vivir si él no existe­ ─Gatira se levantó y pasó al lado de  Jantaro─. Esta noche dormiré en esta habitación contigo. Voy a por mis cosas. No te muevas de aquí.
Gatira regresó a lo cinco minutos con una almohada y una manta. 
A la mañana siguiente Amelia fue a despertar a Jantaro. Cuál fue su sorpresa cuando vio a Gatira medio desnuda durmiendo en el suelo. Cogió un pequeño pisapapeles de metal y lo tiró con furia. Jantaro recibió el golpe en la cabeza y se sobresaltó despertándose.
     ─ ¿Qué demonios pasa? ­­­­­­­­­­­­­─gritó mientras se incorporaba de la cama de un salto, pero tropezó con el cuerpo de Gatira y cayó encima de ella. Ésta se despertó y abrió los ojos con la boca de él a escasos centímetros de la suya. Su primera reacción fue darle una torta en la cara, que Jantaro recibió de lleno. Amelia miraba la escena horrorizada y fingiendo un  aire indiferente dijo entre dientes.
     ─El desayuno está listo, venía sólo a decírtelo.
Se dio la vuelta y salió por la puerta. Jantaro ya sentado en su cama suspiró dolorido mientras se tocaba la cara totalmente enrojecida. Gatira reía en el suelo.
     ─Lo siento, ha sido un reflejo. ¿Estás bien?
     ─Genial, me he llevado dos golpes sólo al despertarme. No quiero saber cómo voy a terminar al final del día. Deja de reírte y vete a tu cuarto a cambiarte y por favor no duermas en ropa interior otra vez aquí, porque si no será Amelia la que me mate en vez del demonio.
Gatira se levantó y salió de la habitación todavía con una sonrisa en los labios. Cuando bajó al comedor, ya estaban todos alrededor de la mesa. Amelia la miró unos segundos y siguió comiendo ignorándola. Gatira cogió un pan de una cesta y con un cuchillo que había a su lado extendió la mantequilla mientras hablaba.
     ─Anoche tuve noticias de que un demonio de alto nivel está rondando la casa ─y mirando a Amelia continuó­─. Me he trasladado a la habitación de Jantaro para su mayor seguridad.
Amelia ladeó la cabeza hacia la posición de él y vio como éste se tocaba con la mano donde ella le había golpeado. Amelia hizo un gesto de disculpa y él la sonrió.
     ─ ¿Qué sabes sobre él? ─preguntó Alasthor con preocupación. Gatira siguió extendiendo la mantequilla como si no hubiera escuchado la pregunta. Pero a los diez segundos respondió.
    ─Sé que su ataque es muy peligroso, manda una energía través de sus garras que corta,-y mirando a todos en la mesa  cogió el cuchillo, traspasando la mantequilla sin esfuerzo de un golpe─. ¡Así! Todas las miradas de la mesa conectaban en un punto.Gatira.               
­     ─ ¿Luchasteis con él anoche? ─preguntó el abuelo.
     ─Se puede decir que obtuve la información, Sólo tenemos unos días. No creo que ataque inmediatamente. Debería bastar para el entrenamiento de estos dos ─y señaló a Jantaro y Amelia
El abuelo se movió de su asiento como si estuviera incómodo.
     ─Está bien. Seguiremos de momento aquí. Pondré algunas barreras espirituales para retrasarle. No tenemos tiempo. Cuando acabéis de desayunar los chicos bajaran al sótano a entrenar. Alasthor sígueme. 
Se levantó de la mesa seguido de su hijo y salieron por la puerta los dos solos.
     ─ ¿Piensas que ese demonio es Astel? ─preguntó Alasthor ya fuera de los oídos de los otros.
     ─No. Astel tiene la habilidad de crear ilusiones. Eso dijo la enviada del Señor de Larimar, pero si pienso que la información viene de él.
     ─Entonces, ¿han tenido contacto entre los dos?
     ─Sí, y que ella esté viva significa que el plan del Señor de Larimar está dando sus frutos.
Llegaron al final de un pasillo y desaparecieron por una puerta.

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