Nueva entrada de”Jantaro
en el mundo de los Shinigamis”. El destino se acerca.
ILANDER
─Mi señor. La cena está servida ─informó
el mayordomo mientras acompañaba a los seis a un comedor. Uno a uno fueron
pasando a una estancia con una gran mesa con su centro repleto de comida. Había
aves asadas, pastel de carne, verduras a la plancha y un sinfín de manjares. Se
fueron sentando en unas sillas verdes hechas de plata. El mantel era de hilo de
oro y las paredes estaban decoradas con
bellos cuadros de paisajes que representaban a las cuatro estaciones. Amelia
sintió el olor de la comida en su nariz y no pudo contenerse, atacando un muslo de pollo como si no hubiera mañana. Jantaro
a su lado la imitó y con unas pinzas se
sirvió unas verduras. Jawet presidía la mesa como anfitrión, observándolos uno
a uno con parsimonia. En su mente, su plan para hacerse con el control de aquel
mundo encajaba poco a poco. Faltaba una pieza más, pero antes debía de terminar
el entrenamiento de los chicos. Sonrió para sus adentros y no escuchó la
pregunta de Esther hasta que ella se la repitió por segunda vez.
─ ¿Esta casa es suya? ¿Verdad?
─Exactamente, es la herencia de nuestra
familia. Algún día pertenecerá a tu hija.
Amelia se limpió
la boca con una servilleta de hilo y miró a su abuelo.
─Pero exactamente. ¿Dónde estamos? ¿Cómo
hemos llegado aquí?
Mira Amelia, nos
encontramos a cuatrocientos kilómetros
al norte de tu casa. Nos hemos materializado aquí, dijo su padre.
Jantaro arrojó con rabia un tenedor encima del plato y se levantó de la mesa. Con indignación
empezó a hablar.
─Ya estoy harto, ustedes dos, padre e hijo,
tienen muchas cosas que explicarnos a los demás. Me niego a seguir con esto, nos
han atacado unos demonios, un amigo mío ha muerto, Amelia ya no tiene casa y
¿quién narices es esta chica? ─ grito señalando a Gatira con el dedo.
Un silencio se hizo presente cuando Jantaro calló.
Gatira se reclinó hacia atrás en la silla y suspirando dijo.
─Yo me llamo Gatira, segunda al mando de la
guardia personal del Señor de Larimar. Fui mandada por él para protegerte de un
demonio llamado Astel. Pero hay algo que
yo no entiendo. Ellos no me han preguntado en ningún momento quien era yo, era
como si ya lo supieran ─y se quedó mirando fijamente a Alasthor y a su padre.
─Es cierto, sabíamos que vendrías, el
Señor de Larimar nos avisó de tu venida.
─ ¿Pero quién narices es ese tal Larimar?;
y más importante ¿Por qué me persiguen los demonios?
Jawet se levantó de la mesa y se acercó a un baúl de
madera tallado que estaba al fondo del comedor. Dijo unas palabras
incomprensibles para todos, menos para el muchacho, que había desarrollado el
poder innato de entender todas las lenguas gracias al uso repetido del Ki.
─Ábrete en el nombre del señor de las
almas. Te lo ordena tu amo.
El baúl se abrió y de su interior sacó una espada negra con una empuñadura blanca en relieve,
la colocó con cuidado sobre la mesa.
─Esta es Ilander. Es la espada forjada por
un millón de almas y templada por los herreros del inframundo en sus fuegos
eternos, la única capaz de matar a los cuatro grandes señores inmortales. Al
del Inframundo que es el que te quiere ver muerto, al de los Cuatro
Elementos, al de los shinigamis que te
necesita para hacer chantaje y al último, al Señor de Larimar. Te preguntarás ahora. ¿Por qué? ─Jantaro
asintió abrumado con la cabeza─. Porque El Señor de Larimar es tu padre. Tu
padre te dejó al cuidado de otra persona en una realidad diferente para que
estuvieras a salvo hasta que tuvieras la edad suficiente para empezar tu
entrenamiento en los diferentes mundos. Él te regala esta espada para que te
defiendas de los peligros que te acechan. El Señor de los Shinigamis ha creado
un sello alrededor tuyo que te impide escapar de esta dimensión y sólo él o su
muerte pueden romperlo. Eres un
prisionero y así podrá utilizarte para
hacer fuerza sobre tu progenitor en el consejo que se celebrará muy
pronto para elegir al señor de todos los inmortales.
Él se sentó de nuevo en su silla, con la cara blanca y
la mirada perdida. Amelia le agarró la mano y se la acarició con cariño. Gatira
estaba también perpleja, aquello ella no lo sabía. Empezaba a entender porque
debía cuidar a ese muchacho.
─El señor de Larimar me dio instrucciones
para protegerte de ese demonio pero aunque seas su hijo no llego a comprender
porque el Señor del Inframundo desea tu muerte.
Jawet miraba a Gatira mientras hablaba. El tampoco
entendía porque tenía tanto interés en matarle el Señor de los Demonios.
─No
lo sé, pero tu deber es protegerlo. Cuento contigo.
Gatira se levantó e hinchó el pecho.
─Por supuesto; es mi misión y no hace
falta que me lo recuerde. No olvide con quien está usted hablando.
Jawet se disculpó.
─Lo siento; aunque ahora debemos estar
unidos. Hay muchos peligros. Un demonio nos persigue y lo más peligroso, pronto
serás convocado por el Señor de los Shinigamis; deberás estar preparado.
Tu entrenamiento
como el de Amelia debe de continuar. Está incompleto, sino fijaros en lo que
invocasteis en el pueblo.
Jantaro observó a todos los presentes y sin decir nada
se dirigió a la puerta. La abrió y se fue de la estancia dejándolos a todos
perplejos, Amelia se levantó tras él y salió corriendo.
Esther, atenta,
les siguió con la mirada y se decidió a hablar.
─Estáis jugando con ellos, lo sé. Que los
dioses os protejan si le hacéis daño a mi pequeña ─y antes de salir también miró al que fue su marido en otro
tiempo. Era una mirada de ira y también de súplica. Alasthor sabía que tarde o
temprano tendría que tomar una decisión
entre el deber a su familia o el amor a su hija.
Amelia encontró a Jantaro en el jardín, estaba sentado
solo, llorando. Le abrumaba tanta información. En unos minutos se había
enterado de quien era su padre, que un demonio poderoso quería matarle y que el
Señor de los Shinigamis le tenía preso en este mundo para hacerle chantaje al tal
señor de Larimar, el cual había mandado a una chica para protegerle. Los
sentimientos por la muerte de Albert también le torturaban por dentro, había
muerto defendiéndole. Él creía que había dado su vida por él. Si le hubiera
dicho la verdad, que soy inmortal y que esa lanza de fuego no me hubiera
matado, el seguiría con vida, pensó mientras arrancaba la tierra con las
uñas. Entonces notó la cálida piel de Amelia sobre su cara. Ella le rozaba con
sus dulces dedos limpiando sus lágrimas, se agarró a su cuello y le besó en la
mejilla con ternura, con comprensión, compartiendo el dolor que su corazón
estaba sufriendo y así consiguiendo que la carga no fuera toda para él.
─Estoy aquí mi amor. No estás solo, superaremos
cualquier obstáculo. Los dos juntos,
siempre ─ le dijo Amelia al oído, susurrando. Él se dio la vuelta y la encontró
muy hermosa. Recordó cuando la conoció en el ático de la casa de ella. En ese
instante, supo que Amelia iba a ser su puente hacia la felicidad, pero hasta
más tarde no se dio cuenta de que se había enamorado por primera vez.
─ ¿Qué vamos a hacer? ─preguntó.
─Vamos a adaptarnos y a sobrevivir.
Terminaremos nuestro entrenamiento y nos haremos tan fuertes que nada podrá
hacernos daño. Ni a nosotros, ni a nadie que queramos.
─Tienes razón Amelia. No podemos huir.
Sólo luchando sobreviviremos a esta locura, no podemos fiarnos de nadie y menos
de tu abuelo. Él oculta algo, lo sé.
─Estoy de acuerdo.
Amelia se acercó a sus labios y los acarició con los
suyos. Sus cuerpos se fundieron como dos gotas de agua. Sus espíritus se
entrelazaron el uno al otro como una planta lo hace a un árbol para encontrar
la luz del sol. Lo que no sabían era que algunas veces, él era la planta y
otras lo era ella.
Jantaro y Amelia se
pusieron en pie y volvieron a la mansión. Dentro, un criado les
esperaba.
─Les acompañaré a sus habitaciones. Se me
ha dado orden de que les comunique que
mañana a las siete reanudarán su entrenamiento.
Los dos se miraron, asintieron dejándose llevar. Ya
llegaría su momento.
Gatira se levantó de la mesa y fue conducida a su
habitación. La habían instalado en uno de los cuartos del ala este, en la
primera planta. Era muy espaciosa. La
cama era grande y parecía muy cómoda, la decoración era recargada en la línea
de la mansión, maderas nobles y metales. Tres mesas repartidas por el
dormitorio y dos cómodas, todas decoradas con oro y metales preciosos. Gatira
se sentó en una silla que estaba junto a
la pared y pensó en los últimos acontecimientos. Comprendía la gran tarea que
le había encomendado su señor, pero su espíritu inquieto no le dejaba en paz.
Echaba de menos a Vladimir, seguro que estaría preocupado por ella. Ahora se
arrepentía de no haberle dejado ninguna nota pero en esos momentos estaba muy
enfadada con él, había desaparecido sin decirla nada. De verdad le echaba de
menos, sobre todo sus manos sobre su pelo acariciándola. Una sensación de
placer recorrió su cuerpo al acordase. Moviendo la cabeza de un lado a otro
intentó olvidarle y concentrarse en su misión. De repente se dio cuenta, el chico había salido y no sabía dónde estaba. Se dirigió a la ventana
y miró fuera, buscándole, pero no le vio. La noche ya había caído y la luna
estaba en cuarto menguante por lo que la visibilidad era poca. Saltó de la
ventana de su cuarto al jardín. Aterrizó en el suelo sin hacerse daño y empezó
a caminar llamándole, llevaba ya quince minutos
cuando notó que alguien la observaba. Una presencia salió a través de la
oscuridad de la noche y habló.
─Hola Gatira. ¿Qué haces aquí?
Ella se dio la vuelta hacia la voz y se puso en
guardia, hasta que sorprendida se relajó al ver delante suyo a Vladimir. Corrió
hacia él y le abrazó.
─Vladimir,
estaba preocupada. No sabía nada de ti.
En ese instante se dio cuenta y le dio un empujón.
─ ¿Por qué estás aquí?
─Yo he preguntado primero.
Ella le miró con
suspicacia, aunque respondió.
─Estoy aquí por orden del Señor de Larimar
para proteger a un chico. Ahora tú.
─Yo estoy aquí, por orden del señor del
inframundo, para matar al mismo chico.
Gatira saltó hacia atrás e intentó sacar la espada
cuando Vladimir, con rapidez, le sujetó los brazos a la espalda. Ella intentó
escapar de él, pero su cuerpo no respondía. Vladimir presionando, la había bloqueado los
nervios de su cuerpo.
─Ni lo intentes. Es una anulación de tu Ki,
durante un rato no podrás mover un solo músculo.
─ ¿Eres Astel, el demonio del inframundo?
Vladimir acercó su mano a la cara de ella y le sujetó
la cabeza.
─Sí, lo soy. No quiero que te interpongas
Gatira, te lo advierto. Ese muchacho debe morir.
─ ¡Desgraciado! ¡Eres un asesino!
─No grites. No entiendes nada. Si no lo
mato yo, el Señor del Inframundo me asesinará, el muchacho ya está muerto.
─ ¿Muerto? ¿A qué te refieres?
─Hay otro demonio vigilándome por si no
puedo hacer el trabajo. Es muy fuerte Gatira, pertenece a la élite de mi raza. Utiliza
una técnica muy poderosa, un flujo de Ki que corta todo como un cuchillo
mantequilla. No quiero que te hagan daño. Ella sintió una punzada en el corazón
cuando escuchó esas palabras e intentó controlar la situación.
─Tú no eres así Vladimir. No eres un ser perverso. Yo te amo, pero
cumpliré mi misión y si he de matarte lo haré.
Él se río con ganas y ella lo miró extrañado.
─ ¡Ja, ja, ja! Ya sé porque me enamoré de
ti. Aun sin poder moverte tu fuerza es abrumadora. Te daré unos días para que
lo pienses.
─No tengo nada....
Ella calló al instante cuando los labios de Vladimir
se juntaron con los suyos. Al separarse en los ojos de ella afloraron unas
lágrimas.
─No llores mi amor, me voy por ahora. Ten
cuidado con el otro demonio. Te podrás mover dentro de diez minutos. Te quiero.
Él desapareció en la noche y ella se sintió, como si
fuera el único ser viviente en el planeta. Como Vladimir predijo poco a poco
volvió a tener el control de su cuerpo, pero no de su corazón.
Inmersa en sus pensamientos regresó corriendo a la
mansión buscando al muchacho. Jantaro
estaba en su habitación meditando, cuando un portazo le hizo volver a la
realidad. Abrió los ojos y vio a Gatira frente a él, sin aliento.
─ ¿Estás bien? ─preguntó ella mientras
tomaba aire con dificultad.
─Sí claro; ¿qué ocurre?
Ella se sentó en la cama y puso la cabeza entre las
piernas mientras lloraba. Él se acercó e intentó consolarla. Gatira le contó
todo lo de Vladimir, su relación con él y la conversación en los jardines.
Jantaro la abrazó con fuerza y ella se sintió mucho mejor. Luego se levantó y
dándole la espalda le explicó.
─No creo que quiera matarme. Él ha venido
avisarte sobre el otro demonio. ¿Por qué sino te iba a indicar su forma de
luchar?
Gatira le miró pensativa.
─Es posible, aunque es un demonio muy
peligroso. Si se acerca a ti deberé matarle y si eso pasa yo moriré. Porque no
puedo vivir si él no existe ─Gatira se levantó y pasó al lado de Jantaro─. Esta noche dormiré en esta
habitación contigo. Voy a por mis cosas. No te muevas de aquí.
Gatira regresó a lo cinco minutos con una almohada y
una manta.
A la mañana siguiente Amelia fue a despertar a
Jantaro. Cuál fue su sorpresa cuando vio a Gatira medio desnuda durmiendo en el
suelo. Cogió un pequeño pisapapeles de metal y lo tiró con furia. Jantaro
recibió el golpe en la cabeza y se sobresaltó despertándose.
─ ¿Qué demonios pasa? ─gritó
mientras se incorporaba de la cama de un salto, pero tropezó con el cuerpo de
Gatira y cayó encima de ella. Ésta se despertó y abrió los ojos con la boca de
él a escasos centímetros de la suya. Su primera reacción fue darle una torta en
la cara, que Jantaro recibió de lleno. Amelia miraba la escena horrorizada y fingiendo
un aire indiferente dijo entre dientes.
─El desayuno está listo, venía sólo a
decírtelo.
Se dio la vuelta y salió por la puerta. Jantaro ya
sentado en su cama suspiró dolorido mientras se tocaba la cara totalmente
enrojecida. Gatira reía en el suelo.
─Lo siento, ha sido un reflejo. ¿Estás
bien?
─Genial, me he llevado dos golpes sólo al
despertarme. No quiero saber cómo voy a terminar al final del día. Deja de
reírte y vete a tu cuarto a cambiarte y por favor no duermas en ropa interior
otra vez aquí, porque si no será Amelia la que me mate en vez del demonio.
Gatira se
levantó y salió de la habitación todavía con una sonrisa en los labios. Cuando
bajó al comedor, ya estaban todos alrededor de la mesa. Amelia la miró unos
segundos y siguió comiendo ignorándola. Gatira cogió un pan de una cesta y con
un cuchillo que había a su lado extendió la mantequilla mientras hablaba.
─Anoche tuve noticias de que un demonio de
alto nivel está rondando la casa ─y mirando a Amelia continuó─. Me he
trasladado a la habitación de Jantaro para su mayor seguridad.
Amelia ladeó la cabeza hacia la posición de él y vio
como éste se tocaba con la mano donde ella le había golpeado. Amelia hizo un
gesto de disculpa y él la sonrió.
─ ¿Qué sabes sobre él? ─preguntó Alasthor con preocupación. Gatira siguió extendiendo la
mantequilla como si no hubiera escuchado la pregunta. Pero a los diez segundos
respondió.
─Sé que su ataque es muy peligroso, manda
una energía través de sus garras que corta,-y mirando a todos en la mesa cogió el cuchillo, traspasando la mantequilla
sin esfuerzo de un golpe─. ¡Así! Todas las miradas de la mesa conectaban en un
punto.Gatira.
─ ¿Luchasteis con él anoche? ─preguntó el
abuelo.
─Se puede decir que obtuve la información,
Sólo tenemos unos días. No creo que ataque inmediatamente. Debería bastar para
el entrenamiento de estos dos ─y señaló a Jantaro y Amelia
El abuelo se movió de su asiento como si estuviera
incómodo.
─Está bien. Seguiremos de momento aquí.
Pondré algunas barreras espirituales para retrasarle. No tenemos tiempo. Cuando
acabéis de desayunar los chicos bajaran al sótano a entrenar. Alasthor
sígueme.
Se levantó de la mesa seguido de su hijo y salieron
por la puerta los dos solos.
─ ¿Piensas que ese demonio es Astel? ─preguntó
Alasthor ya fuera de los oídos de los otros.
─No. Astel tiene la habilidad de crear
ilusiones. Eso dijo la enviada del Señor de Larimar, pero si pienso que la
información viene de él.
─Entonces, ¿han tenido contacto entre los
dos?
─Sí, y que ella esté viva significa que el
plan del Señor de Larimar está dando sus frutos.
Llegaron al final de un pasillo y desaparecieron por
una puerta.
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