viernes, 22 de marzo de 2013

LA SANGRE DE UN DISCÍPULO CAP 1



Es de gente inteligente comprender que no todos tenemos el
mismo modo de relacionarnos, de pensar y de amar.

Cuando la rubia agente de la Policía Nacional disparó su arma reglamentaria contra la cabeza de Fernando Robledo, supe en ese instante que mi mentor había dejado este mundo. Los trozos de materia gris se juntaban con la sangre formando una imagen erótica que me excitó, debo reconocerlo, y tuve que ocultar una erección poniendo mis manos entre las piernas. Nadie se percató de mí, todos miraban al cadáver o se acercaban a tranquilizar a la mujer, y pude escabullirme; el trabajo estaba hecho.
Bajando las escaleras del edificio de Fernando intentaba recordarle como había sido antes de que sus emociones se interpusieran entre él y yo. Un ser adelantado a su tiempo, un dios entre los hombres, inspirador y el amante de mis pensamientos. Le echaré de menos, aunque perdiera la cordura por una mujer. Fue una pena, pero no tuve más remedio que actuar para salvarle, nada mancharía su recuerdo. Como ser superior que era, todo comenzó con un sencillo gesto. El poder te abre los ojos y saca a la luz tus mejores virtudes.
Fernando recordaba vistiendo a un abuelo, llevaba puesta una camisa metida por los pantalones y calzaba unos mocasines marrones. Un poco encorvado miraba siempre al suelo cuando andaba, pero aquel día no lo hizo por primera vez en su vida. Su cabeza  alzó la vista y ese fue el comienzo de su destino. Sus sueños más íntimos, aquellos que se esconden en lo más profundo de ti mismo, surgieron como ideas en su mente. Una mujer mayor; su aspecto no tiene importancia, el poder de mi mentor hacia ella sí es relevante; andaba  lentamente debido a su avanzada edad. Es curioso, cómo mucha gente mayor cree, que mirar en un paso de cebra es una obligación sólo para las personas que no residen en su categoría social. Ellos están por encima de pensar que el conductor de un coche pueda estar distraído. Fernando se percató de la posibilidad de un impacto entre los dos aludidos, y gritó.
    ─ ¡SEÑORA! ¡CUIDADO!  ─y se acercó corriendo, incluso alarmado de su propia excitación hacia aquel suceso.
La mujer se paró en secó asustada y miró al coche, que impasivo, no podía reducir la velocidad. El conductor hacía sólo unas centésimas de segundo que había dejado de hablar por su teléfono móvil. El coche impactó con la mujer matándola al instante, su cuerpo dio con el asfalto encharcándolo de sangre, y Fernando supo la verdad. Él la había asesinado, si no hubiera llamado a la vieja le hubiera dado tiempo a pasar y  ella estaría viva. Sonrió de placer, su alma se inundó de creatividad y decidió su destino. Su vida había cambiado, se sintió como si cien orgasmos le hubieran traspasado a la vez. El sexo había renacido en una forma primaria, y él quería más…           

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