jueves, 14 de marzo de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 10



Os invitó a leer el décimo capitulo del libro de “Jantaro en el mundo de los Shinigamis”. Creo que aquí surge el personaje más entrañable que es Bo, con la colaboración de uno de mis personajes favoritos que es el Yori; disfrutarlo.


EL GATO, UNA TRAGEDIA

Gatira apareció en un bosque. Que sensación más extraña, pensó mientras buscaba la brújula que le había dado la sirvienta del Señor de Larimar. Era la primera vez que viajaba a otra realidad y un cosquilleo  la recorrió todo el cuerpo. Se intentó relajar a sí misma cerrando los ojos y la encontró en un bolsillo de la capa azul que siempre llevaba puesta. Concentró su Ki y la aguja señaló en dirección hacia una montaña. Ella miró alrededor suyo cuidadosamente, con cautela, y se encaminó con sigilo hacia donde ésta le conducía.  

……………

Amelia y Jantaro reían durante la cena mientras Esther los miraba con preocupación. Ella temía lo que estaba pasando, cuando escuchó los dos sueños de boca de ellos, un malestar interior invadió todo su cuerpo. Ellos, en cambio, no veían el riesgo en los poderes que estaban aprendiendo. Lo cierto es que su hija había madurado mucho. Ya casi no la reconocía. Se había transformado en una mujer que estaba enamorada de aquel muchacho misterioso y él la correspondía. Todo sería maravilloso si la sombra de Paul no hubiera surgido.
     ─Mamá, ¿me escuchas? ─ella miró a su hija.
     ─Lo siento cariño, estaba pensado.
Amelia conocía a su madre y pocas veces la había visto tan preocupada.
     ─ ¿Qué te pasa mamá?
     ─Es sólo hija que creo que os están utilizando a los dos. Tanto tu padre como ese tal Señor de los Shinigamis, sólo quiero que tengáis presente que no debéis dejaros manipular y sobre todo, tened mucho cuidado.
Jantaro cambió de postura y dijo.
     ─Ya lo sabemos, pero de momento les seguiremos el juego, por lo menos hasta que descubramos que es lo que se oculta detrás de todo esto. Además, tengo una promesa que cumplir.
     ─ ¿Qué promesa es esa? ─preguntó Amelia con curiosidad.
     ─No es nada, es algo entre tu madre y yo. Es una cosa que me pidió cuando la conocí.
Amelia miró a los dos extrañada pero cuando iba a preguntar, su madre habló.
     ─Me quedo más tranquila, mi niña tiene suerte de contar contigo.
Se levantó de la mesa, dio un beso a su hija en la mejilla y se dirigió a su cuarto.
Amelia vio a su madre salir y le dirigió una mirada amenazante a Jantaro.
     ─No me mires así. Es un secreto. Venga, vamos a descansar que mañana tendremos un día duro.
Amelia le observó con recelo mientras se dirigía al piso de arriba donde estaba su habitación, a los cinco minutos ella también se fue a acostar.
Cuando salieron por la mañana al jardín se llevaron una sorpresa al ver un anciano junto Alasthor. Éste vestía de igual modo y tenía una larga cabellera blanca. 
     ─ ¿Así que tú eres Amelia? ─dijo con una sonrisa.
     ─Sí soy yo... ¿Usted es?
     ─Mi querida niña, yo soy tu abuelo, me llamo Jawet y he venido a ayudaros en vuestro entrenamiento.
La cara de Amelia se transformó, miró a su padre y éste asintió.
     ─ Tú debes de ser Jantaro, es un placer conocerte.
El anciano le tendió la mano, él, dubitativo se la estrechó.
     ─Mi padre ha venido para ayudarnos. El siguiente paso es complicado, por eso he pedido su ayuda.
Jawet se acercó a ellos y mientras les acariciaba el pelo con cariño, les dijo:
     ─Muy bien chicos, ya habéis encontrado vuestro espíritu de lucha, ahora debéis aprender cuáles son sus poderes y controlarlos. Lo primero; transformaos.
Ambos se concentraron y el cuerpo de los dos cambió al instante.
     ─Como era de esperar vuestra transformación no es total. La tuya Amelia es más intensa por supuesto, porque eres un híbrido entre un humano y uno de nosotros. La tuya muchacho, no está nada mal. Debéis ahora llamar a vuestros instrumentos para convocar a los espíritus de lucha.
Los dos visualizaron los suyos y aparecieron en sus manos. En el caso de él una flauta y en el de ella una campana de metal.
     ─Ahora viene lo complicado. Primero tú, Jantaro. Relájate y escucha a tu alma; deberás oír una música. Cuando la tengas intenta tocarla con tu instrumento.
El muchacho se concentró, visualizó su Ki y una canción resonó en su cabeza. Cogió su flauta e intentó trasladarla. El sonido que salió de ella era parecido, pero no sonaba igual. Un murciélago surgió de repente y comenzó a volar alrededor de él.
Éste se asustó recordando su experiencia en el sueño y su flauta dejo de sonar. Al instante el espíritu desapareció.
     ─No está mal para ser la primera vez, pero te has equivocado al tocarla ¿verdad?
Jantaro se llevó las manos a las sienes avergonzado y asintió.
     ─Debes dejarte llevar por tu intuición y no debes racionalizar la melodía. Bien, prueba otra vez.
 Cuando la música resonó en su mente se relajó y dejó que los dedos fluyeran por si solos. Esta vez sí que fue una copia perfecta. Más de cien murciélagos surgieron y se colocaron detrás de él.
     ─Piensa que quieres que hagan, imagínatelo y otra armonía surgirá ─le dijo el Abuelo
Vamos a ir a la derecha, pensó. Un ritmo diferente sus dedos transmitieron y  los murciélagos a su vez siguieron su orden.
Ahora a la izquierda. Ocurriendo lo mismo, éstos se movieron al unísono hacia donde él les había mandado. Él se rió, perdió la concentración un instante y éstos desaparecieron.
     ─Esto es muy divertido. Voy a probar otra vez.
     ─No. Espera, ahora le toca a ella ─le paró Alasthor.
El anciano observó a su nieta y  dijo.
     ─Amelia, lo tuyo es más complicado. Por eso estoy yo aquí. Concentra tu energía espiritual sobre tu campana y tócala, veremos que ocurre a partir de ahí.
Amelia sintió un poco de miedo por aquellas palabras, buscó con la mirada a su amigo y vio que él la sonreía. Concentró su Ki y golpeó la campana.
     ─Niña del demonio. Mira que eres débil, sólo has podido invocarme a mí.
Un gato gris estaba a sus pies. Éste empezó a mover la cabeza.
     ─ ¿Qué tenemos aquí, una reunión de fracasados? ─preguntó con ironía
Nadie dijo nada porque todos tenían la boca abierta. Hasta el anciano estaba sorprendido. Amelia sonrió y le dijo.
     ─Hola Bo. ¿Qué tal estás?
Éste no la escuchó y empezó a reírse sin parar, al fijarse bien en Jantaro.
     ─ ¡Ja, Ja, Ja!  Eres  patético. ¿Qué es eso? Que transformación más divertida. ¿Y tú? ─mirando a Amelia─. ¿Qué eres? ¿Una mutación?
Jantaro notó que las venas de su cuello se hinchaban, pero al mirar a Amelia, rápidamente  se  olvidó del espíritu.
    ─Amelia, ya no eres un shinigami ─la dijo asustado.
Amelia había vuelto a la normalidad. El abuelo cogió una chaqueta que habían traído y se la lanzó a las manos.
     ─Muy bien. Ahora tendré que esperar en este mundo patético hasta que tengas energía para devolverme con mis hermanos ─dijo Bo mientras se rascaba una oreja con la pata. Enseguida se encamino hacia el otro lado del claro.
     ─ ¿Dónde vas? ─preguntó el abuelo en un tono autoritario.
Bo, ignorándole, siguió andando.
Jawet se transformó en un shinigami y una caja de música empezó a emitir una melodía. Al instante tres lobos gigantes enseñando sus dientes amenazantes surgieron de la nada. El gato se dio la vuelta.
     ─Perritos a mi ─dijo mientras empezaba a cambiar de forma convirtiéndose en un felino de dos metros de alto con dos colmillos afilados que surgieron de su morro. Esbozó una mueca de disgusto y un fuego rojo surgió de su boca calcinando a los tres espectros a la vez. Se dio la vuelta y volvió a su forma original.
      ─Idiota. Hace tanto tiempo que no estoy en una forma que no es espiritual que me ha entrado hambre ─y levantándoles la cola mientras andaba siguió su camino con aire altivo hacia el pueblo.
El Anciano de nuevo en su forma humana había caído al suelo, su hijo se apresuró a levantarle.
     ─ ¿Estás bien Padre? ─preguntó Alasthor
     ─Increíble y sólo es uno de los tres. Amelia cámbiate de ropa y ve a buscarle y tú chico, acompáñala. Y para la próxima, espero que aprendáis  a  no romper vuestras ropas en la transformación.
Los dos miraron a Alasthor a la vez y salieron corriendo hacia la casa. Padre e hijo se quedaron solos en la explanada.
     ─Esto es maravilloso. Con este poder podremos hacerle frente, y con la espada que me dio el Señor de Larimar podremos destruirle ─dijo entusiasmado Jawet.
     ─ Pero ¿la espada no obtendrá todo su poder si no es dominada por un descendiente del Señor de Larimar  y por un demonio?
     ─Exacto. Jantaro es hijo del primero y el otro está a punto de entrar en escena.
Alasthor pudo ver el reflejo de la codicia en los ojos de su padre y temió por el futuro de su hija.
Esther vio a los dos muchachos entrar corriendo en sus habitaciones  para al instante salir cambiados y corriendo.
     ─ ¿Dónde vais con tantas prisas? ─preguntó mientras salían por la puerta.
     ─ ¡Vamos a capturar a un gato maleducado mamá!
Esther puso cara de resignación y volvió con el arreglo de un vestido.
……………

     ─ ¡Bo, Bo! ¿Dónde estás? ─gritaba Amelia mientras corrían ladera abajo.
El gato no escuchaba la llamada de ella  ya que había llegado al pueblo. Siempre le había gustado observar a los humanos. Esa chiquilla lo está haciendo muy bien, a la primera ha conseguido invocarme, pensó mientras miraba a un hombre sentado al lado de un carromato comiendo un plato de carne. Éste cuando le vio le llamó.
     ─Ven gatito, ¿te has perdido? 
Bo al principio le ignoró y no se movió, pero de repente le brillaron los ojos cuando el hombre sacó un plato y escanció leche de una botella que tenía a su lado. Inconscientemente se acercó para beber.
     ─Me llamo Albert, ¿te has perdido? ─dijo acariciando el pelaje del gato.
Bo disfrutaba de su alimento cuando notó la presencia de Amelia detrás de él, ignorándola siguió concentrado en la leche.
     ─Bo, ¡estás aquí! Te hemos estado buscando ─dijo ella más tranquila al ver que no había pasado nada.
     ─ ¿Es tuyo muchacha? Espero que no te importe que le haya dado de comer.
En ese instante llegó Jantaro y se paró en seco al ver la cara de su Amigo.
     ─Albert, soy yo, Less. ¿Qué tal te encuentras?
El hombre dio un salto de alegría y le abrazó.
     ─Muchacho del demonio, te he estado buscando. Desapareciste en la noche, me has tenido muy preocupado. Creía que habías muerto. ¿Qué ocurrió?
Jantaro miró a su amigo y un sentimiento de felicidad le embargo, aunque sabía que no podía decirle la verdad.
     ─Me perdí en el bosque, creo que algo nos atacó. Me encontró un hombre y aquí estoy.
Albert le sonrió y supo al instante que no iba a engañar a un chatarrero que vivía precisamente de manipular a la gente, pero éste, tenía la costumbre de no hacer preguntas a gente que no quería contestarlas. Así que cambiando de tema miró a la chica de arriba abajo y dijo.
     ─Es muy guapa Less. ¿Es tu novia?
Los dos se encarnaron como tomates.
     ─ ¡Ja, ja, ja! Bueno, al menos dime como se llama.
Ella se adelantó.
     ─Me llamo Amelia y es un placer conocerle.
     ─Yo soy Albert y también es un placer. ¿Es tu gato, verdad?  
     ─Sí. Se llama Bo y es un poco travieso, se ha escapado de casa.
Bo levanto la cabeza de su plato y Albert creyó ver cómo le sacaba la lengua  a la chica.  Eso es imposible, pensó rápidamente. Jantaro salió al quite.
     ─Amelia, cuando llegué aquí estuve viajando con él en su carromato. ¿Verdad Albert?
El hombre seguía mirando al gato y no prestaba atención  a Jantaro.
     ─Albert, ¿me escuchas?
Éste volvió a mirar otra vez al chico.
     ─Sí, sí, perdona, estaba en otro sitio. Me ha parecido ver una cosa. Lo siento; ¿decías?
     ─ ¡Que hemos viajado juntos! ─replicó.
Entonces Albert cambió de actitud.
     ─Sí. Es verdad. Le encontré en un camino con unas ropas que podría haber llevado un gnomo. Tendrías que haber visto lo gracioso que estaba.
Amelia se rió.
     ─Me hubiera gustado verle.
Jantaro se hizo el ofendido pero acabó también contagiándose de la risa de los dos. En ese instante, Bo erizó su cuerpo.
     ─ ¿Qué ocurre? ─preguntó Amelia
     ─Se acercan dos demonios, preparaos para luchar ─dijo el gato.
Albert puso cara de sorpresa.
     ─ ¿El gato sabe hablar?
     ─Sí. Hazle caso, ocúltate dentro del carromato. ¡Rápido! ─Le ordenó mientras cogía el brazo de éste.
Albert se soltó dándole un empujón al muchacho, que cayendo al suelo vio como una espada de fuego atravesaba el corazón del chatarrero.
     ─ ¡Albert, Albert! ─gritó su amigo en el suelo.
Pero Albert no podía oírle. Estaba muerto. Amelia corrió hacia Jantaro y le ayudó a levantarse. Éste se acercó hacia el cuerpo sin vida de su camarada y en cuanto le tocó, el odio empezó a crecer en su interior. De su espalda surgieron dos alas, se estaba transformando y su aura era de un verde oscuro, intenso y amenazante. Buscó con la mirada a sus atacantes y los descubrió. Dos demonios envueltos en fuego le miraban desde la azotea de una casa. La gente corría despavorida por las calles. Él no oía los gritos, su mente estaba en un estado de shock.
Su flauta tocó unas notas agudas y apareció un torbellino de aire que, al parar, se transformó en un ser encorvado, con la cara llena de arrugas, cuchillas en las manos y los ojos inyectados en sangre. Vestía un trapo sucio que utilizaba como si fuera una toga.
     ─ ¿Dónde está mi presa? ¡Debo matar! ─gritaba con desesperación.
Bo se transformó en tigre ante  Amelia.
     ─Es un Yori. Un demonio de viento. ¡Cómo diablos ha podido invocarlo! ─dijo Bo mirando a todos lados.
El Yori siguiendo las órdenes de la música de Jantaro  saltó hacia los dos demonios. Estos se encontraron ante una fuerza descomunal, violenta, imparable. El viento era tan fuerte que arrastraba todo a su paso. Las cuchillas atravesaron los cuerpos, cada vez más destrozados, de aquellos dos pobres infelices, hasta que de ellos no quedo nada. Amelia, asustada por el espectáculo se acercó a Jantaro e intentó tranquilizarle, aunque éste seguía aun fuera de la realidad. Amelia le besó en la cara y con una voz venida de lo más profundo de su alma le dijo al oído.
     ─Te quiero.
Al instante la flauta dejó de sonar. El muchacho despertó y vio la calle del pueblo arrasada.
     ─ ¿Qué ha pasado? ¿Dónde están los demonios?
Amelia le abrazó con ternura.
     ─Vosotros tortolitos, esto aún no ha terminado ─dijo Bo.
Los dos le miraron y él con una de sus patas señaló hacia el Yori.
     ─ ¡Soy libre! ¡Soy libre para destrozar! ¡Para asesinar!
     ─ ¡Rápido muchacho tienes que hacer un sello espiritual con la flauta! ─le gritó alarmado Bo.
     ─ ¡No te dejaré!─y enseñó una boca desdentada y podrida.
Saltó del tejado con una gran agilidad y se dirigió como una bala hacia Jantaro con la única intención de matarlo. Bo intentó apartar de la escena a Amelia, empujándola con la cabeza.
     ─ ¡No Bo! ¡No! ¡Leeessssssss! ─gritó desesperada ella.
Jantaro no era lo bastante rápido. Ya tenía la cuchilla del demonio casi en la garganta cuando de repente el tiempo se ralentizó, haciendo torpes y pesados los movimientos del Yori. Una chica rubia con una capa azul le empujó hacia un lado apartándole de la trayectoria de sus garras.
     ─Vamos corre, ahora sella a ese monstruo.
Jantaro  se concentró, escuchando una música que interpretó haciendo desaparecer al demonio de viento.
Amelia se soltó de Bo que dejó que se fuera y corrió hacia el muchacho dándole un beso en la boca. Después los dos se fundieron en un abrazo y ella llorando le empezó a golpear el pecho.
     ─ ¡Idiota! ¡Idiota!
Gatira miraba feliz a los dos chicos y suspiró con alivió al ver que había llegado a tiempo. Jantaro todavía cogido por Amelia la observó y con una sonrisa le tendió la mano.
     ─Muchas gracias por salvarnos.
Ella se la estrechó.
     ─ ¿Qué hace aquí un lacayo del Señor de Larimar? ─preguntó Bo. Ella miró asombrada al felino y éste le echó una de sus sonrisas.
     ─Da igual, dejemos las presentaciones para luego. Debemos irnos rápido del pueblo ─dijo  mientras cogía el cuerpo de Albert y lo cargaba al hombro.
La gente salía de sus escondites y los miraba asustados.
     ─Ven, síguenos ─dijo Amelia  a Gatira mientras se dirigía corriendo hacía su casa.               
Una sombra observó a los cuatro dirigirse por un camino. Muy inteligente Señor de Larimar, así que Gatira es tu carta. De momento te seguiré el juego tanto a ti como al Señor del Inframundo, pensó Vladimir. Una rama a su espalda sonó y sin darse la vuelta dijo.
     ─No está bien que me sigas, Garot o podría matarte por equivocación.
Un demonio de color negro apareció de detrás de un árbol.
     ─Lo he hecho a propósito para que supieras que estoy aquí. Mi paciencia tiene un límite, espero que realices pronto el  encargo de nuestro señor. Si no tendré que hacerlo yo y después jugaré con tus órganos internos.
Garot desapareció y Vladimir notó una punzada en su corazón.
……………

Jantaro  llegó desfallecido a casa, el peso de su amigo Albert y el de su corazón, le hicieron derrumbarse en el umbral. Dejó el cadáver en la puerta mientras Amelia entraba buscando a su madre.
     ─ ¡Mamá! ¿Dónde estás?
Esther estaba en la cocina y al oír a su hija  gritando salió de ella.
     ─ ¡Qué pasa Amelia!
Ella la agarró de la mano con fuerza.
     ─Corre mamá. Ha pasado algo. Los del pueblo no tardarán en venir.
Esther vio el miedo en su cara y reaccionó al instante. Cuando salieron les estaba esperando también Alasthor y su padre.
     ─Ya me lo ha contado el chico, hablaremos de esto con calma más tarde. Ahora  cogeos de las manos. Ya vienen ─dijo el abuelo.
Por el final del camino se oían las voces de la turba que se acercaba a la casa.
     ─Oye, perdona, yo no tengo manos.
Todos miraron a Bo mientras éste movía las patas delanteras con gracia
     ─Es cierto, Amelia tienes que devolverle a su plano. 
Amelia concentró su Ki y su cuerpo cambió al de un shinigami. Una campana surgió de sus manos y sin mover la muñeca está sonó.
     ─Te veo más tarde niñata ─dijo el gato mientras desaparecía. 
     ─Chico, no podemos llevarnos a ese hombre muerto ─dijo el abuelo.
Jantaro miró el cadáver de  su amigo  y una corriente fría heló su cuerpo. Recordó la sonrisa del chatarrero, su amabilidad con un muchacho que se encontró en el camino,  también a la vieja mula que le estaría esperando y que nunca  volvería  a ver. Albert, aquel hombre que vivía la vida al momento, disfrutando de todo y de todos.
     ─Adiós viejo amigo, espero que nos volvamos a encontrar ─y acercándose a su cuerpo le cerró los ojos. Después, pegó su frente a la suya, demostrándole así su respeto.
     ─Alasthor ayúdame. Vamos a mi casa, exactamente a la fuente del león dorado.
     ─Bien padre. Ahora no os soltéis.
Amelia ya había vuelto a la normalidad y ella y Jantaro entrelazaron sus dedos. Al fondo del camino los aldeanos furiosos ya se divisaban. Iban armados con palos y piedras. Algunos incluso llevaban antorchas. Una energía les envolvió a los seis y los transportó, desapareciendo de la vista de estos.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario