jueves, 7 de marzo de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 8


Capítulo 8 de “Jantaro en el mundo de los Shinigamis”.



TE LLAMAREMOS LESS

Amelia todavía temblaba de horror  recordando a su padre llegar a su casa aquella mañana con un chico cubierto de sangre. Le habilitaron  un cuarto en el ático y su madre estuvo cuidándole. Ella subía de vez en cuando y le observaba durmiendo, mientras, su padre estaba en el jardín pronunciando unas palabras en un idioma que ella no entendía y lanzando unos polvos rojos alrededor de la casa. Al tercer día, Jantaro despertó. Éste abrió los ojos y se dio cuenta que estaba otra vez en una cama que no conocía. Con un gesto de desagrado recordó la batalla con los demonios, aquel extraño dragón y el ser monstruosos que le había clavado un cuchillo. ¿Dónde estoy? ¿Qué habrá sido de aquel ser con grandes alas? Y Albert, ¿estará bien? Se incorporó para ver exactamente como era la habitación, pero cuando se dio la vuelta no pudo contener un alarido.
     ─ ¡Ahhhhhhhhhh...!
 Detrás de él había una especie de caballero con armadura que no parecía tener cuerpo, la luz pasaba a través de él y sus ojos estaban apagados; sin vida. Amelia subió corriendo por la escalera cuando escuchó el grito. Le asombró mucho cuando vio a Jantaro intentando tocar la piel del espectro. Una risa melosa hizo que él se diera la vuelta y se encontró con una chica rubia con una trenza que llevaba un vestido blanco.
     ─Veo que has conocido a Sir Balaban. Pero por mucho que lo intentes no vas a poder tocarle. Es un fantasma.
Primero la miró a ella con curiosidad y después observó al caballero con aprensión.
     ─Estoy muy feliz de que estés bien y además eres la primera persona que puede verlos como yo ─dijo Amelia acercándose a él.
Él estaba desconcertado. Primero porque podía entenderla sin utilizar su Ki, segundo porque era la primera vez que veía un fantasma. Se recompuso un poco y preguntó no sin quitarle ojo a aquel espectro.
     ─ ¿Quién eres y qué hago yo aquí?
Amelia mostró una cara dulce y con voz comprensiva le dijo.
     ─Me llamo Amelia y estás en mi casa. Mi madre ha estado cuidándote y mi padre te trajo hace tres días con el cuerpo cubierto de sangre. Creo que estás aquí para entrenar conmigo
     ─ ¿Para entrenar?
     ─Sí, estás aquí para aprender a manejar tu poder de shinigami.
 Una voz ronca surgió de detrás de Amelia y Paul apareció en la estancia.
Amelia le vio muy cerca de ella. No le había oído subir por la escalera e instintivamente dio unos pasos hacia atrás. Jantaro se dio cuenta de la reacción de ella y tomó nota mental.
     ─ ¿Shinigami? ¿Tú quién eres?
Paul sonrío con malicia tocándose su cabello y echando el cuello hacia atrás.
     ─ ¿Por dónde empiezo? El concepto de shinigami surgió en una región de otra realidad. Sólo somos portadores de almas. Podrías decir que somos los encargados de guiar a los espíritus una vez el cuerpo ha muerto. Ella es mi hija y, los dos vais a ser mis discípulos. Por cierto; mi nombre es Alasthor, debería empezar a temerme.
Jantaro se quedó petrificado cuando el ser humano que le estaba hablando de repente se transformó en un monstruo. Buscó su bastón, pero en la habitación no estaba. Él no se amilanó y se puso en guardia concentrando toda su energía. Instintivamente agarró del brazo a Amelia y la colocó detrás de él esperando un ataque.
Así que la proteges. Explotaremos esa debilidad para motivarte, pensó Alasthor.
     ─Muy bien, veo que no eres un neófito en el manejo del Ki del espíritu, eso correrá a tu favor en el entrenamiento ─y mirando a su hija la señaló con una garra─. Pero tú, Amelia, no le llegas ni a la suela de los zapatos. Por tu bien espero que recortes distancias con él, si no sufrirás las consecuencias.
 El muchacho le miró con odio.
     ─Tú; asqueroso bicho con alas. ¿Quién te ha nombrado nuestro maestro?
Él se rió como si hubiera escuchado un chiste.
     ─Mira chico, el Señor de los Shinigamis me ha elegido y si tú quieres recuperar tu bastón harás lo que yo te diga. De todas formas, si no cooperas  te cortaré la cabeza y beberé tu sangre ─y le enseñó dos filas de dientes, amarillos y afilados como cuchillas.
Jantaro volvió a escuchar una música y su cuerpo se paralizó levantándose en el aire. Cuando agachó el cuello hacia su estómago vio al dragón de su última batalla agarrándole entre sus fauces. Alasthor sujetaba una pequeña caja de música abierta.
     ─Ahora que estás quieto, escúchame. No soy tu enemigo, pero tampoco tu amigo. El bastón lo tiene mi señor y para recuperarlo deberás pasar unas pruebas en su palacio. Sin mi entrenamiento perecerás y mi hija también. Los dos debéis aprender a luchar juntos. No tendré piedad, pues el fracaso no forma parte de mi vocabulario. El primer paso ya lo he dado. El cuchillo que te clavé en el corazón ya te ha producido una herida espiritual.
Alasthor vio como Amelia se tocaba el pecho llorando.
     ─Tranquila;  como llevas mi sangre no te hace falta, por eso espero que estés a la altura de mis expectativas.
 Cerró la caja de música e inmediatamente Jantaro cayó al suelo desde dos metros. El dragón había desaparecido.
    ─Desayunad; os espero en media hora en el jardín de atrás.
Salió del cuarto y los dos muchachos se quedaron solos mirándose el uno al otro. Amelia con los ojos llenos de lágrimas y él tocándose el estómago buscando alguna herida.
Amelia fue la primera en hablar y sacó fuerzas para analizar las palabras de su padre.
     ─Debemos ser fuertes, mi madre también está aquí y no voy a permitir que ese ser la utilice en mi contra. De momento debemos seguirle el juego. Ya llegará la oportunidad de deshacerse de él.
Jantaro pensó en la situación  y vio que no tenía salida si quería recuperar el bastón. Además, ella tenía razón, lo mejor era esperar acontecimientos. Su maestro siempre le decía “la paciencia es el arte de la batalla, el don más preciado. Analiza los defectos del oponente y utilízalo para vencerle.”       
     ─Vamos a comer, estoy muerta de hambre ─ella se secó los ojos y le guió al piso de abajo.
La madre de Amelia estaba preparando una pasta de carne cuando los vio a los dos entrar por la puerta. Corriendo, se acercó y abrazó a su hija.
     ─ ¿Estás bien? ─la preguntó.
     ─Sí, mamá. Éste es.... ─Amelia se quedó pensando─.  ¿No me has dicho tu nombre, verdad?
     ─Me llamo Jantaro. Pero un chatarrero llamado Albert me dio el nombre de Less porque es muy común en estas tierras y el mío sonaba muy raro.
     ─Bien, te llamaremos Less. Yo soy Esther ─y dándole  un abrazo le dijo al oído─. Cuida de mi hija por favor.
Sin darle tiempo a responder le agarró del brazo y lo sentó en la mesa. Amelia les siguió y Esther sirvió dos cuencos de comida.
Cuando Jantaro lo tuvo delante preguntó:
     ─ ¿Es carne?
     ─Sí, respondió la madre confundida.
     ─No puedo comerla. ¿Tiene usted una ensalada?
La madre se dirigió a la alacena y sacó algunos productos de la huerta. A los cinco minutos estaban todos desayunando con ansia pues sabían que Alasthor les esperaba fuera.
Al principio no lo vieron. Siguieron andando hasta que por arte de magia apareció delante de ellos en su forma humana. Los dos se miraron sorprendidos.
     ─Esto que tenemos aquí se llama un campo espiritual, concede la invisibilidad a todo ser que esté dentro de su radio para los que miran desde el exterior del mismo
Amelia observó a su padre sin haber entendido nada y Alasthor se dio cuenta al instante.
     ─Bien Amelia, ¿ves esa roca? ─la chica asintió ─. Bien, dirígete a ella y mira en nuestra dirección. Cuando lo hayas hecho vuelve aquí.
Ella fue hacia donde su padre le mandaba y se dio la vuelta, pero donde antes estaban ya no había nadie. Los llamó sin oír respuesta. Volvió sobre sus pasos y repentinamente sus figuras volvieron a aparecer.
     ─ ¿Lo has entendido?
     ─Sí ─contestó ella.
     ─También te habrás dado cuenta de que no nos oías. Este va a ser nuestro campo de entrenamiento. Sólo en esta realidad por ser la primera en la que mi raza estuvo,  podemos ser vistos por cualquier ser humano. Por eso es necesario que  os entrenéis aquí. No tengo que deciros las consecuencias que tendría para vosotros si alguno de esos campesinos os viera utilizando vuestros poderes. Así que aquí dentro estaremos seguros.
Jantaro y Amelia escuchaban atentos a lo que decía el shinigami.
     ─Debéis concentrar vuestro Ki espiritual  en las palmas de vuestras manos.
Se sentó en el suelo de cuclillas y se concentró. Al instante una energía negra salió de él. ¡Ahora vosotros! ¡Rápido!
Los dos le imitaron. El chico se concentró y  sus manos se iluminaron, pero era una luz del color de la hierba, Alasthor le miró sin darle importancia. Mientras, Amelia era incapaz. Estuvo de cuclillas  más de cuatro horas pero de ella no surgió ninguna luz.
     ─Amelia levántate.
Ella intentó ponerse en pie, tenía las piernas dormidas. Él sujetó su brazo  y la ayudó.
     ─En dos días volveré, si no eres capaz de hacerlo ─se paró y señaló a un tronco de árbol y sacando de su traje un látigo dijo─. Serán diez latigazos, luego te daré otro día más y si tampoco lo consigues serán veinte, así progresivamente hasta que lo hagas o mueras. Jantaro se hinchó como un pez globo por la rabia y el odio que reprimía en su interior. Concentrado, repetía mentalmente para sí mismo una y otra vez las palabras de su maestro para tranquilizar su alma. “El alma se apacigua con la mente. No hay amor sin odio. Yo controló mi mente”. Amelia desconsolada, agarraba al muchacho como si de ello dependiera su vida. Alasthor, con un gesto se despidió, recordándoles que a Amelia sólo le  quedaban dos días.
Cuando Esther vio la cara de los dos jóvenes se preocupó. No hablaron durante la cena y los ojos de Amelia expresaban una mezcla de terror y cobardía. Jantaro miró con ternura y preocupado le pidió permiso a su madre para dar con ella un paseo.
     ─Amelia, escúchame. Debes ser fuerte, no hay necesidad de que te preocupes. Mi maestro me enseñó diferentes técnicas utilizando el Ki del alma. Yo noto esa energía en tu interior. Lo único que tienes que conseguir es liberarla. Mañana temprano los dos juntos lo conseguiremos ─dijo mientras ambos caminaban.
Amelia no deseaba seguir, un miedo irracional se había apoderado de ella. Su cuerpo temblaba e intentó que él no se diera cuenta. Que amable y sincero es conmigo, pensó. Sintió que una calidez embargaba su cuerpo. Recordó como él se había interpuesto entre ella y su padre en el ático, y como le había cogido instintivamente su brazo cuando se imaginaba desnuda gritando de dolor por los latigazos. Se consoló a sí misma pensando en su madre, por ella debía ser fuerte. Miró a su nuevo amigo a los ojos:
     ─Mañana será un día duro, no dejaré que mis miedos me consuman.
Él se sintió orgulloso de aquella chica, era mucho más valiente de lo que ella creía.
Al día siguiente, temprano, los dos estaban sentados enfrente el uno del otro en el campo de entrenamiento.
     ─Bien, como ya te he dicho antes, lo de estar en cuclillas es una estupidez. Debes de adquirir una postura que sea cómoda para canalizar la energía. Yo utilizó la flor de loto. Tú busca la más cómoda para ti.
Amelia puso una pierna encima de un muslo y la otra pierna de la misma manera con la espalda recta.
     ─Sí, me parece que así es perfecta.
Jantaro sonrió al verla y continuó con su lección.
     ─Ahora debes vaciar tu mente de pensamientos
Amelia le interrumpió.
     ─ Pero ¿si pienso en no pensar, no estoy pensando? 
     ─La manipulación de tu alma interior es en sí mismo un pensamiento. Debes darte cuenta de que todo en la naturaleza está basado en un espíritu. Intenta dejar atrás las ideas innecesarias y percibe tu propia alma. Ahora cierra los ojos y respira ─ella le obedeció─. Ahora siente el fluir de tu cuerpo, acostúmbrate a su ritmo ─Amelia notó los latidos de su corazón, moviéndose con la perfección de un diapasón─. Aísla tu mente de cualquier distracción. Desde ahora estás en un mundo sin límites. Debes de percibir una energía, un color o un destello.
Se desinhibió del todo. Viajaba por un vacío, cuando de repente, un resplandor rojo la cegó devolviéndola al jardín.
     ─Lo he visto Less, he visto una luz roja intensa. Me ha deslumbrado aunque no la viera con los ojos. Ha sido maravilloso, era preciosa y cálida.
Él se sintió esperanzado.
     ─Este es el primer paso. Ese es tu Ki, ahora tienes que aprender a controlarlo. Intenta volver a verlo, pero esta voz no huyas. Encuentra  una forma en el espacio donde puedas encerrarlo.
Amelia confundida le dijo.
     ─ No lo entiendo
     ─Es muy fácil, crea con tu propia mente una figura geométrica que delimite en su interior esa luz.
Amelia asintió contenta y repitió todos los pasos anteriores, pero la luz roja no se dejaba moldear. Intentó un triángulo, un cuadrado, un círculo, aunque ésta siempre se desbordaba.
     ─No te preocupes, eso significa que tienes una gran cantidad de ella y que por lo tanto no es fácil de manejar. Descansemos una hora y comamos, tú madre lleva media hora llamándonos.
     ─Yo no he oído nada.
     ─Eso es bueno, significa que has conseguido aislar tu mente ─dijo  contento.
Mientras comían, su madre notó un cambio radical con respecto a la noche anterior. Miró al muchacho y supo sin duda que la causa era él.
Los dos volvieron al entrenamiento. Amelia, después de cuatro horas estaba exhausta  pero todavía no podía encerrarlo.
     ─Estás muy cansada, no debemos forzar; mañana seguiremos ─dijo.
Amelia se quedó unos segundos analizando, intentando desentrañar el problema. Entonces súbitamente dijo.
     ─Creo que sé cuál es la solución, déjame intentarlo una vez más.
Jantaro no entendió nada, pero asintió dándola una oportunidad. 
Amelia se concentró rápidamente y vio su Ki. Creó un círculo alrededor de él, pero esta vez no se concentró en la luz sino que ensanchó la forma geométrica a su conveniencia hasta que ésta paró de expandirse y así pudo retenerla dentro. Luego la comprimió hasta que no pudo más.
     ─ ¡Viva! ¡Ya está! ─gritó saltando por el jardín.
 No salía de su asombro y cuando vio que ella paró y le miró riéndose, la preguntó:
     ─ Qué, ¿me lo vas a explicar o vas a seguir saltando por la hierba?
Ella no cabía en sí de gozo, así que ignorándole, se abalanzó sobre él y le dio un abrazo.
     ─Muchas gracias, pero no seas tan impaciente ─y le besó en la mejilla.
La cara de Jantaro era un poema, sus emociones se dispararon en todas direcciones. Se relajó y agarró con sus brazos la espalda de ella apretándola hacía él. Así estuvieron unos minutos hasta que Amelia se distanció unos metros y empezó a darle una explicación.
     ─Mi error era pensar que debía controlar la luz reteniéndola dentro de mi figura. Entonces pensé en dejar que la energía llegará a su máxima extensión rodeándola con mi círculo. Cuando ésta se paró la forcé para volver a su estado del principio.     
A él nunca se le hubiera ocurrido una cosa así, su energía era muy diferente a la suya. Se sentía orgulloso de ella.
     ─Amelia, no te confíes, ahora debes trasmitir esa energía alrededor de tu cuerpo, concretamente hacia las manos. ¿Quieres seguir?
     ─Sí, antes de que se me olvide como lo he hecho.
 Casualmente esta parte fue la más fácil. Cuando tuvo la energía retenida, sólo tuvo que visualizar unos conductos donde transportarla y sus manos se iluminaron con una luz roja.      
La cena transcurrió entre bromas y risas. Los dos notaban que un vínculo les estaba uniendo.
Al día siguiente Jantaro retomó las lecciones.
     ─Amelia, ya has conseguido lo más difícil. Ahora te enseñaré nuevas técnicas. Cuando yo te diga, intenta golpearme en una parte de mi cuerpo. Él se concentró y mandó su Ki hacia los ojos. Al momento vislumbró el futuro en unos instantes. Cerró los ojos y la ordenó que le golpease. Ella fue a darle una patada en la pierna cuando él, con tranquilidad, la bloqueó con el brazo.
     ─Verás, al concentrar mi Ki en los ojos, pude ver tu movimiento y por lo tanto pararlo.
     ─Puedes ver el futuro, cada día me sorprendes más. Bien, lo voy a intentar.
Amelia siguió los  mismos pasos que él, pero de repente el color de su iris se volvió rojo y su visión se tornó del mismo tono. Cerró los ojos y cayó en el suelo desmayada.
     ─ ¿Amelia, estás bien cariño?
Su madre estaba sentada al lado de su cama. Ella estaba tumbada, la cabeza le daba vueltas.
     ─Mamá; ¿qué ha pasado? ¿Qué hago aquí?
     ─No lo sé hija, Less te trajo en brazos, estabas inconsciente. Sólo me dijo que habías caído exhausta por el esfuerzo. Está afuera esperando. ¿Quieres que le llame?   
     ─Sí mamá. Por favor.
     ─Bien, pero no estéis mucho tiempo hablando necesitas descansar.
A los pocos segundos Jantaro entró con el rostro teñido de preocupación. Ella notó algo extraño en su rostro, como un velo que entristecía la estancia.
     ─ ¿Qué pasa?
     ─Amelia, nunca había visto una cosa igual. Tus ojos echaban llamas y cuando los cerraste, el seto que tenías enfrente  se incendió. Está claro que la naturaleza de tu alma es el fuego. Es un arma terrible, pero lo he estado pensado. No se la enseñes a Alasthor. ¿De acuerdo? 
Ella intentaba digerir lo que estaba oyendo.
     ─Sí. Me parece bien.
 Cogió su mano, la acarició y mirándola tiernamente  la beso en la frente.
     ─Ahora me voy. Quiero que duermas.
Ella cerró los ojos cuando salió de la habitación y pensó, que si él estaba allí, nada debía de temer. Ni a su poder, ni a su padre, ni a nadie.
Alasthor llegó sobre las nueve de la mañana. Los dos jóvenes estaban esperándole al lado de la casa. Él ni siquiera los miró y se dirigió directamente a la zona de entrenamiento. Le siguieron hasta el centro del jardín donde él esperaba.
     ─ Espero Amelia, que hayas sido capaz de conseguirlo, si no esta noche no podrás dormir boca arriba ─dijo con una sonrisa en los labios.
     ─Amelia, por favor, muéstraselo ─dijo Jantaro con convicción.             
Ella enseñó las  palmas de sus manos, se concentró y una luz roja las envolvió. Alasthor, sin mostrar ningún tipo de emoción, empezó la lección como si nada.
     ─Ya que podemos manejar el flujo espiritual de nuestro Ki, ahora debemos dominar  el poder de transformación.
 Furioso le respondió:
     ─No pienso convertirme en algo como usted. ¡Por nada del mundo! Aquí finaliza esta pantomima.
Su cara reflejaba  resolución, su voz firmeza. Alasthor ni se inmutó, y con una paciencia y un tono conciliador que nunca habían visto en él, les explicó :
     ─Para utilizar el poder de uno de mi raza debéis de transformaros en uno. Vuestro caso es especial. Tú, chico, en teoría no deberías poder, pero al ser marcado con el cuchillo de mi señor éste te ha traspasado algunos poderes y tu Amelia… eres mitad humana, mitad shinigami por lo que no sé si llegaras a conseguirlo. Lo único que os puedo asegurar es que vuestra transformación no será perfecta. Es el único camino que hay.  Si vosotros dos no lo conseguís cuando estéis en  palacio, vuestra agonía no tendrá final. Si no piensas en ti, hazlo por lo menos en mi hija.
El silencio se adueñó de la escena hasta que Jantaro se adelantó:
     ─Está bien. ¿Cuál es el primer paso?
Amelia le miró a los ojos sabiendo que le infundirían valor y también dio un paso hacia delante.
     ─Estoy dispuesta.
Alasthor se convirtió al instante.
     ─Normalmente un shinigami debe reunir su energía y llamar a su propia naturaleza. Vosotros debéis reunir vuestra energía entorno vuestro e imaginaros mi forma. Amelia, tú primero.
Ella se concentró y se rodeó de llamas rojas que desprendían un gran calor, tanto que Jantaro y Alasthor tuvieron que apartarse.
Ella redirigió parte de su Ki hacia la imagen de su padre, poco a poco empezó a cambiar de tamaño: le crecieron unas alas rojas, su boca se ensanchó deformándose,  dos filas de dientes llenas de colmillos crecieron donde antes tenía los suyos. Su pelo rubio, sus manos y sus pies eran lo único que recordaba a como era hacía unos minutos. Se tocó el cuerpo ahora rojo, tan extraño para ella. Al instante volvió a su forma original. Estaba de rodillas, jadeando y con la ropa hecha jirones. Jantaro corrió hacia ella, la sujeto en el suelo y le puso su chaqueta negra.
     ─Al principio cuesta mantener la transformación. Ahora es tu turno chico.
Él no se quería mover de su lado.
     ─Estoy bien Less.  Adelante y recuerda, envía tu energía a la imagen que hayas proyectado en tu mente.
Jantaro afirmó con la cabeza y se separó de Amelia. Convocó a su Ki y una nube verde le rodeó. Su transformación fue muy parcial. Pues sólo unas alas se formaron de color verdoso. Unos segundos después estas desaparecieron dejándole dos aberturas en su camisa.
     ─Debéis entrenar los dos. Regresaré en dos días. Creo que no es necesario que os amenace con el látigo. Sólo la idea de las tremendas torturas que os impondrá el Señor de los Shinigamis  sino pasáis su prueba; será bastante motivación.
Alasthor volvió a su forma humana, salió del jardín y se dirigió hacia el bosque. Los dos muchachos se tumbaron en el suelo a descansar.
     ─Has estado genial Amelia ─dijo Jantaro
     ─Tú tampoco has estado mal, pero  como me vean con esta pinta nadie va a querer ser mi novio.
Él sonrío y la dijo.
     ─Pues a mí me parece que las alas rojas no te quedan mal.
Los dos soltaron una carcajada.
     ─Oye Less. ¿Te has dado cuenta de que las ropas de mi padre nunca se rompen? ─preguntó Amelia  
     ─Si te digo la verdad, yo también lo había pensado, además cuando cambia de forma, éstas se esfuman.

……………

Cuando Alasthor  estuvo lejos de la casa desapareció. Al instante surgió en un prado. Al final de éste se podía ver una mansión rodeada de grandes extensiones de terreno. Un paisaje de jardines en flor, fuentes y estatuas de piedra era cuidado con esmero por algunas personas que no se extrañaron de su presencia. Llegó a una puerta grande de hierro con una aldaba en forma de shinigami y con fuerza la usó para llamar a los criados. Un viejo encorvado le abrió.
     ─Es usted, el amo le espera.
Alasthor no se molestó en responderle y siguió al anciano mayordomo a una sala gigantesca decorada con pinturas en las paredes, muebles de madera y dos arañas de cristal en el techo. Al final de la estancia había una escalera de caracol que subía al piso superior.
     ─Está en su despacho señor ─dijo el criado saliendo por una puerta exterior. Alasthor subió al segundo piso y recorrió cuatro salas, cada una decorada con extremo lujo, hasta que llamó a una puerta.
     ─Pasa.
Oyó una voz al otro lado. Éste entró en un despacho repleto de cuadros, con una mesa de madera  al fondo donde un hombre anciano vestido con un traje negro y larga melena blanca  le miraba sentado en una silla.
     ─ ¿Qué te preocupa? ¿Mi nieta está bien?  
     ─Sí padre, ella ha conseguido dominar el flujo de su Ki en sólo dos días. El muchacho como tú predijiste la ayudó, y no sólo eso, ya ha podido transformarse, pero su energía es diferente. ─dijo acariciándose el pelo con la mano. 
     ─ ¿A qué te refieres con diferente?
     ─Pues es de color rojo y desprende calor. También pienso que puede producir fuego ya que en el jardín había unos matorrales quemados está mañana.
El anciano se reclinó en su silla y estuvo unos segundos reflexionando, al final empezó a hablar.
     ─Esperaba con ansia este momento.
     ─Entonces. ¿Sabes de lo que te hablo? ─preguntó Alasthor.
     ─Sí, puede que ella haya heredado el gran poder del primer shinigami, nuestro descendiente. Su gran fuerza residía en que podía convocar y materializar a uno de los espíritus más poderosos; el Haborym. Un ser con tres cabezas. Una de hombre, otra de serpiente y otra de gato. Alasthor observó la habitación reflexionando. La recordaba igual que cuando era niño. Su familia era de un linaje muy antiguo, repleta de los guerreros más poderosos. Ellos fueron excluidos cuando él se unió con una humana. El Señor de los Shinigamis estaba esperando una oportunidad para destruirlos y él, tontamente, se la dejó en bandeja. Ahora su pequeña era la clave.
     ─Padre, aparte de Amelia. No sé a qué está jugando nuestro señor.
     ─Sí, yo también creó que esto es muy extraño. Primero no nos deja que tengamos contacto con ella y por lo tanto no desarrolla sus poderes, lo que sería el fin de nuestro linaje.  De repente cambia de opinión, surge un muchacho de otra dimensión y quiere que les entrenes juntos. No sé qué trama. Además, el muy bastardo es inmortal.
     ─Yo tampoco sé que pensar, pero ahora surge el problema de la invocación de sus espíritus de lucha. Normalmente no habría problema, aunque no sé cómo lo van a hacer estos muchachos.
Alasthor se movía nervioso por la sala.
El anciano se levantó y se dirigió a uno de los cuadros. Era una pintura de dos shinigamis arrodillados ante una copa de oro.
Pronunció unas palabras, desaparecieron  las figuras y de la tela surgió la copa. De su chaqueta sacó un bote pequeño de cristal y lo rellenó con algunas gotas blancas.
      ─Son las lágrimas de un Basajaun o señor del Bosque. Un ser de dos metros de altura con un solo ojo en la frente. Deberán beberla, entrarán en un trance que les conducirá hasta su espíritu. En el caso de que no lo consigan, a Amelia la matará, el otro vivirá sumergido en  una ilusión para siempre. Tomó el tarro de las manos de su padre y asustado preguntó.
     ─ ¿No hay otra forma?
     ─Que yo sepa, no.
Alasthor salió de la habitación cabizbajo, preocupado por el destino incierto de su hija.

……………

Amelia y Jantaro ya eran capaces de estar largo tiempo transformados. A él sólo le cambiaban las alas y las manos mientras que a ella  lo único que recordaba  su humanidad era su mata de pelo rubio. Amelia se quejaba de que su madre la iba a matar con tanto vestido rasgado.
El segundo día llegó, y Alasthor vio sus progresos.
     ─Creo que valdrá ─dijo tocándose la cara.
Los dos muchachos le miraban mientras se cambiaban de ropa.
     ─Papá, ¿cómo  haces  para preservar tu traje cuando cambias? ─preguntó ella.
     ─Si conseguís sobrevivir al siguiente entrenamiento os lo diré ─hizo una pausa y continuó─. Ahora vais a aprender a llamar a vuestro espíritu de lucha. Todo shinigami es capaz de convocar a uno y se utilizan para las batallas; ya sea contra un igual, un fantasma, un demonio o un ser humano. Como ya sabéis, vuestro caso es diferente al resto, por lo que vuestro entrenamiento no está siendo normal.
En ese instante sacó la botella de cristal de su chaqueta y se la enseñó.
     ─ ¿Qué es eso? ─preguntó intranquilo Jantaro
Alasthor dudó por unos instantes, pero sabía que era la única salida para que su hija no muriera.
     ─Estas son las lágrimas de un Basajaun.
Las facciones de los dos reflejaban una total ignorancia.
Un Basajaun, es un señor del bosque. Sus poderes de clarividencia os harán entrar en un sueño donde deberéis buscar la forma de llamar a vuestro espíritu de lucha. Aunque debo advertiros que si no lo conseguís las consecuencias serían la muerte para Amelia y en tu caso muchacho, la
perdida de tu alma. Pensadlo bien, no habrá una segunda oportunidad. No creáis ni por un momento que tenéis alguna posibilidad de vivir sino sois capaces de luchar como un shinigami.
Él la cogió de la mano y la miró, ella a su vez le confirmó su determinación con la cabeza.
     ─Hemos estado hablando, sabíamos que las cosas se iban a poner cada vez peor. No tenemos miedo, pero ese Señor de los Shinigamis tarde o temprano tendrá que explicarnos muchas cosas. Así que adelante.
     ─Tumbaros los dos ─ordenó Alasthor.
Estos obedecieron.
     ─Jantaro. Vuelve por favor ─le dijo Amelia.   
Él la sonrío, se levantó un instante y le acarició su pelo. El tacto que produjo en su mano le provocó un escalofrío en todo su cuerpo.
     ─No te voy a perder, te quiero.
 El chico juntó sus labios con los suyos y la dio un apasionado beso. Ella le miró y cerró sus ojos. Alasthor se acercó a ellos dos.
     ─Abrid la boca, os voy a dar una gota a cada uno.
Primero se la vertió al muchacho y cuando se acercó a Amelia, ésta le dijo.
     ─Espera papá. Less…  te quiero. Ahora dámela.
Alasthor se la suministró, aunque Jantaro no pudo oír las últimas palabras que ella pronunció porque ya había caído en  trance.   


Jantaro se encontraba en un bosque repleto de árboles. La atmósfera estaba tan cargada que no se podía casi respirar. Con las manos empezó a tocar las plantas y el suelo que había cerca de él. Es curioso que yo físicamente no esté aquí, pero pueda sentir todo a mi alrededor, pensó. De repente una voz femenina surgió de la nada rompiendo sus pensamientos.  Parecía la voz de una niña. Susurraba unas palabras que eran repetidas como un eco entre los árboles. No era un cántico, pero un halo de armonía las envolvía. “Ricos y pobres por igual de mí han disfrutado, imágenes de mil historias yo les he contado. A mi padre no le puedes alcanzar y para que yo tenga vida, no te emociones, mis orificios debes violar”. El poema se repetía una y otra vez. Esto es una clave para descubrir a mi espíritu de lucha. Es una adivinanza que debo resolver, pero no tiene sentido. Su cabeza daba vueltas al acertijo sin hallar ningún patrón.
En ese instante vio una figura plantada cerca de lo que parecía un claro en el bosque. Se fijó bien y mientras se acercaba pudo reconocer la figura de su maestro.
     ─ ¡Maestro, maestro estás vivo!­
Corriendo se acercó a él, pero cuando estuvo sólo a unos metros éste le dio con el bastón en la cabeza. Jantaro cayó al suelo con la frente sangrando.
     ─ ¿Es que yo no te he enseñado nada? ¿Eres idiota? ─dijo el anciano con cara de enfado.
Éste, sentado en el suelo, le miraba asombrado sin entender absolutamente nada.
     ─Yo no soy tu maestro.
     ─ ¿Cómo? ─preguntó.
     ─Yo soy la personificación que ha hecho tu mente de tu mentor. Simplemente soy una proyección de la persona en que más confías. Por lo que tú inconscientemente me has creado para ser tu guía en este viaje.
En ese momento, se pasó la mano por la frente y al mirarse ésta vio que tenía sangre.
     ─Sí, es lo que estás pensando. Si puedes sangrar, puedes morir. Lo he hecho a propósito para que te dieras cuenta de tu situación. Y ahora levántate y escucha.
Él obedeció sin rechistar y la misma voz de antes se repitió “Ricos y pobres por igual de mí han disfrutado, imágenes de mil historias yo les he contado. A mi padre no le puedes alcanzar y para que yo tenga vida, no te emociones, mis orificios debes violar.
     ─ ¿Qué quiere decir Maestro?
     ─Como has podido deducir tú mismo, es un acertijo. Deberás resolverlo si quieres salir de aquí. Para hallar la respuesta pasaras por diferentes situaciones que te ayudaran en tu camino.
En un instante la oscuridad inundo el lugar lo que le impidió despedirse de su maestro.
     ─ ¡Maestro! ¡Maestro! ¿Dónde estás? ─Gritó desesperado.
Pero allí ya no había nadie. Era como si la noche hubiera surgido de la nada. No podía ver más allá de sus narices. Si Amelia estuviera aquí incendiaría todo a su alrededor y por lo menos podría ver, sonrió con añoranza.  Entonces recordó su despedida de ella y un escalofrío le recorrió la espalda al pensar que estaba en su misma situación. Intentó serenarse y actuar con aplomo. Lo primero es ver donde estoy, se dijo a sí mismo. Se agachó  y empezó a buscar hojas secas, hojas que rompía poniéndolas todas en un mismo montón. Luego cogió dos palos e hizo fricción,  frotándolos uno contra otro calentando la madera. 
A los diez minutos consiguió hacer fuego. Seguía en el mismo sitio del principio. Se sentó cerca de la llama un poco desanimado por su situación. Había memorizado la adivinanza y no hallaba en ella ningún patrón. En ese instante oyó algo que se acercaba, era como un aleteó que se volvía cada vez más fuerte. Se levantó y se puso en guardia. Un murciélago surgió y  le atacó de frente, él le dio un golpe con su brazo y se lo quitó de encima. Al instante tres más le rodeaban.  Se agachó y cogiendo un palo que había en el suelo empezó a golpearlos. Estos no retrocedieron, al contrarió, empezaron a atacar con más fiereza. Cada vez había más, le mordían los brazos, estaba casi cubierto de ellos. Jantaro cayó al suelo. En la caída su mano golpeó contra una piedra, la cogió con rabia, concentró su energía y la tiro a ciegas. Ésta dio en un árbol resonando en todo el bosque. En ese momento los murciélagos pararon su ataque durante unos segundos. ¡Claro!, qué razón llevaba el maestro cuando me llamó idiota. Estos bichos son casi ciegos se guían por el sonido y por su sonar. Pueden escuchar incluso las pisadas de un insecto. Al instante cogió otra piedra y buscó con la mirada. Ahí está. Y con toda su energía chocó una y otra vez ésta, en otra mucho más grande que estaba anclada al suelo. El sonido producido fue ensordecedor. Los murciélagos se pararon en el aire y se alejaron todos volando. Jantaro con el cuerpo lleno de sangre por las mordeduras se tumbó sin aliento. Cerró los ojos y se concentró, pensó en su maestro y lo que le había dicho sobre las diferentes situaciones que le ayudarían a  resolver el acertijo. Analizó el ataque y en ese momento se dio cuenta. El sonido es lo que les ahuyentó. La clave está ahí. ¿Cómo era?: “Ricos y pobres por igual de mi han disfrutado, imágenes de mil historias yo les he contado”. ¿Con el sonido se pueden hacer imágenes? No, con el sonido no. Pero con la música  sí; es la música. Abrió los ojos, estaba cerca de un arroyo. Desorientado vio que sus heridas ya no estaban. Tenía sed, así que se acercó al agua y bebió de ella, de pronto observó algo que se estaba formando, una imagen de dos personas. Una era la de un hombre alto, moreno, con una capa verde con ribetes de oro y la otra era una mujer, rubia, muy guapa, que vestía un traje verde y una capa azul. Un alarido ensordecedor le hizo darse la vuelta y cuando volvió a mirar, la imagen había desaparecido. Otro grito surgió entre la maleza, acercándose. ¿Qué animal será esta vez? Pero se equivocaba. Una mujer vestida de gris con largos cabellos blancos apareció ante él.
Jantaro se relajó cuando la vio, pero se tuvo que tapar los oídos asustado, cuando ella abrió la boca y un sonido agudo le perforó los tímpanos. Muerto de miedo y encorvado, intentó huir corriendo, pero ella le empezó a perseguirlo sin que sus pies descalzos tocaran el suelo. Aquel grito le hizo perder casi el sentido, estaba mareado y sus rodillas se arrastraban  por el suelo. Ella ya le había alcanzado, le miró con sus ojos inyectados en sangre. Sacó fuerzas, más por el miedo que por el valor y consiguió huir corriendo. Cuanto más se alejaba menos le influía. Subió una pequeña colina, miró hacia atrás y ella, de repente, ya no estaba. A lo lejos vio una pequeña catarata y a su lado una cueva. Entró en ella y se sentó en la fría piedra para descansar.  ¿Qué es esa cosa? Nunca había sentido un dolor igual en la cabeza, se dijo mientras intentaba vomitar. ¿Cómo  voy a deshacerme de ese ser?
     ─Deberás relajarte y concentrar tu mente.
A su lado estaba su maestro. Jantaro se sobresaltó al verle.
     ─Por dios, creía que era esa mujer otra vez ─suspiró aliviado.
     ─Esa es una Banshee. .
     ─ Sería encantadora si tuviera la boca cerrada ─dijo mirándole con recelo.
     ─Debes recordar, mi impaciente aprendiz que analizar a tus enemigos es el principio para poder vencerlos. ¿Ya sabes cuál es su arma?
     ─La voz
    ─Muy bien, ahora solo tienes que pensar una forma de neutralizarla.
El maestro le volvió la espalda y antes de salir de la cueva volvió a desaparecer.
Estoy cansado de este sueño. Debo relajarme. Si no esa mujer va a acabar conmigo. La voz es su arma. La voz ¿Cómo puedes hacer que se calle?
Esto tiene que ver con el acertijo. Antes vencí con el sonido. Claro, ¡el sonido se transmite por el aire!, si consigo crear el suficiente aire con mi Ki, su voz no llegará a mí.
Se colocó en la posición de loto y concentró su energía visualizando un torbellino. Al instante una brisa empezó a correr alrededor de él. Bien, necesito más fuerza. Se infundió ánimos. El viento cobró rapidez  levantando algunas ramas. Respiró y se decidió a enfrentarse a ella. Salió de la cueva. Como si estuviera esperándole le sonrió desde la catarata. Cogió aire y atacó con toda su furia. Él a su vez descargó toda su energía formando un viento que chocó con su voz, haciéndola retroceder.
Se observaron frente a frente y ella saludándole con la cabeza desapareció. Jantaro se cayó redondo en el suelo. “A mi padre no le puedes alcanzar”. Está claro. El viento. Así que es un instrumento musical que  es de viento. Como seguía. “Para que yo tenga vida, no te emociones, mis orificios debes violar”. Orificios son agujeros. Una flauta o algo parecido. Al momento de pensarlo se encontró en una sala cerrada, echa de piedra que tenía un altar en el centro. Su maestro estaba sujetando una pequeña flauta con las manos.
     ─Excelente; esta es tu recompensa, con ella podrás invocar a  los espíritus del aire.
Él no la cogió sino que abrazó al anciano con cariño.
     ─Jantaro, la muerte no es el final es el principio de otra vida. Cuídate y toma, te las has ganado.
Él la cogió y despertó en el jardín.  

……………

Amelia  apareció en una llanura árida con grandes grietas que cortaban en dos la tierra. El calor era insoportable y unas nubes negras que no descargaban lluvia cubrían el cielo. Ella, asustada, miraba a un lado y a otro nerviosa. Se acercó temblando a una de las hendiduras del terreno y vio un camino de lava que la recorría. Se puso de rodillas y comenzó a llorar. Pensó en Jantaro, lo que él haría en su situación, y se tranquilizó un poco infundiéndose ánimos. Se levantó enérgica y a su lado vio un gato gris que la miraba con curiosidad. Ella se extrañó al principio al encontrarlo en aquel paisaje desolado, pero siempre le habían gustado. Puso cara embobada mientras acercaba su mano a el.
     ─ ¿Qué haces, idiota? ─dijo el gato.
Ella pegó un salto  sorprendida.
     ─ ¿Acaso he intentado yo  meterte mano?  
     ─No seas grosero Bo. La chica sólo intentaba ser amable contigo ─dijo un niño desnudo que surgió a sus espaldas.
     ─El gato habla ─se extrañó Amelia.
     ─Sí. Es bastante maleducado.
Amelia pensaba que estaba perdiendo la razón.
     ─ ¿Qué sois vosotros? ¿Dónde estoy? ¿He perdido el juicio?
     ─Anda que no hace preguntas. ¿Ésta es la que nos va a sacar de aquí? ¡Si es una cría llorona!─dijo Bo mientras se lamía una pata.
     ─Pues a mí me gusta ─dijo  una voz débil cerca de la pierna de Amelia. Cuando miró, vio una serpiente marrón y blanca que se subía por su pie. Ella relajó los músculos. Su madre le había dicho que si alguna vez se le acercaba una, nunca debía moverse bruscamente. Ésta escaló con rapidez por su cuerpo hasta que se puso a la altura de sus ojos y le sacó su lengua viperina.
     ─Tienes un aroma muy apetecible. Me presentaré. Yo soy Ha, el desagradable es Bo y el chico de tu espalda es Rym. Estás en la tierra de los condenados. Un lugar místico y tenebroso donde se castiga y apresa  a lo seres que se rebelan contra los dioses. Amelia escuchaba atentamente  aunque no quitaba ojo a Ha, que estaba muy cerca de su cuello.
     ─Teóricamente al tomar las lágrimas de un  Basajaun entras en un sueño místico. Donde incluso puedes ver el futuro. Tú, muchacha, has viajado espiritualmente a este mundo porque nosotros tres te hemos convocado.
     ─ ¿Me habéis convocado? ¿Por qué? ─preguntó ella.
El niño se acercó, ladeo la cabeza a un lado a otro y dijo.
     ─Puede que sirva. Escucha; nosotros sólo podemos ser invocados por un shinigami que tenga el poder del fuego. Después de estar sirviendo al último que murió asesinado intentamos vengarle. Entonces se nos confinó en esta prisión. Sentimos tu energía hace unos días y por eso estás aquí.
Amelia no salía de su asombro, todo aquello le parecía irreal.
¿Estos son mis espíritus de lucha? ¿Un gato, un niño y una serpiente?
     ─No nos subestimes, enana ─dijo el gato.
Sus ojos se agrandaron ante la sorpresa.
Rym se alejó un poco y dándola la espalda la dijo
     ─Sí. Podemos oír lo que piensas los seres que nos rodean.
Amelia se acercó a él y cuando volvió su cara  vio que era un chico muy guapo de pelo moreno. Se sintió arrepentida de sus pensamientos y pidió disculpas.
     ─Lo siento, esto es muy raro para mí, y decidme, para que salgamos de aquí; ¿qué tengo que hacer?
La serpiente abandonó su cuello y reptó hasta el hombro del chico, poniéndose rígida como un palo señaló hacia una de las grietas, diciéndola:
     ─Debes  bajar hasta el flujo de lava y coger el instrumento que nos invoca.
Ella se acercó a donde la serpiente le decía y miró. Una llama de fuego la echó para atrás tirándola al suelo.
     ─Eso es imposible, no hay nadie que pueda bajar ─dijo alarmada.
     ─Si no lo haces ninguno nos podremos ir. No te podemos ayudar, sólo te digo una cosa, confía en tus poderes ─la animó Rym.
Amelia los observó uno a uno y su corazón se infló de valor. Empezó a descender por la roca. Su cuerpo sudaba por todos sus poros.
No lo voy a conseguir. Me voy a derretir. No. Debo lograrlo. Debo confiar en mis poderes. Entonces se concentró y se transformó en un shinigami. Alzó sus alas y planeó posándose cerca del magma. El calor no era tan agobiante como antes. Su nuevo cuerpo la protegía. Sumergida, vio una pequeña campana de metal.
Tengo que cogerla,  pero si introduzco la mano me quedaré sin ella.
De repente escuchó en su mente unas palabras “El fuego se combate con el fuego”. Sabiendo lo que tenía que hacer, concentró su Ki en sus ojos, tornándose estos de un color rojizo. Acercó su mano y hundiéndola en  las entrañas de la tierra fundida alcanzó  la campana.
     ─Amelia… ¡has vuelto! Gracias a los dioses.
Jantaro estaba a su lado abrazándola.    

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