Capítulo 8 de “Jantaro en el mundo de los Shinigamis”.
Amelia todavía
temblaba de horror recordando a su padre
llegar a su casa aquella mañana con un chico cubierto de sangre. Le
habilitaron un cuarto en el ático y su
madre estuvo cuidándole. Ella subía de vez en cuando y le observaba durmiendo,
mientras, su padre estaba en el jardín pronunciando unas palabras en un idioma
que ella no entendía y lanzando unos polvos rojos alrededor de la casa. Al
tercer día, Jantaro despertó. Éste abrió los ojos y se dio cuenta que estaba
otra vez en una cama que no conocía. Con un gesto de desagrado recordó la
batalla con los demonios, aquel extraño dragón y el ser monstruosos que le
había clavado un cuchillo. ¿Dónde estoy? ¿Qué habrá sido de aquel ser con
grandes alas? Y Albert, ¿estará bien? Se incorporó para ver exactamente
como era la habitación, pero cuando se dio la vuelta no pudo contener un
alarido.
─ ¡Ahhhhhhhhhh...!
Detrás de él había una especie de caballero
con armadura que no parecía tener cuerpo, la luz pasaba a través de él y sus
ojos estaban apagados; sin vida. Amelia subió corriendo por la escalera cuando
escuchó el grito. Le asombró mucho cuando vio a Jantaro intentando tocar la
piel del espectro. Una risa melosa hizo que él se diera la vuelta y se encontró
con una chica rubia con una trenza que llevaba un vestido blanco.
─Veo que has conocido a Sir Balaban. Pero por mucho que lo intentes no
vas a poder tocarle. Es un fantasma.
Primero la miró
a ella con curiosidad y después observó al caballero con aprensión.
─Estoy muy feliz de que estés bien y además eres la primera persona que
puede verlos como yo ─dijo Amelia acercándose a él.
Él estaba
desconcertado. Primero porque podía entenderla sin utilizar su Ki, segundo
porque era la primera vez que veía un fantasma. Se recompuso un poco y preguntó
no sin quitarle ojo a aquel espectro.
─ ¿Quién eres y qué hago yo aquí?
Amelia mostró
una cara dulce y con voz comprensiva le dijo.
─Me llamo Amelia y estás en mi casa. Mi madre ha estado cuidándote y mi
padre te trajo hace tres días con el cuerpo cubierto de sangre. Creo que estás
aquí para entrenar conmigo
─ ¿Para entrenar?
─Sí, estás aquí para aprender a manejar tu
poder de shinigami.
Una voz ronca surgió de
detrás de Amelia y Paul apareció en la estancia.
Amelia le vio
muy cerca de ella. No le había oído subir por la escalera e instintivamente dio
unos pasos hacia atrás. Jantaro se dio cuenta de la reacción de ella y tomó nota
mental.
─ ¿Shinigami? ¿Tú quién eres?
Paul sonrío con
malicia tocándose su cabello y echando el cuello hacia atrás.
─ ¿Por dónde empiezo? El concepto de shinigami surgió en una región de otra
realidad. Sólo somos portadores de almas. Podrías decir que somos los
encargados de guiar a los espíritus una vez el cuerpo ha muerto. Ella es mi
hija y, los dos vais a ser mis discípulos. Por cierto; mi nombre es Alasthor,
debería empezar a temerme.
Jantaro se
quedó petrificado cuando el ser humano que le estaba hablando de repente se
transformó en un monstruo. Buscó su bastón, pero en la habitación no estaba. Él
no se amilanó y se puso en guardia concentrando toda su energía.
Instintivamente agarró del brazo a Amelia y la colocó detrás de él esperando un
ataque.
Así que la
proteges. Explotaremos esa debilidad para motivarte, pensó Alasthor.
─Muy bien, veo que no eres un neófito en el manejo del Ki del espíritu,
eso correrá a tu favor en el entrenamiento ─y mirando a su hija la señaló con
una garra─. Pero tú, Amelia, no le llegas ni a la suela de los zapatos. Por tu
bien espero que recortes distancias con él, si no sufrirás las consecuencias.
El
muchacho le miró con odio.
─Tú; asqueroso bicho con alas. ¿Quién te ha nombrado nuestro maestro?
Él se rió como si hubiera escuchado un
chiste.
─Mira chico, el Señor de los Shinigamis me ha elegido y si tú quieres
recuperar tu bastón harás lo que yo te diga. De todas formas, si no
cooperas te cortaré la cabeza y beberé
tu sangre ─y le enseñó dos filas de dientes, amarillos y afilados como
cuchillas.
Jantaro volvió
a escuchar una música y su cuerpo se paralizó levantándose en el aire. Cuando
agachó el cuello hacia su estómago vio al dragón de su última batalla
agarrándole entre sus fauces. Alasthor sujetaba una pequeña caja de música
abierta.
─Ahora que estás quieto, escúchame. No soy tu enemigo, pero tampoco tu
amigo. El bastón lo tiene mi señor y para recuperarlo deberás pasar unas
pruebas en su palacio. Sin mi entrenamiento perecerás y mi hija también. Los
dos debéis aprender a luchar juntos. No tendré piedad, pues el fracaso no forma
parte de mi vocabulario. El primer paso ya lo he dado. El cuchillo que te clavé
en el corazón ya te ha producido una herida espiritual.
Alasthor vio como Amelia se tocaba el
pecho llorando.
─Tranquila; como llevas mi sangre
no te hace falta, por eso espero que estés a la altura de mis expectativas.
Cerró la caja de música e inmediatamente
Jantaro cayó al suelo desde dos metros. El dragón había desaparecido.
─Desayunad; os espero en media hora en el jardín de atrás.
Salió del cuarto y los dos muchachos se
quedaron solos mirándose el uno al otro. Amelia con los ojos llenos de lágrimas
y él tocándose el estómago buscando alguna herida.
Amelia fue la
primera en hablar y sacó fuerzas para analizar las palabras de su padre.
─Debemos ser fuertes, mi madre también está aquí y no voy a permitir que
ese ser la utilice en mi contra. De momento debemos seguirle el juego. Ya
llegará la oportunidad de deshacerse de él.
Jantaro pensó
en la situación y vio que no tenía
salida si quería recuperar el bastón. Además, ella tenía razón, lo mejor era
esperar acontecimientos. Su maestro siempre le decía “la paciencia es el arte
de la batalla, el don más preciado. Analiza los defectos del oponente y utilízalo
para vencerle.”
─Vamos a comer, estoy muerta de hambre ─ella se secó los ojos y le guió
al piso de abajo.
La madre de
Amelia estaba preparando una pasta de carne cuando los vio a los dos entrar por
la puerta. Corriendo, se acercó y abrazó a su hija.
─ ¿Estás bien? ─la preguntó.
─Sí, mamá. Éste es.... ─Amelia se quedó pensando─. ¿No me has dicho tu nombre, verdad?
─Me llamo Jantaro. Pero un chatarrero llamado Albert me dio el nombre de
Less porque es muy común en estas tierras y el mío sonaba muy raro.
─Bien, te llamaremos Less. Yo soy Esther ─y dándole un abrazo le dijo al oído─. Cuida de mi hija
por favor.
Sin darle
tiempo a responder le agarró del brazo y lo sentó en la mesa. Amelia les siguió
y Esther sirvió dos cuencos de comida.
Cuando Jantaro
lo tuvo delante preguntó:
─ ¿Es carne?
─Sí, respondió la madre confundida.
─No puedo comerla. ¿Tiene usted una ensalada?
La madre se
dirigió a la alacena y sacó algunos productos de la huerta. A los cinco minutos
estaban todos desayunando con ansia pues sabían que Alasthor les esperaba fuera.
Al principio no
lo vieron. Siguieron andando hasta que por arte de magia apareció delante de
ellos en su forma humana. Los dos se miraron sorprendidos.
─Esto que tenemos aquí se llama un campo espiritual, concede la
invisibilidad a todo ser que esté dentro de su radio para los que miran desde
el exterior del mismo
Amelia observó a
su padre sin haber entendido nada y Alasthor se dio cuenta al instante.
─Bien Amelia, ¿ves esa roca? ─la chica asintió ─. Bien, dirígete a ella
y mira en nuestra dirección. Cuando lo hayas hecho vuelve aquí.
Ella fue hacia
donde su padre le mandaba y se dio la vuelta, pero donde antes estaban ya no
había nadie. Los llamó sin oír respuesta. Volvió sobre sus pasos y repentinamente
sus figuras volvieron a aparecer.
─ ¿Lo has entendido?
─Sí ─contestó ella.
─También te habrás dado cuenta de que no nos oías. Este va a ser nuestro
campo de entrenamiento. Sólo en esta realidad por ser la primera en la que mi
raza estuvo, podemos ser vistos por cualquier
ser humano. Por eso es necesario que os
entrenéis aquí. No tengo que deciros las consecuencias que tendría para
vosotros si alguno de esos campesinos os viera utilizando vuestros poderes. Así
que aquí dentro estaremos seguros.
Jantaro y
Amelia escuchaban atentos a lo que decía el shinigami.
─Debéis concentrar vuestro Ki espiritual
en las palmas de vuestras manos.
Se sentó en el suelo de cuclillas y se
concentró. Al instante una energía negra salió de él. ¡Ahora vosotros! ¡Rápido!
Los dos le
imitaron. El chico se concentró y sus
manos se iluminaron, pero era una luz del color de la hierba, Alasthor le miró
sin darle importancia. Mientras, Amelia era incapaz. Estuvo de cuclillas más de cuatro horas pero de ella no surgió
ninguna luz.
─Amelia levántate.
Ella intentó ponerse en pie, tenía las
piernas dormidas. Él sujetó su brazo y
la ayudó.
─En dos días volveré, si no eres capaz de hacerlo ─se paró y señaló a un
tronco de árbol y sacando de su traje un látigo dijo─. Serán diez latigazos,
luego te daré otro día más y si tampoco lo consigues serán veinte, así
progresivamente hasta que lo hagas o mueras. Jantaro se hinchó como un pez
globo por la rabia y el odio que reprimía en su interior. Concentrado, repetía
mentalmente para sí mismo una y otra vez las palabras de su maestro para tranquilizar
su alma. “El alma se apacigua con la mente. No hay amor sin odio. Yo
controló mi mente”. Amelia desconsolada, agarraba al muchacho como si de
ello dependiera su vida. Alasthor, con un gesto se despidió, recordándoles que
a Amelia sólo le quedaban dos días.
Cuando Esther
vio la cara de los dos jóvenes se preocupó. No hablaron durante la cena y los
ojos de Amelia expresaban una mezcla de terror y cobardía. Jantaro miró con
ternura y preocupado le pidió permiso a su madre para dar con ella un paseo.
─Amelia, escúchame. Debes ser fuerte, no
hay necesidad de que te preocupes. Mi maestro me enseñó diferentes técnicas
utilizando el Ki del alma. Yo noto esa energía en tu interior. Lo único que
tienes que conseguir es liberarla. Mañana temprano los dos juntos lo
conseguiremos ─dijo mientras ambos caminaban.
Amelia no
deseaba seguir, un miedo irracional se había apoderado de ella. Su cuerpo
temblaba e intentó que él no se diera cuenta. Que amable y sincero es
conmigo, pensó. Sintió que una calidez embargaba su cuerpo. Recordó como él
se había interpuesto entre ella y su padre en el ático, y como le había cogido
instintivamente su brazo cuando se imaginaba desnuda gritando de dolor por los
latigazos. Se consoló a sí misma pensando en su madre, por ella debía ser fuerte.
Miró a su nuevo amigo a los ojos:
─Mañana será un día duro, no dejaré que mis miedos me consuman.
Él se sintió orgulloso de aquella chica,
era mucho más valiente de lo que ella creía.
Al día
siguiente, temprano, los dos estaban sentados enfrente el uno del otro en el
campo de entrenamiento.
─Bien, como ya te he dicho antes, lo de estar en cuclillas es una
estupidez. Debes de adquirir una postura que sea cómoda para canalizar la
energía. Yo utilizó la flor de loto. Tú busca la más cómoda para ti.
Amelia puso una
pierna encima de un muslo y la otra pierna de la misma manera con la espalda
recta.
─Sí, me parece que así es perfecta.
Jantaro sonrió al verla y continuó con su
lección.
─Ahora debes vaciar tu mente de pensamientos
Amelia le interrumpió.
─ Pero ¿si pienso en no pensar, no estoy pensando?
─La manipulación de tu alma interior es en sí mismo un pensamiento.
Debes darte cuenta de que todo en la naturaleza está basado en un espíritu.
Intenta dejar atrás las ideas innecesarias y percibe tu propia alma. Ahora
cierra los ojos y respira ─ella le obedeció─. Ahora siente el fluir de tu
cuerpo, acostúmbrate a su ritmo ─Amelia notó los latidos de su corazón,
moviéndose con la perfección de un diapasón─. Aísla tu mente de cualquier distracción.
Desde ahora estás en un mundo sin límites. Debes de percibir una energía, un
color o un destello.
Se desinhibió del todo. Viajaba por un
vacío, cuando de repente, un resplandor rojo la cegó devolviéndola al jardín.
─Lo he visto Less, he visto una luz roja intensa. Me ha deslumbrado
aunque no la viera con los ojos. Ha sido maravilloso, era preciosa y cálida.
Él se sintió esperanzado.
─Este es el primer paso. Ese es tu Ki, ahora tienes que aprender a
controlarlo. Intenta volver a verlo, pero esta voz no huyas. Encuentra una forma en el espacio donde puedas
encerrarlo.
Amelia confundida le dijo.
─ No lo entiendo
─Es muy fácil, crea con tu propia mente una figura geométrica que
delimite en su interior esa luz.
Amelia asintió contenta y repitió todos los
pasos anteriores, pero la luz roja no se dejaba moldear. Intentó un triángulo,
un cuadrado, un círculo, aunque ésta siempre se desbordaba.
─No te preocupes, eso significa que tienes una gran cantidad de ella y
que por lo tanto no es fácil de manejar. Descansemos una hora y comamos, tú
madre lleva media hora llamándonos.
─Yo no he oído nada.
─Eso es bueno, significa que has conseguido aislar tu mente ─dijo contento.
Mientras
comían, su madre notó un cambio radical con respecto a la noche anterior. Miró
al muchacho y supo sin duda que la causa era él.
Los dos
volvieron al entrenamiento. Amelia, después de cuatro horas estaba exhausta pero todavía no podía encerrarlo.
─Estás muy cansada, no debemos forzar; mañana seguiremos ─dijo.
Amelia se quedó
unos segundos analizando, intentando desentrañar el problema. Entonces
súbitamente dijo.
─Creo que sé cuál es la solución, déjame intentarlo una vez más.
Jantaro no entendió nada, pero asintió
dándola una oportunidad.
Amelia se
concentró rápidamente y vio su Ki. Creó un círculo alrededor de él, pero esta
vez no se concentró en la luz sino que ensanchó la forma geométrica a su
conveniencia hasta que ésta paró de expandirse y así pudo retenerla dentro.
Luego la comprimió hasta que no pudo más.
─ ¡Viva! ¡Ya está! ─gritó saltando por el jardín.
No salía de su asombro y cuando vio que ella
paró y le miró riéndose, la preguntó:
─ Qué, ¿me lo vas a explicar o vas a seguir saltando por la hierba?
Ella no cabía en sí de gozo, así que ignorándole,
se abalanzó sobre él y le dio un abrazo.
─Muchas gracias, pero no seas tan impaciente ─y le besó en la mejilla.
La cara de
Jantaro era un poema, sus emociones se dispararon en todas direcciones. Se
relajó y agarró con sus brazos la espalda de ella apretándola hacía él. Así
estuvieron unos minutos hasta que Amelia se distanció unos metros y empezó a
darle una explicación.
─Mi error era pensar que debía controlar la luz reteniéndola dentro de
mi figura. Entonces pensé en dejar que la energía llegará a su máxima extensión
rodeándola con mi círculo. Cuando ésta se paró la forcé para volver a su estado
del principio.
A él nunca se
le hubiera ocurrido una cosa así, su energía era muy diferente a la suya. Se
sentía orgulloso de ella.
─Amelia, no te confíes, ahora debes trasmitir esa energía alrededor de
tu cuerpo, concretamente hacia las manos. ¿Quieres seguir?
─Sí, antes de que se me olvide como lo he hecho.
Casualmente esta parte fue la más fácil.
Cuando tuvo la energía retenida, sólo tuvo que visualizar unos conductos donde
transportarla y sus manos se iluminaron con una luz roja.
La cena
transcurrió entre bromas y risas. Los dos notaban que un vínculo les estaba
uniendo.
Al día
siguiente Jantaro retomó las lecciones.
─Amelia, ya has conseguido lo más difícil. Ahora te enseñaré nuevas
técnicas. Cuando yo te diga, intenta golpearme en una parte de mi cuerpo. Él se
concentró y mandó su Ki hacia los ojos. Al momento vislumbró el futuro en unos
instantes. Cerró los ojos y la ordenó que le golpease. Ella fue a darle una
patada en la pierna cuando él, con tranquilidad, la bloqueó con el brazo.
─Verás, al concentrar mi Ki en los ojos, pude ver tu movimiento y por lo
tanto pararlo.
─Puedes ver el futuro, cada día me sorprendes más. Bien, lo voy a
intentar.
Amelia siguió
los mismos pasos que él, pero de repente
el color de su iris se volvió rojo y su visión se tornó del mismo tono. Cerró
los ojos y cayó en el suelo desmayada.
─ ¿Amelia, estás bien cariño?
Su madre estaba
sentada al lado de su cama. Ella estaba tumbada, la cabeza le daba vueltas.
─Mamá; ¿qué ha pasado? ¿Qué hago aquí?
─No lo sé hija, Less te trajo en brazos, estabas inconsciente. Sólo me
dijo que habías caído exhausta por el esfuerzo. Está afuera esperando. ¿Quieres
que le llame?
─Sí mamá. Por favor.
─Bien, pero no estéis mucho tiempo hablando necesitas descansar.
A los pocos
segundos Jantaro entró con el rostro teñido de preocupación. Ella notó algo
extraño en su rostro, como un velo que entristecía la estancia.
─ ¿Qué pasa?
─Amelia, nunca había visto una cosa igual. Tus ojos echaban llamas y
cuando los cerraste, el seto que tenías enfrente se incendió. Está claro que la naturaleza de
tu alma es el fuego. Es un arma terrible, pero lo he estado pensado. No se la
enseñes a Alasthor. ¿De acuerdo?
Ella intentaba
digerir lo que estaba oyendo.
─Sí. Me parece bien.
Cogió su mano, la acarició y mirándola
tiernamente la beso en la frente.
─Ahora me voy. Quiero que duermas.
Ella cerró los
ojos cuando salió de la habitación y pensó, que si él estaba allí, nada debía
de temer. Ni a su poder, ni a su padre, ni a nadie.
Alasthor llegó
sobre las nueve de la mañana. Los dos jóvenes estaban esperándole al lado de la
casa. Él ni siquiera los miró y se dirigió directamente a la zona de
entrenamiento. Le siguieron hasta el centro del jardín donde él esperaba.
─ Espero Amelia, que hayas sido capaz de conseguirlo, si no esta noche
no podrás dormir boca arriba ─dijo con una sonrisa en los labios.
─Amelia, por favor, muéstraselo ─dijo Jantaro con convicción.
Ella enseñó
las palmas de sus manos, se concentró y
una luz roja las envolvió. Alasthor, sin mostrar ningún tipo de emoción, empezó
la lección como si nada.
─Ya que podemos manejar el flujo espiritual
de nuestro Ki, ahora debemos dominar el
poder de transformación.
Furioso le respondió:
─No pienso convertirme en algo como usted. ¡Por nada del mundo! Aquí
finaliza esta pantomima.
Su cara reflejaba resolución, su voz firmeza. Alasthor ni se
inmutó, y con una paciencia y un tono conciliador que nunca habían visto en él,
les explicó :
─Para utilizar el poder de uno de mi raza debéis de transformaros en uno.
Vuestro caso es especial. Tú, chico, en teoría no deberías poder, pero al ser
marcado con el cuchillo de mi señor éste te ha traspasado algunos poderes y tu
Amelia… eres mitad humana, mitad shinigami por lo que no sé si llegaras a
conseguirlo. Lo único que os puedo asegurar es que vuestra transformación no
será perfecta. Es el único camino que hay.
Si vosotros dos no lo conseguís cuando estéis en palacio, vuestra agonía no tendrá final. Si no
piensas en ti, hazlo por lo menos en mi hija.
El silencio se
adueñó de la escena hasta que Jantaro se adelantó:
─Está bien. ¿Cuál es el primer paso?
Amelia le miró
a los ojos sabiendo que le infundirían valor y también dio un paso hacia
delante.
─Estoy dispuesta.
Alasthor se
convirtió al instante.
─Normalmente un shinigami debe reunir su energía y llamar a su propia
naturaleza. Vosotros debéis reunir vuestra energía entorno vuestro e imaginaros
mi forma. Amelia, tú primero.
Ella se
concentró y se rodeó de llamas rojas que desprendían un gran calor, tanto que
Jantaro y Alasthor tuvieron que apartarse.
Ella redirigió
parte de su Ki hacia la imagen de su padre, poco a poco empezó a cambiar de
tamaño: le crecieron unas alas rojas, su boca se ensanchó deformándose, dos filas de dientes llenas de colmillos
crecieron donde antes tenía los suyos. Su pelo rubio, sus manos y sus pies eran
lo único que recordaba a como era hacía unos minutos. Se tocó el cuerpo ahora
rojo, tan extraño para ella. Al instante volvió a su forma original. Estaba de
rodillas, jadeando y con la ropa hecha jirones. Jantaro corrió hacia ella, la
sujeto en el suelo y le puso su chaqueta negra.
─Al principio cuesta mantener la transformación. Ahora es tu turno
chico.
Él no se quería mover de su lado.
─Estoy bien Less. Adelante y
recuerda, envía tu energía a la imagen que hayas proyectado en tu mente.
Jantaro afirmó con la cabeza y se separó
de Amelia. Convocó a su Ki y una nube verde le rodeó. Su transformación fue muy
parcial. Pues sólo unas alas se formaron de color verdoso. Unos segundos
después estas desaparecieron dejándole dos
aberturas en su camisa.
─Debéis entrenar los dos. Regresaré en dos días. Creo que no es necesario
que os amenace con el látigo. Sólo la idea de las tremendas torturas que os impondrá
el Señor de los Shinigamis sino pasáis
su prueba; será bastante motivación.
Alasthor volvió
a su forma humana, salió del jardín y se dirigió hacia el bosque. Los dos
muchachos se tumbaron en el suelo a descansar.
─Has estado genial Amelia ─dijo Jantaro
─Tú tampoco has estado mal, pero como me vean con esta pinta nadie va a querer
ser mi novio.
Él sonrío y la dijo.
─Pues a mí me parece que las alas rojas no te quedan mal.
Los dos soltaron una carcajada.
─Oye Less. ¿Te has dado cuenta de que las ropas de mi padre nunca se
rompen? ─preguntó Amelia
─Si te digo la verdad, yo también lo había pensado, además cuando cambia
de forma, éstas se esfuman.
……………
Cuando
Alasthor estuvo lejos de la casa
desapareció. Al instante surgió en un prado. Al final de éste se podía ver una
mansión rodeada de grandes extensiones de terreno. Un paisaje de jardines en
flor, fuentes y estatuas de piedra era cuidado con esmero por algunas personas
que no se extrañaron de su presencia. Llegó a una puerta grande de hierro con
una aldaba en forma de shinigami y con fuerza la usó para llamar a los criados.
Un viejo encorvado le abrió.
─Es usted, el amo le espera.
Alasthor no se
molestó en responderle y siguió al anciano mayordomo a una sala gigantesca
decorada con pinturas en las paredes, muebles de madera y dos arañas de cristal
en el techo. Al final de la estancia había una escalera de caracol que subía al
piso superior.
─Está en su despacho señor ─dijo el criado saliendo por una puerta exterior.
Alasthor subió al segundo piso y recorrió cuatro salas, cada una decorada con
extremo lujo, hasta que llamó a una puerta.
─Pasa.
Oyó una voz al otro lado. Éste entró en un
despacho repleto de cuadros, con una mesa de madera al fondo donde un hombre anciano vestido con
un traje negro y larga melena blanca le
miraba sentado en una silla.
─ ¿Qué te preocupa? ¿Mi nieta está bien?
─Sí padre, ella ha conseguido dominar el flujo de su Ki en sólo dos
días. El muchacho como tú predijiste la ayudó, y no sólo eso, ya ha podido
transformarse, pero su energía es diferente. ─dijo acariciándose el pelo con la
mano.
─ ¿A qué te refieres con diferente?
─Pues es de color rojo y desprende calor. También pienso que puede
producir fuego ya que en el jardín había unos matorrales quemados está mañana.
El anciano se
reclinó en su silla y estuvo unos segundos reflexionando, al final empezó a
hablar.
─Esperaba con ansia este momento.
─Entonces. ¿Sabes de lo que te hablo? ─preguntó Alasthor.
─Sí, puede que ella haya heredado el gran poder del primer shinigami,
nuestro descendiente. Su gran fuerza residía en que podía convocar y
materializar a uno de los espíritus más poderosos; el Haborym. Un ser con tres
cabezas. Una de hombre, otra de serpiente y otra de gato. Alasthor observó la
habitación reflexionando. La recordaba igual que cuando era niño. Su familia
era de un linaje muy antiguo, repleta de los guerreros más poderosos. Ellos
fueron excluidos cuando él se unió con una humana. El Señor de los Shinigamis
estaba esperando una oportunidad para destruirlos y él, tontamente, se la dejó
en bandeja. Ahora su pequeña era la clave.
─Padre, aparte de Amelia. No sé a qué está jugando nuestro señor.
─Sí, yo también creó que esto es muy extraño. Primero no nos deja que
tengamos contacto con ella y por lo tanto no desarrolla sus poderes, lo que
sería el fin de nuestro linaje. De
repente cambia de opinión, surge un muchacho de otra dimensión y quiere que les
entrenes juntos. No sé qué trama. Además, el muy bastardo es inmortal.
─Yo tampoco sé que pensar, pero ahora surge el problema de la invocación
de sus espíritus de lucha. Normalmente no habría problema, aunque no sé cómo lo
van a hacer estos muchachos.
Alasthor se movía nervioso por la sala.
El anciano se
levantó y se dirigió a uno de los cuadros. Era una pintura de dos shinigamis
arrodillados ante una copa de oro.
Pronunció unas
palabras, desaparecieron las figuras y
de la tela surgió la copa. De su chaqueta sacó un bote pequeño de cristal y lo
rellenó con algunas gotas blancas.
─Son las lágrimas de un Basajaun o señor del Bosque. Un ser de dos
metros de altura con un solo ojo en la frente. Deberán beberla, entrarán en un
trance que les conducirá hasta su espíritu. En el caso de que no lo consigan, a
Amelia la matará, el otro vivirá sumergido en
una ilusión para siempre. Tomó el tarro de las manos de su padre y
asustado preguntó.
─ ¿No hay otra forma?
─Que yo sepa, no.
Alasthor salió
de la habitación cabizbajo, preocupado por el destino incierto de su hija.
……………
Amelia y
Jantaro ya eran capaces de estar largo tiempo transformados. A él sólo le
cambiaban las alas y las manos mientras que a ella lo único que recordaba su humanidad era su mata de pelo rubio.
Amelia se quejaba de que su madre la iba a matar con tanto vestido rasgado.
El segundo día
llegó, y Alasthor vio sus progresos.
─Creo que valdrá ─dijo tocándose la cara.
Los dos
muchachos le miraban mientras se cambiaban de ropa.
─Papá, ¿cómo haces para preservar tu traje cuando cambias?
─preguntó ella.
─Si conseguís sobrevivir al siguiente entrenamiento os lo diré ─hizo una
pausa y continuó─. Ahora vais a aprender a llamar a vuestro espíritu de lucha.
Todo shinigami es capaz de convocar a uno y se utilizan para las batallas; ya
sea contra un igual, un fantasma, un demonio o un ser humano. Como ya sabéis,
vuestro caso es diferente al resto, por lo que vuestro entrenamiento no está
siendo normal.
En ese instante
sacó la botella de cristal de su chaqueta y se la enseñó.
─ ¿Qué es eso? ─preguntó intranquilo Jantaro
Alasthor dudó
por unos instantes, pero sabía que era la única salida para que su hija no
muriera.
─Estas son las lágrimas de un Basajaun.
Las facciones
de los dos reflejaban una total ignorancia.
Un Basajaun, es un señor del bosque. Sus
poderes de clarividencia os harán entrar en un sueño donde deberéis buscar la
forma de llamar a vuestro espíritu de lucha. Aunque debo advertiros que si no
lo conseguís las consecuencias serían la muerte para Amelia y en tu caso
muchacho, la
perdida de tu alma. Pensadlo bien, no
habrá una segunda oportunidad. No creáis ni por un momento que tenéis alguna
posibilidad de vivir sino sois capaces de luchar como un shinigami.
Él la cogió de
la mano y la miró, ella a su vez le confirmó su determinación con la cabeza.
─Hemos estado hablando, sabíamos que las cosas se iban a poner cada vez
peor. No tenemos miedo, pero ese Señor de los Shinigamis tarde o temprano
tendrá que explicarnos muchas cosas. Así que adelante.
─Tumbaros los dos ─ordenó Alasthor.
Estos
obedecieron.
─Jantaro. Vuelve por favor ─le dijo Amelia.
Él la sonrío,
se levantó un instante y le acarició su pelo. El tacto que produjo en su mano
le provocó un escalofrío en todo su cuerpo.
─No te voy a perder, te quiero.
El
chico juntó sus labios con los suyos y la dio un apasionado beso. Ella le miró
y cerró sus ojos. Alasthor se acercó a ellos dos.
─Abrid la boca, os voy a dar una gota a cada uno.
Primero se la
vertió al muchacho y cuando se acercó a Amelia, ésta le dijo.
─Espera papá. Less… te quiero.
Ahora dámela.
Alasthor se la suministró, aunque Jantaro
no pudo oír las últimas palabras que ella pronunció porque ya había caído en trance.
Jantaro se
encontraba en un bosque repleto de árboles. La atmósfera estaba tan cargada que
no se podía casi respirar. Con las manos empezó a tocar las plantas y el suelo
que había cerca de él. Es curioso que yo físicamente no esté aquí, pero
pueda sentir todo a mi alrededor, pensó. De repente una voz femenina surgió
de la nada rompiendo sus pensamientos.
Parecía la voz de una niña. Susurraba unas palabras que eran repetidas
como un eco entre los árboles. No era un cántico, pero un halo de armonía las
envolvía. “Ricos y pobres por igual de mí han disfrutado, imágenes de mil historias
yo les he contado. A mi padre no le puedes alcanzar y para que yo tenga vida,
no te emociones, mis orificios debes violar”. El poema se repetía una y
otra vez. Esto es una clave para descubrir a mi espíritu de lucha. Es una
adivinanza que debo resolver, pero no tiene sentido. Su cabeza daba vueltas
al acertijo sin hallar ningún patrón.
En ese instante
vio una figura plantada cerca de lo que parecía un claro en el bosque. Se fijó
bien y mientras se acercaba pudo reconocer la figura de su maestro.
─ ¡Maestro, maestro estás vivo!
Corriendo se acercó a él, pero cuando
estuvo sólo a unos metros éste le dio con el bastón en la cabeza. Jantaro cayó
al suelo con la frente sangrando.
─ ¿Es que yo no te he enseñado nada? ¿Eres idiota? ─dijo el anciano con
cara de enfado.
Éste, sentado
en el suelo, le miraba asombrado sin entender absolutamente nada.
─Yo no soy tu maestro.
─ ¿Cómo? ─preguntó.
─Yo soy la personificación que ha hecho tu mente de tu mentor.
Simplemente soy una proyección de la persona en que más confías. Por lo que tú
inconscientemente me has creado para ser tu guía en este viaje.
En ese momento,
se pasó la mano por la frente y al mirarse ésta vio que tenía sangre.
─Sí, es lo que estás pensando. Si puedes sangrar, puedes morir. Lo he
hecho a propósito para que te dieras cuenta de tu situación. Y ahora levántate y
escucha.
Él obedeció sin
rechistar y la misma voz de antes se repitió “Ricos y pobres por igual de mí
han disfrutado, imágenes de mil historias yo les he contado. A mi padre no le
puedes alcanzar y para que yo tenga vida, no te emociones, mis orificios debes
violar.
─ ¿Qué quiere decir Maestro?
─Como has podido deducir tú mismo, es un acertijo. Deberás resolverlo si
quieres salir de aquí. Para hallar la respuesta pasaras por diferentes
situaciones que te ayudaran en tu camino.
En un instante
la oscuridad inundo el lugar lo que le impidió despedirse de su maestro.
─ ¡Maestro! ¡Maestro! ¿Dónde estás? ─Gritó desesperado.
Pero allí ya no
había nadie. Era como si la noche hubiera surgido de la nada. No podía ver más
allá de sus narices. Si Amelia estuviera aquí incendiaría todo a su
alrededor y por lo menos podría ver, sonrió con añoranza. Entonces recordó su despedida de ella y un
escalofrío le recorrió la espalda al pensar que estaba en su misma situación. Intentó
serenarse y actuar con aplomo. Lo primero es ver donde estoy, se
dijo a sí mismo. Se agachó y empezó a
buscar hojas secas, hojas que rompía poniéndolas todas en un mismo montón.
Luego cogió dos palos e hizo fricción,
frotándolos uno contra otro calentando la madera.
A los diez
minutos consiguió hacer fuego. Seguía en el mismo sitio del principio. Se sentó
cerca de la llama un poco desanimado por su situación. Había memorizado la
adivinanza y no hallaba en ella ningún patrón. En ese instante oyó algo que se
acercaba, era como un aleteó que se volvía cada vez más fuerte. Se levantó y se
puso en guardia. Un murciélago surgió y
le atacó de frente, él le dio un golpe con su brazo y se lo quitó de
encima. Al instante tres más le rodeaban.
Se agachó y cogiendo un palo que había en el suelo empezó a golpearlos.
Estos no retrocedieron, al contrarió, empezaron a atacar con más fiereza. Cada
vez había más, le mordían los brazos, estaba casi cubierto de ellos. Jantaro
cayó al suelo. En la caída su mano golpeó contra una piedra, la cogió con rabia,
concentró su energía y la tiro a ciegas. Ésta dio en un árbol resonando en todo
el bosque. En ese momento los murciélagos pararon su ataque durante unos segundos.
¡Claro!, qué razón llevaba el maestro cuando me llamó idiota. Estos bichos son
casi ciegos se guían por el sonido y por su sonar. Pueden escuchar incluso
las pisadas de un insecto. Al instante cogió otra piedra y buscó con la mirada.
Ahí está. Y con toda su energía chocó una y otra vez ésta, en otra mucho
más grande que estaba anclada al suelo. El sonido producido fue ensordecedor.
Los murciélagos se pararon en el aire y se alejaron todos volando. Jantaro con
el cuerpo lleno de sangre por las mordeduras se tumbó sin aliento. Cerró los
ojos y se concentró, pensó en su maestro y lo que le había dicho sobre las
diferentes situaciones que le ayudarían a
resolver el acertijo. Analizó el ataque y en ese momento se dio cuenta. El
sonido es lo que les ahuyentó. La clave está ahí. ¿Cómo era?: “Ricos y pobres
por igual de mi han disfrutado, imágenes de mil historias yo les he contado”.
¿Con el sonido se pueden hacer imágenes? No, con el sonido no. Pero con la
música sí; es la música. Abrió los
ojos, estaba cerca de un arroyo. Desorientado vio que sus heridas ya no
estaban. Tenía sed, así que se acercó al agua y bebió de ella, de pronto
observó algo que se estaba formando, una imagen de dos personas. Una era la de
un hombre alto, moreno, con una capa verde con ribetes de oro y la otra era una
mujer, rubia, muy guapa, que vestía un traje verde y una capa azul. Un alarido
ensordecedor le hizo darse la vuelta y cuando volvió a mirar, la imagen había
desaparecido. Otro grito surgió entre la maleza, acercándose. ¿Qué animal
será esta vez? Pero se equivocaba. Una mujer vestida de gris con largos
cabellos blancos apareció ante él.
Jantaro se
relajó cuando la vio, pero se tuvo que tapar los oídos asustado, cuando ella
abrió la boca y un sonido agudo le perforó los tímpanos. Muerto de miedo y
encorvado, intentó huir corriendo, pero ella le empezó a perseguirlo sin que
sus pies descalzos tocaran el suelo. Aquel grito le hizo perder casi el
sentido, estaba mareado y sus rodillas se arrastraban por el suelo. Ella ya le había alcanzado, le
miró con sus ojos inyectados en sangre. Sacó fuerzas, más por el miedo que por
el valor y consiguió huir corriendo. Cuanto más se alejaba menos le influía.
Subió una pequeña colina, miró hacia atrás y ella, de repente, ya no estaba. A
lo lejos vio una pequeña catarata y a su lado una cueva. Entró en ella y se
sentó en la fría piedra para descansar. ¿Qué
es esa cosa? Nunca había sentido un dolor igual en la cabeza,
se dijo mientras intentaba vomitar. ¿Cómo
voy a deshacerme de ese ser?
─Deberás relajarte y concentrar tu mente.
A su lado estaba su maestro. Jantaro se
sobresaltó al verle.
─Por dios, creía que era esa mujer otra vez ─suspiró aliviado.
─Esa es una Banshee. .
─ Sería encantadora si tuviera la boca cerrada ─dijo mirándole con
recelo.
─Debes recordar, mi impaciente aprendiz que analizar a tus enemigos es
el principio para poder vencerlos. ¿Ya sabes cuál es su arma?
─La voz
─Muy bien, ahora solo tienes que pensar una forma de neutralizarla.
El maestro le
volvió la espalda y antes de salir de la cueva volvió a desaparecer.
Estoy
cansado de este sueño. Debo relajarme. Si no esa mujer va a acabar conmigo. La
voz es su arma. La voz ¿Cómo puedes hacer que se calle?
Esto
tiene que ver con el acertijo. Antes vencí con el sonido. Claro, ¡el sonido se
transmite por el aire!, si consigo crear el suficiente aire con mi Ki, su voz
no llegará a mí.
Se colocó
en la posición de loto y concentró su energía visualizando un torbellino. Al
instante una brisa empezó a correr alrededor de él. Bien, necesito más fuerza.
Se infundió ánimos. El viento cobró rapidez
levantando algunas ramas. Respiró y se decidió a enfrentarse a ella. Salió
de la cueva. Como si estuviera esperándole le sonrió desde la catarata. Cogió
aire y atacó con toda su furia. Él a su vez descargó toda su energía formando
un viento que chocó con su voz, haciéndola retroceder.
Se
observaron frente a frente y ella saludándole con la cabeza desapareció.
Jantaro se cayó redondo en el suelo. “A
mi padre no le puedes alcanzar”. Está claro. El viento. Así que es un
instrumento musical que es de viento.
Como seguía. “Para que yo tenga vida, no
te emociones, mis orificios debes violar”. Orificios son agujeros. Una
flauta o algo parecido. Al momento de pensarlo se encontró en una sala cerrada,
echa de piedra que tenía un altar en el centro. Su maestro estaba sujetando una
pequeña flauta con las manos.
─Excelente; esta es tu recompensa, con
ella podrás invocar a los espíritus del
aire.
Él no la
cogió sino que abrazó al anciano con cariño.
─Jantaro, la muerte no es el final es el
principio de otra vida. Cuídate y toma, te las has ganado.
Él la
cogió y despertó en el jardín.
……………
Amelia apareció en una llanura árida con grandes
grietas que cortaban en dos la tierra. El calor era insoportable y unas nubes
negras que no descargaban lluvia cubrían el cielo. Ella, asustada, miraba a un
lado y a otro nerviosa. Se acercó temblando a una de las hendiduras del terreno
y vio un camino de lava que la recorría. Se puso de rodillas y comenzó a
llorar. Pensó en Jantaro, lo que él haría en su situación, y se tranquilizó un
poco infundiéndose ánimos. Se levantó enérgica y a su lado vio un gato gris que
la miraba con curiosidad. Ella se extrañó al principio al encontrarlo en aquel
paisaje desolado, pero siempre le habían gustado. Puso cara embobada mientras
acercaba su mano a el.
─ ¿Qué haces, idiota? ─dijo el gato.
Ella pegó un
salto sorprendida.
─ ¿Acaso he intentado yo meterte
mano?
─No seas grosero Bo. La chica sólo
intentaba ser amable contigo ─dijo un niño desnudo que surgió a sus espaldas.
─El gato habla ─se extrañó Amelia.
─Sí. Es bastante maleducado.
Amelia pensaba
que estaba perdiendo la razón.
─ ¿Qué sois vosotros? ¿Dónde estoy? ¿He perdido el juicio?
─Anda que no hace preguntas. ¿Ésta es la que nos va a sacar de aquí? ¡Si
es una cría llorona!─dijo Bo mientras se lamía una pata.
─Pues a mí me gusta ─dijo una voz
débil cerca de la pierna de Amelia. Cuando miró, vio una serpiente marrón y
blanca que se subía por su pie. Ella relajó los músculos. Su madre le había
dicho que si alguna vez se le acercaba una, nunca debía moverse bruscamente. Ésta
escaló con rapidez por su cuerpo hasta que se puso a la altura de sus ojos y le
sacó su lengua viperina.
─Tienes un aroma muy apetecible. Me presentaré. Yo soy Ha, el
desagradable es Bo y el chico de tu espalda es Rym. Estás en la tierra de los
condenados. Un lugar místico y tenebroso donde se castiga y apresa a lo seres que se rebelan contra los dioses.
Amelia escuchaba atentamente aunque no
quitaba ojo a Ha, que estaba muy cerca de su cuello.
─Teóricamente al tomar las lágrimas de un Basajaun entras en un sueño místico. Donde
incluso puedes ver el futuro. Tú, muchacha, has viajado espiritualmente a este
mundo porque nosotros tres te hemos convocado.
─ ¿Me habéis convocado? ¿Por qué? ─preguntó ella.
El niño se
acercó, ladeo la cabeza a un lado a otro y dijo.
─Puede que sirva. Escucha; nosotros sólo podemos ser invocados por un
shinigami que tenga el poder del fuego. Después de estar sirviendo al último
que murió asesinado intentamos vengarle. Entonces se nos confinó en esta
prisión. Sentimos tu energía hace unos días y por eso estás aquí.
Amelia no salía de su asombro, todo
aquello le parecía irreal.
¿Estos son mis espíritus de lucha? ¿Un
gato, un niño y una serpiente?
─No nos subestimes, enana ─dijo el gato.
Sus ojos se agrandaron
ante la sorpresa.
Rym se alejó un poco y
dándola la espalda la dijo
─Sí. Podemos oír lo que piensas los seres que nos rodean.
Amelia se
acercó a él y cuando volvió su cara vio
que era un chico muy guapo de pelo moreno. Se sintió arrepentida de sus
pensamientos y pidió disculpas.
─Lo siento, esto es muy raro para mí, y decidme, para que salgamos de
aquí; ¿qué tengo que hacer?
La serpiente
abandonó su cuello y reptó hasta el hombro del chico, poniéndose rígida como un
palo señaló hacia una de las grietas, diciéndola:
─Debes bajar hasta el flujo de
lava y coger el instrumento que nos invoca.
Ella se acercó
a donde la serpiente le decía y miró. Una llama de fuego la echó para atrás
tirándola al suelo.
─Eso es imposible, no hay nadie que pueda bajar ─dijo alarmada.
─Si no lo haces ninguno nos podremos ir. No te podemos ayudar, sólo te
digo una cosa, confía en tus poderes ─la animó Rym.
Amelia los
observó uno a uno y su corazón se infló de valor. Empezó a descender por la
roca. Su cuerpo sudaba por todos sus poros.
No lo voy a
conseguir. Me voy a derretir. No. Debo lograrlo. Debo confiar en mis poderes. Entonces se concentró y se transformó en
un shinigami. Alzó sus alas y planeó posándose cerca del magma. El calor no era
tan agobiante como antes. Su nuevo cuerpo la protegía. Sumergida, vio una
pequeña campana de metal.
Tengo que
cogerla, pero si introduzco la mano me
quedaré sin ella.
De repente
escuchó en su mente unas palabras “El fuego se combate con el fuego”.
Sabiendo lo que tenía que hacer, concentró su Ki en sus ojos, tornándose estos
de un color rojizo. Acercó su mano y hundiéndola en las entrañas de la tierra fundida
alcanzó la campana.
─Amelia… ¡has vuelto! Gracias a los dioses.
Jantaro
estaba a su lado abrazándola.
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