lunes, 20 de mayo de 2013

JANTARO EN EL MUNDO DE LOS SHINIGAMIS CAP. 18 (tercera parte), Literatura fantástica gratis


La habitación se estremeció y aparecieron cientos de arañas gigantes. Medían un metro y eran negras como el alma de su señor. Atacaron al Haborym con un líquido verde que salía de sus bocas. Éste corrosivo estaba haciendo heridas en sus patas produciendo que perdiera el equilibrio. Amelia no lo estaba pasando mejor, intentaba evitar a los arácnidos envolviendo su cuerpo con llamas, pero eran ignífugas. Un viento, afilado como cuchillas atravesó el cuerpo de los espíritus que estaban acorralando a Amelia. Mientras que las que atacaban al Haboryn se paralizaron parcialmente dándo la oportunidad al espíritu de la chica de aplastarlas de cuatro en cuatro.
Geret, el espíritu de Jantaro estaba a su lado encorvado como siempre. No le quitaba ojo a una bestia de metal que se había conseguido levantar del suelo. Geret empujó a Amelia y desapareció de su vista para resurgir encima de la cabeza del gigante, afilando sus manos contra su cabeza. Las chispas envolvían su cuerpo mientras torpemente intentaba derribar al intruso que se le había colocado de sombrero.
     ─Baja insecto ─pero no conseguía alcanzarlo.
Al fin el plan de Geret funcionó. Los ojos de aquel espíritu, su única parte vulnerable se cegaron debido a las chispas producidas por las cuchillas.
     ─ ¡Ahora Jantaro! ─le gritó Geret.
Éste miró al Harobyn que comprendió al instante al leer sus pensamientos. La serpiente le cogió con la boca y le lanzó hacia aquel monstruo que daba bandazos retorciéndose de dolor. Con Ilander en sus manos, concentró su Ki y la espada se iluminó. Con extrema habilidad le cortó la cabeza de un solo golpe. El espíritu del gigante de metal desapareció y Jantaro, ya en el suelo corrió hacia Amelia para abrazarla. Los dos se juntaron en aquella batalla y todos sus problemas desaparecieron durante unos segundos mientras estaban entrelazados. Su discusión había sido olvidada y la felicidad inundaba sus cuerpos por haberse encontrado una vez más. No tuvieron tiempo para hablar, pues volvieron a la realidad cuando el Señor de los Shinigamis empezó a reírse.
     ─ ¡Ja, ja, ja! ¡Vaya poder tiene la espada! Pero habéis cometido un error.
     ─ ¿Qué pasa discípulo? ¿Es ese el poder del que tanto presumías? ¿El famoso Ki del vacío? ¿Convocar arañitas peludas? ─dijo Bo mientras le sacaba la lengua.
     ─No, eso era una distracción  para  poder reunir el poder. No es fácil. Debisteis atacarme a mí en vez de a mis espíritus.
 Una energía azul le envolvía desde la cabeza hasta las garras de los pies, que desprendían rayos y que pulverizaban el cristal que pisaban. Era una imagen escalofriante y un frío aterrador inundo la sala. Dos relámpagos iluminaron la habitación y fueron a dar donde no había nadie. O eso es lo que parecía.
     ─ Astel; ¿crees que puedes engañarme a mí, al Señor de los Shinigamis con una burda ilusión?... 

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