Jantaro, Vladimir y Gatira todavía seguían en la habitación ocultos,
recobrándose después de sus luchas con los soldados de la guardia del Señor de
los Shinigamis.Varias patrullas habían pasado cerca de ellos buscándolos, pero
gracias a la ilusión proyectada por Vladimir habían pasado de largo. De repente,Jantaro
escuchó a shinigamis correr más rápido que antes y voces que decían que el
ejército del hijo de Jawet estaba a las puertas del castillo.
─Es nuestra oportunidad ─dijo Jantaro.
─Sí, es hora de movernos. Hemos hecho bien
al quedarnos aquí. Vosotros dos estabais muy débiles ─Gatira afirmó con rotundidad dándole la razón a
Vladimir mientras desaparecía la ilusión. Ahora podían ser vistos.
─Silencio; id cada uno detrás del otro
─dijo Vladimir y los tres le siguieron en silencio por un pasillo.
Anduvieron varios minutos
sin encontrar resistencia. Parecía que Alasthor estaba haciendo bien su trabajo
de distracción, tenían que ahorrar energías por si se encontraban con el Señor
de los Shinigamis. Jantaro buscaba algún signo de Amelia, aunque todavía no la
percibía. En ese instante se oyó un ruido ensordecedor y la fuerza vital de
ella creció hasta su máximo poder. Jantaro apremió a sus compañeros.
─ ¡Rápido es por aquí! ¡Seguidme! ─y
subieron corriendo por unas escaleras al piso superior.
………………………
Amelia se encontraba en la sala más extraña
que había visto en su vida. Tenía una gran altura y era muy grande, el suelo
era un cristal gigantesco repleto de signos en una lengua para ella
desconocida. El mayordomo personal del Señor de los Shinigamis; Menfist, la
puso debajo de una estrella de doce puntas con los doce signos zodiacales
pintados de color rojo. Amelia pensaba que ya había fingido demasiado y se iba
a trasformar, cuando, de repente, una puerta que ella no había visto se abrió y
surgió la figura escalofriante del Señor de los Shinigamis.
─ ¿Está todo preparado? ─preguntó
─Sí mi amo ─respondió Menfist haciéndole
una reverencia.
─Bien, traedlo entonces.
Dio la orden a los dos
mismos soldados, que trajeron el cuerpo atado de Alasthor por los pies y por
las manos. Lo tiraron al suelo sin ninguna delicadeza y salieron de la
habitación. Amelia al verlo intentó ir a su lado, pero Menfist se lo impidió
agarrándola de la muñeca.
─ ¡Papá! ¿Estás bien? ─le dijo a cierta
distancia
─ ¡Si hija, tú no te preocupes! ¡Te
salvaremos!
─Que enternecedor ─dijo con jactancia el
Señor de los Shinigamis. Pero pronto cambió de expresión cuando Amelia se
transformó en un shinigami.
─ ¡Esto no es posible! El brazalete no se
puede inutilizar a no ser que mueras.
En la mano de Amelia se formó una campana, la tocó y el espíritu
Haboryn apareció en su forma completa. Con la tres cabezas en un cuerpo blanco,
con cuatro patas y cola de dinosaurio.
─Mirad hermanos, quien está
ahí ─señaló el gato
─Es nuestro antiguo
discípulo ─dijo la serpiente.
─Vamos a darle nuestra
última lección ─se jactó el niño.
Un fuego rojo salió de sus
bocas en dirección al Señor de los Shinigamis. Éste invocó a un ser de casi
cuatro metros formado de hierro forjado que recubría todo su cuerpo. Éste
se interpuso entre las llamas y su amo.
La habitación retumbó.
Bo sonrió y saludo a la
bestia que había sido llamada.
─ Cuánto tiempo Kreler ¿Todavía sigues a
las órdenes de este traidor?
─Bo. Me alegro verte. Todavía no has aprendido
la lección después de la paliza que te di en aquel río hace diez mil años ─una voz ronca salió de su garganta y dio un
puñetazo al Haborym, pero éste lo esquivó y con su cola derribó a aquella
bestia de metal tirándola al suelo.
Amelia intentaba acercarse a
su padre para liberarle pero un ser parecido a un perro, pero con colmillos de
sable en su boca, se interpuso en su camino. Amelia miró a su alrededor y vio
que había sido invocado por el mayordomo. En ese un momento un dragón negro
decapitó a Menfist de un mordisco, haciendo desaparecer a su espíritu. Alasthor
corrió hacia su hija.
─ ¿Te encuentras bien? ─la preguntó con
preocupación.
─Sí padre. ¿Cómo te has
liberado?
─No lo sé. De repente noté
que un aire frío pasaba a mi lado y las ataduras se rompieron.
Garot se ocultaba en la sombras indetectable para los que allí se
encontraban. No había liberado a Alasthor porque él quisiera, sino porque tenía
órdenes del Señor del Inframundo.
El Señor de los Shinigamis estaba lleno de rabia. Su espíritu,Kreler,
estaba en el suelo y no se podía levantar debido a su gran peso, ademásAlasthor
se había liberado. Se concentró y unas mujeres con el pelo rojo aparecieron en
la sala.
Llevaban vestidos de tela blanca y sus ojos eran de color negro. Al
instante desplegaron dos alasde murciélago y una uñas como estacas les
crecieron. Se pusieron a volar. Dos atacaron al Haborym, mientras que la
tercera destruyó con un solo golpe al dragón de Alasthor. Después fue a por
Amelia, y en el instante en que iba a atacarla,Alasthor se interpuso en su
camino quedando ensartado entre la criatura aérea y su hija. La mujer alada fue
golpeada por la cabeza de la serpiente que ya se había liberado de las otras
dos, tirándola al suelo y desapareciendo.Alasthor estaba en el suelo junto
Amelia, que lloraba mientras intentaba tapar la herida con sus garras.
─Papá. No te mueras por favor.
─Lo siento hija mía. Siento de verdad
haberte metido en esto. Tú eras tan inocente y feliz con tu madre… ─en ese
instante empezó a toser sangre─. Sabes, tú nunca has estado sola. Yo siempre te
vigilaba para que nada malo te ocurriese.
─Papá, no te vayas. Vuelve conmigo, junto
a mamá.
─ ¿Tú madre? ¿Sabes?, me enamoré de ella.
Creó que todavía la quiero, me costó mucho dejaros a las dos.
Seguía tosiendo y surgieron
las convulsiones, sin embargo, una sonrisa apareció en su cara.
─ ¿Quieres saber por qué nunca te enseñé a
aparecer después de trasformada con tus ropas intactas? ─Amelia no contestó.
Ella lloraba y sus lágrimas caían sobre el cuerpo de su padre─. Porque eso te
hace consumir un poco de tu Ki interior y yo quería que lo tuvieras todo para
que no te pasara nada. Cuando dijo la última palabra exhaló su último suspiro.
─ ¡Noooo! ¡Padre! ─Amelia se levantó y
miró con odio al Señor de los Shinigamis. Aquella criatura horrible le había
arrebatado todo. Su vida tranquila junto a su madre y ahora a su padre, que
empezaba a querer. Concentró su energía y su cuerpo empezó a irradiar calor. El
Haborym brillaba y un haz blanco surgió
de sus cabezas hacia el Señor de los Shinigamis. Éste se concentró en su Ki. Y
una barrera de energía le protegió.
─¿Crees sucio engendro que
en diez mil años mis poderes no iban a crecer? Mientras tanto los tuyos son
iguales. Ahora controló el Ki del vacío, el más poderoso de todos. Puedo crear
energía de la nada. Te lo demostraré.
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