Podríamos decir que kami,
definitivamente, no es una entidad divina corriente. Su modo de resolver los deseos de sus fieles
alcohólicos no suelen ser muy ortodoxa, pero funciona, que es lo importante.
Como recordaréis en la
anterior entrega de “Dioses de roca y Metal”, Alberto Ruiz se encontraba tumbado
casi sin sentido en el suelo. Nuestro Dios nacía delante de él y dos fanáticos
del Manga observaban expectantes como se creaba una leyenda.
“¡Quiero tocar la mejor
canción de la historia!”, esa fue la frase que llevó a crear al único. Es …… KAMI.
Luisa, la novia de Alberto
andaba buscándole por el parque. Lo último que supo de él había sido hacía casi
dos horas. Las dos cotorras que estuvieron hablando con ella fueron cortadas
por la impaciencia que la invadió, y no sin grandes dosis de sutileza por su
parte. Porque directamente y literalmente, las mandó a la mierda.
Al fin vislumbró su figura
característica a lo lejos: Llevaba una cazadora vaquera sin mangas con el
dibujo cosido del “Number of the beast”
de Iron Maiden. Al instante, corrió hacia él preocupada.
─¿Dónde coño estab… ─no pudo acabar,
Alberto la besó en los labios con tal pasión que el corazón de ella dejó unos
segundos de latir. Era estar con otro hombre, algo que llevaba la satisfacción
a un nuevo eslabón del placer. Los sentidos se volvían irreales y ella sólo
sabía que aquel no era su novio. No sabía porque, pero lo sentía. El placer era
tan profundo e intenso que no podía separar sus labios de su boca.
Alberto se levantó
tambaleándose, maldiciendo su mala suerte. Su botella se había roto y tenía los
pantalones manchados de barro. Recordaba esbozos en su mente de lo ocurrido en
aquel nacimiento divino, y sólo el pensar en quitarse de su boca el regusto de vomitar le mantenía erguido.
Tambaleándose buscó a Julia y la encontró. Estaba medio desnuda gimiendo de
placer con un heavy de pelo largo y blanco…
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